(Chloe)
Siempre me consideré una chica que no se metía en problemas. Bueno, quizás en uno que otro sí pero no uno que nos conllevara a estar en éste lugar.
Puede que no haya sido la gran cosa lo que se hizo, hasta quizás algo exagerado en mi opinión. Pero así eran las reglas, y no podíamos hacer nada al respecto.
—¡Llamaré a mi abogado! —gritó Brooke cuando le ponían las esposas en sus muñecas.
—Deja de gritar de una maldita vez —dijo Tomás resignado—. Además ¿Cómo llamarás si te están esposando las manos?
—¡Exijo que me suelten de una vez! —seguía gritando Brooke haciendo caso omiso a Tomás.
—¿No trajeron un bozal? —preguntó Kat que se encontraba tranquila esperando a que la esposaran—. No se callará nunca, eso ténganlo por seguro.
—¿Es necesario que nos esposen? No es como que fuéramos delincuentes —dijo Ian frunciendo el ceño.
—¿Cuál es el motivo de esto? —pregunté inocentemente—. Quiero decir, no hemos hecho nada malo. A no ser que hacer las compras sea un delito.
—Destrozos en lugar público —dijo el policía que me estaba esposando—. Tiene derecho a guardar silencio.
—¡No hemos hecho ningún maldito destrozo! —siguió gritando Brooke—. ¿Acaso no saben quién es mi papá? ¡Quiero a mi abogado!
No le prestaron mayor atención a los gritos de Brooke y prosiguieron con lo suyo. Una vez estuvimos todos esposados, nos dirigieron hacia los autos como si fuéramos unos delincuentes. Nos dividieron en dos autos distintos y nos llevaron a la central de policías. El viaje fue silencioso, Kat miraba por la ventana con semblante relajado e Ian iba marcando el ritmo de alguna canción en su cabeza. En cambio yo no paraba de pensar en que sucedería cuando llegáramos allá ¡No quería ni pensar en lo que diría mi padre cuando se enterara! Estaba segura que me castigaría de por vida.
Cuando llegamos al lugar, nos bajaron no tan cuidadosamente del auto y nos hicieron caminar hasta llegar a una sala y mis ojos se abrieron de par en par. ¡Nos encerrarían en unas celdas! Una gran reja se extendía de pared a pared, de barrotes de metal gruesos que con tan solo verlos te intimidaban.
—Mientras vemos que haremos con ustedes, deberán quedarse retenidos aquí —dijo uno de los policías.
Suspiré y caminamos hasta entrar a la celda. Una vez ahí, uno de los policías cerró la reja y le colocó llave para que no saliéramos. Guardó la llave en uno de sus bolsillos y luego desapareció de nuestra vista.
Otro policía entró con un cuaderno y un lápiz en su mano y comenzó a pedirnos nuestros datos y algún número de contacto. Una vez terminó volvimos a quedarnos solos en esa celda.
—Jamás había estado en esta situación —dijo Tomás que miraba todo con curiosidad.
—¿Soy el único al que le pican las muñecas por estas esposas? —preguntó Josh tratando de rascarse.
—Me gustaría saber por qué estás tan relajada —dije mirando a Kat.
—Porque no nos pasará nada malo —dijo encogiéndose de hombros—. A más tardar nos soltaran en una media hora. No más de eso.
~Dos horas después~
—Puede que me haya equivocado y si estemos en graves problemas —dijo Kaitlyn suspirando.
Estábamos sentados en los asientos de cementos que eran realmente incómodos. Mi trasero ya se encontraba completamente dormido por haber estado dos horas sentada aun cuestionándome que nos harían.
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Espías Adolescentes
Teen FictionDos amigas con un pasatiempo en común: robar tiendas del centro comercial. ¿Su mejor arma? Ser expertas en el arte de refugiarse, espiar y disfrazarse. ¿El problema? Sus planes no son los mejores del mundo. Pero a pesar de todo, siempre se salen con...