[-1-]

13 1 2
                                    


No soy la típica chica que cree poder luchar con el mundo ella sola... Bueno en ocasiones sí, pero no la mayor parte de tiempo, OJO tampoco soy de esas que parecen súper tiernas, que cuando las abrazas tienes miedo a que se quiebren. Mi carácter seria la mitad de ambas cosas, tengo que ser valiente, ya que estuve sola mucho tiempo pero admito llorar con las novelas de la tarde.

Soy alta, de un peso normal y vivo en el décimo piso de un edificio que tiene 30. Me gusta escuchar música y estudiar idiomas. No tengo mascota pero algo similar seria mi vecino...
No es que lo compare con un perrito, sí, su pelo es suave pero nada tiene que ver con un perro, sería algo así como un gatito... ¡NO! Estoy comparando a mi vecino con un animal.
Si les cuento como lo conocí, quizás entiendan por qué mi cabeza lo asocia con una mascota.

***
-6 MESES ATRÁS-

Volviendo del trabajo, llovía como si fuera el fin del mundo.
Hacía poco me había mudado, ya que discutí con mi vecina del otro barrio, decía que trataba de seducir a su marido ¿Yo? ¿Seducir al hombre de otra? En fin, las cosas no terminaron bien, y estaba cansada de limpiar los huevos que ella estrellaba todas las mañanas en la puerta de mi casa cuando me iba al trabajo.

Cerca del edificio había un puesto de comida, como no tenía ganas de cocinar decidí cenar al paso.
Estaba ordenando mi comida y lo vi. Sentado bajo la lluvia, mirando los autos pasar, alimentándose de los olores del puesto. Imaginen la escena, ¿No les daría pena también?
Me senté en la mesa que más se aproximaba a él y destape mi comida, sus ojos brillaron y si de un perro se tratara sé muy bien que estaría moviendo su colita, lo vi de reojo y moví mi cabeza en señal de que se acercara. Desconfiado y casi midiendo sus movimientos, se sentó en la otra silla.
No comía, solo estaba sentado mirando el plato pero refugiado de la lluvia, con todos los pelos en la cara de vez en cuando levantaba la vista y cuando se cruzaban nuestras miradas, él volvía a hipnotizar el plato.
Una vez que termine y al darme cuenta de que no iba a comer estando yo en el lugar, me levante y al pasar por su lado le dije:

-Cena tranquilo y pedile que te calienten la comida. Ya está todo pago. Cuando llegues a tu casa, cámbiate de ropa, te vas a enfermar.

Corriendo llegue al departamento, esa noche me sentía la mujer más bonachona de tierra, igual... no pude dormir.

****
Dejen que les cuente, desde adolecente que mi cuerpo se rehúsa a dormir las horas necesarias, si llego a cerrar los ojos por más de 4 horas es un milagro. Probé pastillas, terapias anti estrés, té, masajes, un sinfín de opciones, pero nada. Me resigne hace tiempo a dormir bien y además, los ojeras no son malas compañeras. Una señora una vez me dijo

-Mi niña, lo que necesitas para dormir es buena compañía.

Sí, claro, buena compañía, mi almohada y San [3en japonés] mi peluche, son mis confidentes nocturnos.
Bueno... me fui del tema, estaba hablando de mi vecino.
Después de esa noche no lo volví a ver hasta hace... creo... dos meses.    

Mi vecinoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora