Distracciones

493 43 35
                                    

—Gracias—agradeció educadamente. Agarró los dos conos de helado y se volvió a su mesa donde Yuya esperándole con una expresión triste. Yuto se sentó al frente pero este no pareció darse cuanta. Pensó por un momento en decirle una vez más que dejara de sentirse mal, que no había sido culpa suya en lo absoluto, pero desistió, sabía que lo iba saturar de aquello, y no quería hacerlo. Entonces pensó en una estrategia diferente y se aprovechó de que aparentemente no había notado su presencia. Con su helado le tocó la mejilla y lo retiró rápidamente de allí.

Yuya de inmediato se exaltó un poco provocando una ligera risa en Yuto.

—Que...—exclamó al tiempo que se alzaba la mano y tocó su mejilla encontrándose con el helado. La expresión de confusión y de algo de ternura. Yuto soltó una risita audible al ver aquella cara. Yuya al notarlo hizo un puchero inconscientemente.—Yuto...—al seguir con sus cachetes inflados el aludido sólo rió un poco más. El que tenía la crema, al ver que le estaba bajando por su mejilla, la limpió con sus dedos y con un ágil movimiento de manos se lo aventó a Yuto. Este último con una sonrisa aún en su rostro trató de protegerse en vano. Su resultado fueron algunas gotas en su rostro. Sin embargo no se canso de sonreír contagiando al otro con un su risa.

Los dos rieron un tiempo relativamente corto. No sabían de que o porque se estaban riendo, simplemente estaban allí, disfrutando un poco del tiempo con el otro. Haciendo que su estancia en este mundo se sintiera mucho más reconfortante incluso cuando todo a su alrededor era oscuro. Los dos sabían cuanto necesitaban meterse en su propio mundo aunque fuese sólo por un rato. Yuya pensó por un momento donde habían estado los dos perdidos en los últimos años, encajaban muy bien los dos juntos, y se apoyaban naturalmente, parecían amigos de la infancia. Y eso se sentía extraño, él mismo sabía que apenas y se conocían, y aún así habían progresado muy rápido. Le gustaba estar así. Le gustaba tenerlo a su lado. Le gustaba ser su amigo.

—Ten—dijo una vez paró de reír sin ninguna razón aparente y le extendió el cono de vainilla de su mano derecha—, antes de que se derrita.

—Gracias...—dijo con una sonrisa radiante, se había olvidado de todo por ese instante, todo lo que le había carcomido desde que terminó su jornada estudiantil simplemente se había esfumado de su mente—Gracias por todo...—murmuró de manera apenas audible. No supo si él lo había escuchado, pero si vio su cálida sonrisa por un instante para después volver a su cara algo sería de siempre.

Empezaron a comer en silencio. Todo se había calmado. Ya no existía ese deje de culpa ni oscuridad que antes había visto en él. Ahora sólo estaba disfrutando de un pequeño postre en calma. Querían hablar, quieran decir algo, pero nada salía de sus bocas, no sabía qué decir o que hacer. Yuto por un momento se quedó mirando su helado de naranja. Un fugaz recuerdo cruzó por su mente y le dio una idea. Una pequeña pregunta se había formulado en su cabeza y ahora no la podía sacar de su mente, tenía que decírsela. O al menos intentarlo.

—Um... ¿Vas a hacer algo esta tarde?—preguntó de la nada. Yuya lo miró algo desconcertado, no era por nada en especial, simplemente le había tomado desprevenido.

—Ah... Estaba pensando en ir al parque...—divagó ante la intensa mirada del bicolor.—e ir a las barras...

—¿Quisieras venir a mi casa hoy después de eso?—preguntó con una voz sería pero con un deje de amabilidad bastante notable. Yuya se quedó mirándole por unos instantes. Sin saber qué hacer. Sin saber qué responder. Había sido algo un poco extraño. No le disgustaba la idea, de igual manera no iba a hacer nada y haría sus tareas al día siguiente o el Domingo. Sólo tenía un problema, jamás había ido a la casa de nadie, ni tampoco sabía que era lo que iban a hacer los dos en ese lugar. Tenía grandes dudas en su cabeza. Y su inexperiencia le hacía la decisión aún más complicada.—Yo... Quisiera mostrarte algo.—añadió al cabo de un tiempo. Al ver que Yuya no contestaba se había alarmado un poco, ¿era un mal momento? ¿Debió de esperarse a que fueran más cercanos? ¿No debió de pensarlo? Esa incertidumbre le estaba carcomiendo. Lo sabía, sabía que había sido demasiado pronto para algo como aquello. No debió de preguntar, no debería de haber insinuado siquiera que iba a aceptar. Suspiró y trató de enmendar su error.—Mis disculpas,—desvío su mirada avergonzado.—no debí de preguntarte aquello...

VíasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora