6

1.5K 87 4
                                    

Nota 6.

Los días pasaban.

Y más muerta por dentro me sentía.

Porque me di cuenta que ser hermosa no lo es todo.

Ser usada era mi rutina.

Y muy.

Pero muy dentro de mi.

Deseaba encontrar una persona que tomara mi mano y me sacara de este vacío.

Pero nada va a cambiar.


---



Estaba sentada con varias chicas esperando que algún hombre entrara para comprar nuestros servicios.

Vestía de rojo. Mi jefe añoraba cuando estaba de rojo y eso, según él, hacia que los hombres tuvieran más atención para mi.

Un hombre que aparentaba tener unos 40 años entró por la puerta y miró entre la multitud de mujeres para elegir a su acompañante de esa noche. Me miró a mi y me llevó con él hasta una de las habitaciones asignadas.

Como buena prostituta comencé a hacer mi trabajo y llegué hasta su rostro para depositar un beso en sus labios. Antes que lo hiciera él me alejó empujándome por los hombros suavemente.

-No besos. -me ordenó y tomó mi cabeza entre sus manos. Sus ojos parecidos al oscuro cielo se posaron en los míos y fue descendiendo hasta llegar a mis zapatos de tacón. Sus manos suaves bajaron por mi torso y las dejó en mi abdomen por unos segundos hasta subirla y dejarlas por mi espalda, muy cerca de mi sujetador, sus dedos jugaron con el broche y lo abrió. Quito mi sujetador y contempló con devoción mis pechos. Él sólo me miraba, como si nunca hubiera visto una mujer antes ante él con cierta desnudez. Nunca nadie me había contemplado como si fuera una pieza maestra.

-¿Qué edad tienes? -me preguntó.

-No puedo... -él me paró en seco.

-¿Cual es tu edad? -preguntó mirándome a los ojos con seriedad en su mirada.

-24.

-¿Cual es tu nombre?

-Afrodita.

-¿Es ese tu verdadero nombre?

-Sí, señor.

-La diosa de el amor... Hmm. -sonrió y la boca de mi estómago tuvo un tirón. Este hombre era lo más cercano a la perfección. -Afrodita quiero que te quites lo que te sobra de ropa y lo dejes en esa silla de la esquina. Luego quiero que te acuestes en la cama y me mires a los ojos.

Le obedecí y cuando ya estaba acostada en la cama, él arrastró el mueble que estaba cerca de la puerta y lo puso frente a la cama y se sentó. -Eres una joven hermosa. No me sorprende el porque todos los hombres vienen aquí. Eres el centro de atención en este lugar.

Yo trague grueso y solamente lo miraba. Estaba sentado directo a mi. Observaba como mi pecho se movía al respirar violentamente por sus palabras. -Afrodita, solamente te miraré esta noche. No voy a tocarte. Sólo voy a hacerte el amor mirándote.

Cuando dijo esas palabras sentí algo que nunca había sentido con otro hombre. Placer, deseo y humedad. Él cumplió su palabra; no me tocó en todo lo que resto de noche.

AFRODITADonde viven las historias. Descúbrelo ahora