Liar.

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Liar.

El grito quedó atrapado en su garganta, y el miedo que la inundaba era mucho más grande a cualquier miedo sentido antes en su vida.

La figurilla no se movía, aparentaba mirarle fijamente, aún con el líquido escurriéndole por la barbilla y con la sonrisa postrada sobre los asquerosos labios.

¿Qué era eso? ¿Cómo podría saberlo?

Ambos, se quedaron quietos, como esperando una señal, por mínima que fuera, para hacer algún movimiento, pero la señal, simplemente, no quería aparecer.

Sintió la adrenalina correr por sus venas, y las piernas flanquear pero no rendirse. Y ahora, sólo esperaba, esperaba lo que fuese a venir, tuviera escapatoria o no.

Fue entonces cuando apareció la señal.

Los pasos apresurados de tres personas, corrían cuesta abajo, lanzando maldiciones dando trompicones a lo largo del recorrido. Y el ser se movió, lanzó su líquido negro fuera de su boca, le esbozó una sonrisa a Bryn, y cambió de forma. El pequeño niño pareció derretirse en cuestión de dos segundos; su rostro se desfiguró y comenzó a caer en cachos, sus piernas se hicieron una masa gris, y conforme su cuerpo caía al suelo, una mole de desperdicios del bosque y materia pútrida se reunía y empezaba a moverse en dirección a Bryn.

Para la chica, esos dos segundos le otorgaron el tiempo suficiente como para dar la vuelta y salir corriendo en dirección contraria a la bola de desechos que pretendía seguir rodando.

Cayó al suelo al menos tres veces, chocó contra algún árbol, o por lo menos dos, y se ahogó mínimo diez gritos en la garganta.

Y así fue, como comprendió que no se debía gritar en los bosques, y menos, en los que unos cuantos seres endemoniados, tienen la habilidad de matarte.

Un cuerpo chocó contra ella de repente, y Bryn, que aunque nunca fue realmente religiosa, le rogó a dios no morir en aquella pasada.

Apenas entró en contacto con el otro cuerpo, su cerebro se congeló, y como ya se le había hecho costumbre, ahogó en grito de terror en la garganta, logrando así emitir únicamente un gemido.

Sintió que caería puesto que el impacto la había arrojado con una fuerza considerable hacia su dirección contraria, pero jamás tocó el suelo. Unos brazos fuertes le rodearon la curva de la cintura y la detuvieron lo necesario para que la chica no saliera disparada sin más. Ella conservaba los ojos cerrados a merced del impacto, y para cuando los abrió, un Frank le veía directamente a los ojos, con las pupilas dilatadas y la esclerótica bañada en sangre, las venas del cuello le resaltaban y daba la apariencia de que en cualquier momento su mandíbula reventaría de estar tan apretada. Él, por su parte, no dejó de mirarle a los ojos en ningún momento, como si estuviera estudiando cada fibra de su iris; no dejó de observarle ni cuando le ayudó a reincorporarse, ni cuando escucharon los pasos provenientes de noreste que les anunciaban la presencia de alguien...o algo. No dejó de mirarle ni cuando sus dos amigos y Mavis se acercaron a paso rápido hacia ambos. Tampoco dejó de mirarle cuando Dave se acercó a separarlos, con un dejo de celos y otro de preocupación y angustia, bien marcados en el rostro.

—¿En qué carajos pensaban ustedes dos?—Les riñó una vez que los separó lo suficiente como para colocarse en medio de los dos chicos, que no se quitaban los ojos aterrorizados de encima.

Nicky, se había sacado el dedo de la boca y un hilillo de sangre le goteaba desde la pequeña herida. Ahora se veía más sereno, o quizá se había dado cuenta de que había cosas peores que ardillas roba-setas en el bosque. Pero si se había dado cuenta, no lo demostraba.

—Ustedes dos deben de ser estúpidos. Mira que salir corriendo a lanzar gritos—Para esto último, Dave procuró alzar la voz aún más—Y para no acabar, los encuentro aquí, medio abrazados, medio mirándose. ¿Qué demonios ocurre con ustedes?

Su pecho se movía rítmicamente hacia arriba y posteriormente hacia abajo, mientras arrojaba bufidos al aire y las sienes se le marcaban de manera terrible.

Y ellos dos, seguían mirándose.

Debía de ser demasiado obvio, no se estaban mirando porque buscaba un coqueteo discreto, se miraban porque ambos los habían visto, porque ambos habían visto correr a esas criaturas, los había escuchado en sus cabezas, los habían sentido, así, piel con piel. Y no necesitaban más que esas miradas para saber que los dos estaban pensando en lo mismo.

—Ustedes están estúpidos, sólo buscan llamar la inservible atención de todos, todo el maldito tiempo, y ahora, los señoritos—Gritó Dave—, están dando un tremendo espectáculo...

—Cállate, Dave—Susurró Bryn, que, al fin bajó la miraba y cerró los ojos cuando estos le dijeron que estaban por llorar.

Y la chica enloqueció.

—¡Eres estúpida,Bryn! ¡Yo soy tu maldita amiga! ¡Tú no puedes hablarme así!

—Cállate—Susurró de nuevo. Si no se callaba, las lágrimas terminarían por ser suplantadas por terribles ataques de ira.

—¡No me vas a decir qué demonios hacer! ¡¿Por qué habría de callarme?!

Hubo unos segundos de silencio, pero de inmediato, Bryn tuvo —sepa dios de dónde— el valor para decir esas palabras que tanto le atemorizaban.

—Porque ellos pueden escucharte, y no descansarán hasta encontrarnos...Otra vez...

Regresaron del bosque a punto de las ocho, pero tanto Frank como Bryn, estaban a la cabeza del grupo, los guiaban por los caminos que demostraban cualidades suficientes para ser llamados "seguros", y daban cortas indicaciones de qué hacer y qué no.

Frank iba callado, y hablaba únicamente para pasar una que otra indicación, como "no pises allí" o "cuidado con el fango" o bien "procuren no hacer ruido". Mientras tanto, Bryn, pensaba en la forma adecuada de decirles a sus amigos lo que habían visto, pero como no guardaba recuerdos de nada similar en el pasado, después de un rato se convenció de que sería mejor que Frank hablara con ellos.

Cuando sus pies salieron del bosque, no pudo evitar sentir como un peso de incalculables dimensiones, se quitaba de sus hombros. Y una vez que llegaron a la planta principal, todos tomaron asiento, se acomodaron como pudieron, puesto que no estaba Royer y no había quién les prestara una silla.

Era extraño pensar en que ninguno de los jóvenes, ni Mavis, hubiesen reparado en la idea de que no había más personal, y que si lo había, entonces era muy, muy silencioso.

Ahí estaban, con los rostros fruncidos y la molestia de forma completa y absolutamente física marcada en los mismos.

Bryn miró a Frank, el cual, le devolvió la mirada y con un movimiento de cabeza, le indicó que podía sentarse, que él daría las explicaciones. Así que eso hizo, buscó un rincón en la salita, lo más alejado posible de Dave, y se sentó como pudo.

Todo el grupo estaba ansioso, cada uno de los ahí presentes, pedía una explicación lo suficientemente lógica como para ser creída. Y Bryn, estaba segura de que Frank se las daría.

Entonces el chico decidió tomar la palabra.

—No les voy a decir que lo que hicimos Bryn y yo hoy fue correcto, porque no lo fue—Comenzó Frank—No obstante, no tengo una explicación que brindarles, así que les diré lo siguiente: Ambos fuimos muy estúpidos, sí, Dave, muy estúpidos. Y de ahora en adelante seguiremos tus órdenes, Mavis, no dudes en ellos. Y no, Frank, no fuimos a buscar la ardilla que te mordió. Eso es todo, y quizá deban de ir todos a dormir, mañana nos vamos a las seis en punto de la mañana, así que será mejor madrugar.

Todos parecieron conformes con la explicación de Frank, por lo que no decidieron divagar más en el asunto y partieron a sus respectivos cuartos. Todos menos Bryn, que se quedó hasta que cada uno de ellos se fue. Se dirigió, con una mezcla de decepción, engaño y enojo, hacia el chico y una vez que lo tuvo enfrente, sus ojos le reclamaron la terrible farsa.

—No les has dicho la verdad—Le espetó Bryn.

—No han merecido saberla—Dijo el joven y salió un tanto furibundo hacia su habitación. 

Shh. Silencio, pueden escucharte.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora