Vías

981 71 55
                                    

Caminaba como si estuviera muerto. Justamente al lado de las vías del tren. Veía como poco a poco sus pasos estaban más y más cerca a su destino final. Destino al que no quería llegar nunca. Le dolía la mejilla derecha. Tenía un morado y un par de moretones. Dolían. Pero sabía que tenía que seguir caminando. No quería ir. No quería que le vieran el rostro. No quería que se paran en frente de él y le preguntaran que era lo que estaba pasando. Porque lo sabía. Tenía el conocimiento de que apenas le preguntasen se iba a hechas a llorar como el niño pequeño y extraño que decían que era. Pero tenía que seguir caminando.

Se mordió el labio. Miró al frente. Trató de seguir ignorándolo. De pensar en algo agradable. Quizás en las teorías que había formulado. No. Quizás en la especulación del próximo capítulo. No. Quizás en un que hubiera pasado si... No. No, no, no, no. ¿Eso de verdad era lo que más le gustaba? No, claro que no. Ese vano intento de agradarle a la gente no le servía de nada.

No tenía nada que lo identificara. Nada que le decía quién era. Nada que... Dijera que era el mismo. Suspiró y su mirada volvió a clavarse al piso no valía nada. Nunca había valido algo. No tenía personalidad original en lo absoluto. No era nadie.

No se merecía ni siquiera llamarse Yuya.

Suspiró una vez más y dirigió su mirada a las vías. Las tablas de madera pasaban por su vista y después desaparecían. Sonrió por inercia pues una idea sobre acrobacia había cruzado su mente. ¿Qué pasaría si pasara rápidamente sobre una superficie como esa y luego las tablas se cayeran dejando solo los rieles? ¿Qué pasaría si fuera en altura? ¿Cómo se saldría de esa situación? Ese era Yuya. Alguien que tenía una imaginación bastante buena cuando se trataba de acrobacia o algo relacionado con la actuación. Amaba eso. Pero, en su colegio no existía nada relacionado con ello, no podía desarrollarse correctamente. Y eso lo carcomía. Eso era lo que no dejaba que progresase. Eso, era lo que lo dejaba atrasado.

Negó con la cabeza. No. No. No. No podía pensar en ello. No era algo que los demás comprendieran. Nada de lo que pensaba tendría sentido para ellos.

Por que si ellos no comprendían el no valía de nada.

El camino a su casa se estaba haciendo demasiado largo. Sus pensamientos tan pesimistas eran el pan de cada día. Y al parecer hoy la generosidad había sido exagerada. Cada nuevo pensamiento que pasaba por su mente no hacía más que hundirlo más en su miseria. Sin nadie quien le escuchase. Sin nadie que limpiara sus lágrimas. Sin nadie que... Si quiera... Se preocupe por el.

Su rostro se mojó. No de lluvia. De lágrimas. Lágrimas dolorosas y amargas. Lágrimas que solo hacían que su nariz se tapara parcialmente. Lágrimas que solo hacían dolerle la garganta. Lágrimas que solo hacían recordarle su miseria.

¿Por qué? ¿Por qué tenía que pasarle esto a él? ¿Qué había hecho él para merecerse esto? ¡¿Qué es lo que había hecho?! Él solo trató de encajar. Él solo trató de hacer amigos. Él solo trató de... De... De ser como él era. ¡Pero lo tachan de monstruo! ¡Lo tachan de raro! ¡Lo tachan de cobarde solo porque no le gusta jugar al futbol! ¡Lo tachan demonio! ¡¿Acaso era su culpa que no le gustará eso deporte?! ¡¿Era su culpa de que no le gustara lo de los demás?! ¡¿Era su culpa tener ojos rojos?! ¡¿Era su culpa...?! ¿Haber nacido?

Se paró a medio camino. Se puso las manos en el rostro. Lloró aún más fuerte. Sin sonidos. Sin sollozos. Como si no estuviera llorando. Era invisible. No existía. Su llanto no estaba. No se oía. Se veía pero, cuando todos te ignoran, nunca te vas a ver. Tal y como temía. Nadie le iba a secar las lágrimas. Nadie le iba abrazar. Nadie estaba allí. Estaba solo. Estaba desolado. Desde que rompieron sus preciadas googles eso le había quedado lo suficientemente claro.

VíasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora