Capítulo 11

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SIMÓN SÁNCHEZ

12 de Marzo de 2016


Amanezco a las 10 de la mañana, por un instante ni me acuerdo de qué pasó anoche, pero ese momento de felicidad acaba cuando veo a mi madre con unas ojeras enormes y en la cocina, en la misma posición en la que había pasado la noche. A Miguel no lo veo por ninguna parte, estará en el baño, porque mamá nos prohibió salir de casa. Mis suposiciones son correctas, oigo el sonido de la cadena y sale Miguel, tampoco parece que haya dormido mucho. Yo, por muchos problemas que haya a mi alrededor, siempre duermo muy bien. Desayuno como de costumbre una tostada con mantequilla y un vaso de leche calentita con cola cao. Miguel se toma un café solo y otra tostada como la mía. Acabamos de desayunar y me voy al sofá a ver la tele, es muy aburrido no poder salir de casa, pero ahora empiezo a entender que es peligroso.

Ya se acercan las once, y en mi casa solo se escucha el sonido de la tele, pero, de repente, un ruidoso ring, ¡el teléfono! ¿Será papá? Mamá descuelga sin pensarlo dos veces.

-¿Diga?.... Ay, cariño, ¿dónde estás?.... ¿Qué?.... Sí, sí, ahora mismo.... Te esperamos allí.... Ten cuidado. –Tras decir esto, cuelga. –chicos, preparad una bolsa de viaje con todo lo que necesitéis, ha pasado algo y papá viene hacia aquí, pero tenemos que irnos ya.

Miguel y yo hacemos caso sin rechistar, voy a mi armario y saco mi maleta, meto cinco camisetas, que abultan poco, tres pantalones de deporte un poco desgastados y ropa interior, después meto mis dos pares de deportivas en una bolsa y la añado a la maleta. No tengo muchas cosas, mi balón deshinchado, que no es algo necesario, lo dejo ahí, pero sí que me llevo mi recuerdo más preciado, un álbum de fotos de cuando vivíamos en la otra casa.

-Simón, debemos irnos. –mi madre me llama desde la puerta, cierro mi maleta y voy.

Mamá abre la puerta, pero por ella entra un tipo enorme, muy alto y musculado, con un bigote muy peculiar. Se queda mirando a mi madre, hasta que por fin habla.

-Vaya, cuánto tiempo, Josefina Sánchez.

Mamá no contesta, está muy tensa, el hombre sonríe mientras nos mira, y mamá retrocede hacia dentro de la casa, llevándonos con ella para protegernos. Es ahora cuando me doy cuenta de que el hombre lleva una pistola en la mano.

-¿No está el hombre de la casa? –pregunta mirando de un lado a otro.

-Ahora no se encuentra aquí.

-Vengo por negocios, supongo que sabes quién soy.

-Claro que lo sé. Y ya he dicho que no está.

-Vaya. Entonces esperaré aquí con vosotros. Mejor si mandas a los niños a algún lugar donde no puedan oírnos, sobra decir que dentro de la casa. La conversación podría no ser agradable. –esto último lo dice bajando la voz. Entonces mamá hace un gesto y vamos a la cocina.

Unos minutos después ella entra y prepara un vaso de Whisky, será para el tipo ese.

-No os preocupéis, vuestro padre nos ayudará.

Tras decir esto sale de la cocina. Yo me asomo al marco de la puerta, y de repente veo a mi padre entrar a la casa jadeante, entonces mi hermano me aparta de la puerta. Estamos en silencio, Miguel saca de su bolsillo un paquete de chicles de fresa y me da uno, justo es entonces cuando se oye un disparo, Miguel, temiendo lo peor, se asoma y al ver lo ocurrido grita y sale de la cocina, yo no quiero asomarme, pero no puedo evitar derramar unas lágrimas al pensar quién ha podido recibir esa bala. Al final decido asomarme, veo a mi padre en el suelo, y a Miguel forcejeando con el hombre. Tras la pelea Miguel recibe dos disparos. Pasa todo muy deprisa, mi madre no puede creer lo que pasa, está blanca, de pie, con la mirada perdida, de pronto empieza a gritar. El hombre le ordena que se calle pero ella no para, sigue gritando y a la vez derramando lágrimas. Quiero protegerla, pero sé que no puedo. El hombre le dispara y mis lágrimas caen con más fuerza, y él me oye y vuelve la mirada hacia mí. Decido volver dentro de la cocina, oigo la puerta abrirse, ¿se va? Pero no, oigo otro disparo, me asomo y veo un policía en el suelo. Y por fin, lo que más temía, el tipo enorme apunta su pistola hacia mí, entonces entran un montón de policías en la casa, pero él sigue apuntándome a mí. Intercambia algunas palabras con los policías, pero estoy tan aturdido que no me entero de lo que dicen. Entonces tira su arma y un policía le pone unas esposas y se dispone a llevárselo, y me dice algo que sí que entiendo.

-Espero que nos volvamos a ver.

Por supuesto que lo haremos. Un policía se acerca a mí y me lleva con ellos.

Oro blancoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora