Capítulo 3

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EDUARDO GUTIÉRREZ

11 de Marzo de 2016


Empieza otro día de mierda en el que tengo que ir a mi aburrido y tedioso trabajo, aunque me guste proteger a la población, no es para nada lo que esperaba y llevo 8 años trabajando en esto y los que me quedan. Y por muy guay que parezca, es un rutinario como si solo, especialmente porque la mayoría de los días los casos que me gustaría hacer a mí se los dan a mis compañeros y a mí me dan mierda de casos como salvar gatos de árboles. Lo que me gusta a mi es fisgonear, espiar y resolver crímenes, supongo que me tendría que haber metido a detective privado. No entiendo por qué no me adjudican casos así puesto que fui de bastante utilidad en el último, el asesinato de un pez gordo de los restos de una mafia. Pues eso, me levanto a la misma hora que todos los días, desayuno huevos rancheros, me visto con el mismo uniforme de siempre y me dirijo a la comisaría. Por el camino, obviamente, veo al mismo ciclista pasando por mi calle y saludo a la vecina, lo mismo que todos los días. En la comisaría las cosas tampoco iban para tirar cohetes, últimamente mis compañeros habían estado más distanciados entre sí y entre mí. Al único al que le caigo bien es al oficial, vamos, al jefe, o eso creo yo, porque es borde con todo el mundo y a mí me trata normal y corriente. En cuanto a mi vida privada no es que sea gran cosa, no tengo pareja, apenas amigos y los pocos que tengo no pueden quedar porque están o muy ocupados con su trabajo o con su mujer. Mi vida se basa en trabajar por el día y ver series por la noche. Tiene cojones que lo menos repetitivo de mi vida sean los capítulos de las series. En cuanto a mi familia, bueno, mi hermana me odia y por consecuencia el resto de la familia también, siempre ha sido la preferida. Menos mal que gracias a no tenerle ningún aprecio a mi lugar de origen pude mudarme aquí. Tampoco es que mi piso sea gran cosa pero para uno está bastante bien, lo vecinos no hacen ruido y no son nada cotillas, cada uno va a su rollo y nadie hace preguntas, como debería ser.

Al llegar a la comisaría, todo el mundo está más calmado de lo normal, algo extraño pasa pero no le doy importancia, voy a mi sitio y me siento frente al ordenador revisando archivos esperando a tener órdenes. A mitad de mañana, el jefe me llama desde su despacho con un grito, parece bastante cabreado. Conforme me levanto de mi asiento y me dirijo a su despacho, veo a todos mis compañeros observarme con mirada hostil y siguiéndome con la cabeza.

-Hola, cierra la puerta y toma asiento por favor, –dice cuando entro–, te voy a encargar un caso de extrema importancia, pero no se puede enterar nadie de que estás trabajando en ello. Gran parte del cuerpo de policía está corrupto por una red de narcotraficantes. Hemos encontrado a un agente muerto de dos disparos a quemarropa en un almacén de las afueras de la ciudad.

-Un momento, ¿cómo es que no me he enterado de eso antes?

-Hay policías encubriéndolo para que no se lleve a cabo una investigación. Supongo que dicho agente estaba también comprado por los narcotraficantes y algo tuvo que salir mal para que lo mataran, de ahí que tus compañeros estén mosqueados contigo, que eres de los pocos fieles aquí. La cosa es que tienes que investigar el caso pero, aunque sea ilegal, fuera de las horas de trabajo, porque si no sospecharán de ti. Toma, aquí tienes toda la información que dispongo, empieza por la escena del crimen.

Entonces me echa de su despacho gritándome que no vuelva a ocurrir porque si no me despedirá, –para disimular, claro–.

Termino de trabajar a las tres de la tarde y me voy a comer a mi casa. Por la tarde voy a un bar que, según los archivos del jefe, es un lugar donde usualmente se trafica con drogas. Me siento en la primera mesa que encuentro y pido una chimichanga con un refresco. Repaso el bar con la mirada pero no veo nada sospechoso. Cuando termino mi merienda, pago la cuenta y voy al baño. Una vez dentro me encierro en un cubículo y me siento en el retrete. Al cabo de un rato, oigo entrar a dos hombres que se ponen a hablar en el lavabo mientras se lavan las manos.

-¿Has oído lo del nuevo?

-Sí, un joven novato, me han hablado bien de él, pero no me fio ni una pizca. Seguro que es un adicto que se cree que sabe todo sobre el negocio solamente por drogarse, –dice alterado uno de los dos–.

-Ey, tranquilo, si el jefe le ha dado una oportunidad seguro que malo no es. De todas formas aún tiene que pasar la prueba para entrar, nada es seguro.

-Por eso, ya verás cómo me quite el trabajo la gracia que me va a hacer.

-Cálmate, aunque él sea bueno, seguro que no puede sustituirte. Además, eres la mano derecha del jefe, él nunca te haría eso.

-Me la pela, narices, vámonos.

-Venga.

Salen del baño y espero un poco para que no se den cuenta de que les estaba escuchando. Cuando salgo los veo por detrás, intento seguirles pero rápidamente los pierdo de vista.


Oro blancoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora