INSIDE

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Inside.

El grito atronador llegó hasta el rincón más lejano del bosque con una fuerza sorprendente.

Bryn desvió la mirada de la de Frank, que, para sorpresa de nadie, también había escuchado el infernal sonido.

No tardó el reconocerlo, se trataba de su mejor amiga de instituto, y reconocería ese grito en una rebaja de zapatos o en el más oscuro bosque de los Estados Unidos. Algo malo había sucedido, era más que obvio, pero el cerebro de Bryn, en lugar de actuar, daba vuelcos estrepitosos a cada segundo que pasaba sin poder responderse a sí misma.

De manera contraria, Frank, apenas escuchó a Dave, le tiró una última mirada a Bryn, y al ver que ésta lo respondía, salió corriendo de la casa en dirección al grito, que ya casi se esfumaba del ambiente, pero jamás se iría de sus memorias. Sus pies eran rápidos, pero, ¿cómo saber exactamente dónde fue? ¿Cómo saber que no había sido cualquier bobada? No había forma de responder esas preguntas que apuñalaban su corteza cerebral a cada paso o vuelta repentina que daba. Y en caso de que lo descubriese, ¿qué coño iba a hacer? Él no era valiente, él, en realidad era bastante impulsivo, demasiado tonto para hacerlo, ¿por qué había fingido tanta valentía en ese viaje? Se le daba bien para aparentar, pero, vamos, para aplicar su "valentía" era un asco. Quizá había sido por Bryn.

Llegó a orillas del bosque, justo antes de que las puntas de sus zapatillas deportivas tocaran las hojas secas del parámetro, pero no había nada, ni una ramita rota o algún indicio que le dijera que Dave había estado allí. Buscó unos segundos, con la mirada sobre el suelo y moviendo hojas, ramas y piedras con los pies de la manera más cuidadosa posible. Pero nada, no había nada que se viera perteneciente a la dueña del grito. Y quizá hubiese seguido con su pésima búsqueda, de no ser porque los pasos ligeros y apresurados de Bryn retumbaron detrás suyo. Para cuando la chica llegó, Frank se frotaba la frente con las manos y observaba atento el piso.

—¿Tienes idea de por qué gritó?—Preguntó la rubia apenas recuperando el aliento.

—No, Bryn.

Ahora sus ojos se aferraban a un punto dentro del bosque, como si tuviese rayos X en los ojos que le permitieran buscar. Algo le decía a Bryn que allí las cosas no iban nada bien. Algo apestaba, y eso, nunca es bueno.

—¿La viste salir?—Preguntó de repente Frank a Bryn.

—Si no la viste tú no la pude haber visto yo.

Pero antes de que pudiesen seguir con la discusión, las respiraciones y pasos agitados de sus compañeros se hicieron presentes en el amargo aroma de la noche. Nicky encabezaba el pequeño grupo, formado de única manera por él, Mavis y el lento pero interesado señor Royer. Se veía a leguas que éstos dos últimos ya estaban en la cama cuando escucharon el ruido, puesto que ambos traían puestos desaliñados pijamas y los cabellos hechos una bola sin sentido. Nicky, por su parte, llevaba los ojos rojos y unas tijerillas de laboratorio tan filosas como un bisturí.

—¿Qué ha sucedido?—Nicky fue el primero en hablar, parecía estar retomando aliento por la carrera y las palabras apenas habían logrado manar de sus labios.

—Fue, Dave—Dijo Mavis, más para sí que para los demás.

—Eso es obvio, torpe.

—Bien, bien, vamos a calmarnos—Intervino Bryn.

Mavis se notaba claramente desesperada, con el corazón golpeándole la garganta y un dejo de furia en los ojos debido al poco respeto representado por Frank hacia ella.

Shh. Silencio, pueden escucharte.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora