CAPITULO 2

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ZOÉ

Angélica pone una bolsa de hielo en mi cara con rudeza, suelto un quejido de dolor ronco al sentir el frío contra mis heridas, miró con un ojo a Lorena que llora en el pequeño sofá que esta a un lado de mi cama y es mimada rápidamente por Angélica. Miro del reloj colgando encima de mi cama y al mirar la hora me doy cuenta que duramos una hora de tortura por parte de Aline y su pequeña pandilla.

–Escuché que intentaste correr–dijo Angélica dándome la espalda para tratar las heridas de Lorena que no paraba de llorar, su voz era tan fría –¿Qué fue lo que te conmovió?– ella me miró por encima de su hombro y no pude evitar desviar la mirada apenada y sintiendo un horrible peso en mis hombros por recordarla.

  -¡ZOÉ!-  

Sentí un escalofrío y un dolor en mi pecho al escuchar ese grito en mi cabeza, se que es mi imaginación pero se escucha como aquella vez que salí corriendo y la dejé en garras de Aline, aun la culpa me consume, quiero olvidar lo que pasó pero con mirarla los recuerdos vienen –Joder– pienso apretando de la bolsa de hielo en mi cara, el sonido de los hielos de como se rompían sonó casi hueco y alto –No quiero hablar Angélica– Susurré levantándome de mi cama e ir al baño cojeando por el dolor en mi pierna izquierda.

No tuve respuesta y me encerré en el baño y con esfuerzo me miré en el espejo –Dios mio– salió de mi sin ninguna expresión, me sorprende que no haya llorado o gritado de dolor por esto. Mi ojo está morado y tengo el labio partido y la nariz con sangre saliendo. Abrí la llave del lavamanos y llené mis manos de agua fría poniendo la bolsa a un lado, mojé de mi rostro sintiendo como las heridas ardían de manera horrible, reprimí un lloriqueó y apreté de mis dientes con fuerza.

Tocaron la puerta del baño, me quedé mirando de la puerta y lo mas tranquila que pude tomé de una pequeña para secar de mis manos y de mi rostro, la toalla se tonó roja en cuanto la pasé por mi cara. Abrí la puerta y era Lorena aun con el rostro sucio y con marcas de sangre seca junto con las lagrimas seguir cayendo de sus ojos –Duele ¿No es así?– susurré con la toalla encima de mi boca y mirar con ojos fríos a Lorena, ella dejó caer con mas ganas lagrimas y me abrazó con fuerza rodeando mi cintura con sus brazos y esconder su rostro en mi pecho: Dolió.

–Tenia miedo– dijo entre un sollozo y abrazarme aun con fuerza, seguía con la toalla en mi boca mirando del cabello despeinado de Lorena, en cuanto alcé mi mirada a espaldas de Lorena estaba Angélica cruzada de brazos y mirarme seria –Vete a tu cuarto– la aparté de mi y caminé hasta mi cama –Te darán una sanción por estar todavía en cuartos ajenos–  me senté de manera pesada en mi cama y mirar de Lorena que estaba con los ojos totalmente abiertos. Ella no se negó y con esfuerzo tomó de su mochila, se la colgó al hombro soltando un gemido de dolor e irse.

–Es una buena chica y la tratas como una basura– dijo entre dientes Angélica poniéndose enfrente mio quedando demasiado cerca –Ademas de cobarde, una maldita hipócrita– noté todo su odio en sus palabras pero es algo a lo que llegué ya a acostumbrarme de su parte. Se alejó y se sentó en su cama que estaba al otro extremo del pequeño cuarto y mirarme de piernas cruzadas –Te la regalo si piensas que es una buena chica– hablé casi en un susurro desviando mi mirada de Angélica, no la miro pero se que tiene un rostro lleno de rabia –Eres una perra– contestó ella lanzándome de su almohada al rostro, apreté mis dientes adolorida.

Lancé de nuevo la almohada pero no a ella si no a su cama –Para Angélica– me acosté en mi cama con la toalla extendida en mi rostro y estar boca arriba en la cama –No puedo con esa chica, es en verdad una carga. Intenté correr pero la tomaron, ella se aferró a mi, no pienses que la aprecio, me quedé por ella por que no pude huir–  bufé y quitar de la toalla de mi cara y giré mi cabeza sobre la almohada mirando de Angélica -Y solo te pediré una cosa–  hablé ronca y no poner ninguna expresión en mi rostro – Solo que te calles– ella no tardó en expresar lo que sentía, miré como quiso golpearme pero solo se quedó quieta en su lugar.

–A ese paso te quedarás sola– dijo con firmeza y acostarse en su cama –Y personas como tú no tardan en desaparecer– apagó de la luz del pequeño cuarto estirando su mano hasta el apagador al lado de su cama y esconderse bajo las sabanas       

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PERFIL: CHRISHARUKO

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