Yuya se sentó en un lugar diferente ese día. Uno en el que nadie se sentaba nunca. Casi al final del salón al lado de una ventana que daba a los pasillos del instituto. Pasillos que estaban algo vacíos a esa hora de la mañana. Era algo temprano y todavía se podía sentir la fría ventisca de la madrugada. El de ojos rojos respiró profundamente. Era el único momento del día en el que sentía una paz bastante grande en su pecho. Aunque, eso había cambiando un poco la última semana después del casi incidente con Yuto. Sonrió un poco al recordarlo. Todo lo que habían pasado en apenas unos recesos de la última semana. Habían hecho bien en hacerse amigos, se refugiaban de sus problemas mutuamente. Le agradaba la relación que compartían. Aunque, bicolor morado era algo cariñoso en ocaciones, el de rojo se lo perdonaba, era algo que en definitiva le agradaba. Aunque, pensando en eso, ¿cómo fue que...?
—Buenos días Yuya.—salió de sus pensamientos de inmediato y miró a la única persona que le diría esa frase porque quería y no por respeto.
—Hola Yuto,—respondió con una pequeña sonrisa.—¿cómo amaneciste?—dijo algo alegre. El de ojos grises se sentó a su lado, tenía un leve pero visible sonrisa en su rostro. Sería la primera vez en la que él se sentaría a su lado. Estaba feliz. Casi tenía ganas de dar saltos de felicidad.
—Muy bien en realidad—dijo con una sonrisa que solo había portado en otra ocasión en toda su vida, el día en el que ganó el concurso de escritura.—¿Y tú como estás?
—Sin mucho entusiasmo para empezar clase—dijo con un gesto de cansancio exagerado. Yuto soltó una risita. Pero repentinamente se acordó de algo. Esto ocasionó que repentinamente él fuera a buscar algo en su maleta ante la mirada algo extrañada de Yuya. Repentinamente sacó un libro y se lo extendió al bicolor rojo.
—Ten, gracias por prestármelo—dijo Yuto. El de ojos rojos no entendía de que iba todo aquello hasta que leyó el título "Túneles". Parpadeó un par de veces seguidas.
—P-Pero si apenas te lo preste hace dos días...—logró articular. Alargó un poco su brazo para alcanzarlo y cuando lo tuvo entre manos se quedó mirando a su amigo.
—Creo... tengo mucho tiempo libre en casa.—Dijo con un tono algo juguetón rozando un poco lo coqueto.—Además, las tareas han sido mínimas estos días.
—Tienes razón...—aceptó bajando su mirada al libro. Terminó de traerlo hacia sí y lo guardó en su maleta.
—Me gustó mucho en realidad...—murmuró algo risueño.—Es bastante interesante todo lo que pasa, además, me gustó bastante el mundo que construye.
—Siempre he querido saber cómo sigue...—comentó con una pequeña risa.—Pero me distraigo mucho y bueno... Leer no me gusta tanto.
—¿Y qué te gusta hacer?—Yuya dirigió únicamente sus ojos hacia él y su saberlo abrió ligeramente la boca. Cuando tuvo una respuesta, cerró su cavidad y entrecerró los ojos un poco. Una pequeña sonrisa era visible en su rostro.
—Me gusta salir al parque... Hay unas barras allí, me gusta montarme en ellas y bueno... Improvisar un poco.—admitió. En sus ojos se veía algo de brillo.
—.... Me gustaría verte algún día.—soltó el bicolor morado.
—No soy tan bueno...—dijo algo apenado. Yuto miró al frente.
—Pero eres tú...—murmuró casi susurrando. El aludido lo entendió claramente, pero dio señales de lo contrario. Se sonrojó suavemente por ello y no quería que él lo notara, no quería dar falsas esperanzas. No ahora que, de verdad eran amigos.
El silencio reinó por un par de minutos. Vieron como poco a poco sus compañeros empezaban a llegar. Todos, algo alejados de ellos dos, empezaron a charlar entre sí. Por lo que alcanzaron a percatarse los dos, había una fiesta ese día. Los dos arrugaron un poco el rostro al oírlo. Eso no era de su agrado. Solo pensaban en drogarse y tomar, ninguno de los dos consideraba eso correcto o si quiera un acto de madurez, era tonto pensar que por algo así te verías como adulto. Otra razón más para llamarles a los dos cobardes.

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Vías
FanfictionYuya siempre que sale de clases se va por el mismo camino recóndito y escondido al lado de las vías del tren local. Justo en ese trayecto es cuando todos sus pesares afloran y sus sentimientos tocan la luz del día. Ese día no era diferente, pero est...