Capítulo 10

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EDUARDO GUTIÉRREZ

12 de Marzo de 2016


Mientras persigo a Sánchez, quien se subió a un taxi, llamo a mi jefe.

-Jefe, envíe a sus agentes más fieles a la casa sin número de la calle Chilpancingo, creo que alguien puede estar en peligro.

-Vale, ¿acaso has averiguado algo?

-Sí, además tengo a un consumidor conmigo.

-Muy bien hecho Eduardo, sabía que podía confiar en ti.

Cuando termina la llamada saco un chicle de la guantera y me lo echo a la boca. Mascar chicle mejora la precisión a la hora de apuntar, y esta vez no me podía permitir fallar. Este es de los casos más divertidos e interesantes que me han asignado, me la juego todo a esto. Si lo consigo, asciendo, si fallo, seguramente me quiten la placa y me despidan. Me voy a cagar en todo como ese narco pendejo haya llegado antes que yo. En el fondo estoy seguro que Sánchez es un buen hombre que cuida a su familia.

Cuando llego, todo está muy silencioso y entro a la casa de golpe con mi pistola en mano. Veo a un hombre con una pistola, la famosa "matapolicías" y la familia entera de Sánchez muerta. A lo que me doy cuenta ya me ha disparado en el pecho, caigo rendido al suelo y me desangro lentamente. Veo que se acerca a mí y me mira fijamente. No puedo creer que vaya a morir aquí. No voy a conseguir mi ascenso, no voy a demostrar a mi familia que sí que sirvo para algo. Ahora que lo pienso, vivir solo no ha estado tan mal. No tenía a nadie a quien decepcionar. Tampoco nadie va a llorar mi muerte. Por un lado me gusta porque así no pongo triste a nadie, pero por otro me apena no significar nada para absolutamente ninguna persona. Al menos, espero que detengan a este cabrón y que mi esfuerzo de estos días sirva de algo. Al fin y al cabo mi objetivo en la vida era hacer del mañana un día más seguro para los ciudadanos. Comienzo a delirar mientras veo la sangre brotar de mi pecho. ¿Sabrán otros jamás, quizás demasiado tarde, qué no habían estado solos? ¿Pisarán otros este hogar cuando solo queden los ecos de nuestra existencia? Y comprenderán que aquí también hubo un anhelo, una pregunta al infinito que murió sin respuesta. Y dirán en un susurro, nunca estuvisteis solos...

Oro blancoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora