CAPITULO 31

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ZOÉ

La chaqueta que tengo encima no es suficiente para esta noche tan fría, pensé que si tenía el cabello suelto podría sentir un poco más de calor pero fue un pensamiento estúpido. En ocasiones pasa por mi cabeza que esta misma noche podría nevar pero no es temporada como para que caiga nieve y en esta zona de Inglaterra tiene muy pocas probabilidades a comparación se otros lugares por todo el país.

Pasa más de una hora y media desde la hora acordada y no se como puedo seguir esperándolo aquí en el estacionamiento que apenas está iluminado por cuatros faros en una hectárea cosa que me está poniendo de los nervios.
Mis manos están dentro de los bolsillos de mi chaqueta, la capucha sobre mi cabeza, mechones tintos paseándose por mi frente, la cabeza inclinada y sentada en el cofre de un viejo auto.

–Ese hombre nunca vendrá– hablo en voz baja para después bostezar llena de sueño, siento los ojos llorosos y con la manga de mi chaqueta me limpio las suaves lágrimas.
–¿Pensabas que te iba a dejar plantada?– escuché su voz saliendo de la oscuridad hasta estar bajo de un faro, donde estaba yo encima del auto de cualquier persona.

Lo miré y negué, no tenía muchas ganas de hablarle aunque me muriera por reprocharle.
–Vamos pequeña– se acercó abriendo mis piernas a la fuerza y adentrarse, lo empujé para separlo pero su cuerpo es demasiado pesado como para quitármelo de encima con facilidad –No te haré daño– habló ronco, con la mirada encima de la mía. Podría ser imaginación mía pero sus ojos se miraban distintos a la luz de noche, como si brillaran para iluminar su camino en la oscuridad, fruncí el ceño.

–Define daño– hablé de una vez por todas molesta con mis manos en su pecho arañando su piel por encima de su ropa.
–Matarte– sonrió mostrando esa dentadura blanca que no logro ver a menudo –Golpear cada zona de tu cuerpo, cada zona suave de tu piel– pasó sus dedos por encima de mi manga derecha y tomar mi muñeca con fuerza –Pero no será esta noche– me puso de pie de un jalón muy brusco.

Siento como mi corazón golpea con mucha fuerza mi pecho, siento demasiado miedo estando sola con Ethan, quiero irme a mi habitación y esconderme pero no puedo hacerlo, él iría detrás de mi y si grito sería peor.
Siento como la piel se me eriza rápidamente y más cuando un relámpago se hace presente, quizás no vaya a nevar pero si llover.
–¿Y qué quieres?– dije a la defensiva apretando los puños a los costados de mi cuerpo.
–Un desastre, algo que te perjudique– me miró con los brazos cruzados, caminó adentrándose a la oscuridad y de ella sacar una caja de herramientas y un contenedor de plástico lleno de gasolina.

Lo miré entrecerrando los ojos y de manera lenta acercarme a él.
–¿Qué harás?– hablé en bajo.
–Lo dije, perjudicarte– dejó las cosas en el suelo, ponerse de cuclillas y abrir la caja de herramientas y de ella sacar una palanca negra oxidada.
–Hablo enserio Farrel.
–Yo también hablo muy enserio.

Se levantó y caminar entre las hileras de los autos buscando al parecer uno en especial.
No pude evitar caminar detrás de él, se detuvo en uno y pasó una de sus manos por el cofre hasta el cristal de enfrente. En la noche no sabía identificar de quien era el auto por la oscuridad ya que la luz de los cuatro faros no llegaban a esta zona, estábamos en la oscuridad.

–¿Quieres jugar?– me miró sujetando con ambas de sus manos la palanca.
–No, si lo hago estaré en problemas– me puse a su lado queriendo quitar la palanca de sus manos pero se apartó.
–Como quieras dulzura– me hizo a un lado para romper el vidrio del piloto, por un momento pensé que el auto haría algo escandaloso como todos los autos con alarma pero nos quedamos solos junto con el sonido de los vidrios rotos.

–¿Como es que...?– no pude acabar se preguntar cuando Ethan rompió el cristal de la parte trasera del auto.
–Nena, siempre sigo un plan– dijo ronco golpeando con la palanca la cajuela del auto haciendo una enorme abolladura.

Miré las placas del auto y sobresalté los ojos, corrí hasta Ethan para detenerlo pero usó mis movimientos en mi contra, de un momento a otro estaba encima del auto con la palanca en mi cuello cortando poco a poco mi respiración dejándome sin aire de una manera dolorosa.
–Ya lo sabes ahora ¿No es así?– puso mas fuerza en la palanca arrancándome con fuerza un grito ahogado lleno de dolor y miedo –Te haré daño, mucho si es necesario para que no juegues conmigo. Así que empezaré primero con tus amigos, esto solo es un aviso para mostrarte mi valor– gruñó. Quería gritar, pedir ayuda, me estaba asfixiando y me dolía demasiado.

Arañé su pecho pero la chaqueta de cuero lo protegía, en segundos llevé mis manos a la palanca poniendo toda mi fuerza para separarlo pero era imposible, sin aire no tenía fuerza para pelear, ni el miedo me brindaba mucho después de todo.
–Eso es de cobardes– dije con muy poco aliento sintiendo como me dormía lentamente hasta que quitó la barra metálica de mi cuello dejándome caer en el pavimento, tomé aire de golpe y toser con fuerza lastimando mi garganta, la cabeza inclinada con el pecho acelerado.

–No eres la indicada para hablar– dijo en bajo, alcé la cabeza para verlo y este estaba que echaba humo por las orejas, se fue y pensé que me había liberado hasta que escuché un sonido liquido y un olor irritante que lastimaba mi nariz y de pronto la garganta.

–¡No lo hagas!– me levanté a pasos torpes del suelo, cuando estaba por quitarle el zippo de la mano, él la había lanzado al auto encendiendolo en llamas. Me quedé parada mirando del auto iluminando del sitio matando de la oscuridad, sentí la rabia, la ira consumirme pero ¿Quién soy para pelear con un experto en peleas como Ethan? Claro, nadie.

Solo podía quedarme en mi lugar y en silencio sin decir o hacer algo.
Mi cuerpo no tomó la idea y se movió por si solo hasta Ethan, él se me quedó mirando hasta que me detuve enfrente de él.

–¿Te diviertes haciendo infeliz a los demás?– dije entre dientes –¿Qué ganas con hacerme la vida imposible?– lo miré de manera fija, él se quedó en silencio solo unos segundos.
–Sencillo...– habló casi en un susurro pero que se escuchaba aun alto por su gruesa voz –Así puedo tenerte de sumisa– pasó mi mano por mi mejilla –Y así puedo hacer que no olvides mi nombre– me quedé inmóvil sin importarme su tacto pensando bien sus palabras, analizando cada oración.

Ethan quiere lastimarme.
Ethan miente.
Ethan quiere usarme.

Ethan me quiere como un juguete

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ETHAN IDonde viven las historias. Descúbrelo ahora