—¡Llegamos!—exclamó Yuya—Solo necesito tus llaves...—murmuró. Soltó el brazo del chico que había alado tan amablemente durante todo el camino y se puso detrás de Yuto para poder sacar las llaves de su maletín.
—No tienes por qué hacer esto, Yuya—le dijo en un murmuro ronco, el aludido frunció los labios pero no se detuvo—. Estaré bien.
—No te preocupes—le dijo encontrando por fin las llaves y poniéndose en frente para sonreírle—, no es molestia. Sólo te estoy ayudando, además, estoy algo preocupado—se acercó a la puerta y abrió. Volvió a agarrar a Yuto del brazo—. ¿Por qué estás tan cansado?
—Me...—dudó en decirlo—Me obligaron a entrenar en la noche. Hace... mucho no hago eso—suspiró al decirlo. Yuya lo entró, cerró la puerta y volvió a alar a Yuto tratando de adivinar donde sería su habitación—. Siento el haberte preocupado—dijo triste.
—No pasa nada—dijo Yuya restándole aún más importancia. Entró en una habitación al azar, el estudio. El olor a vainilla artificial le invadió la nariz, cerró suavemente. Y se dirigió al final del pasillo donde abrió una puerta a la izquierda, allí, en la habitación de Yuto, el olor a fresco y menta le llegaron directo al alma. Casi se puso a sonreír como idiota. Era casi imposible no notar ese olor que el mismo desprendía todas las mañanas cuando se encontraban. Adoraba ese olor—. Bien, a dormir.
—¿Ahora?—su voz estaba adormecida—Pero no he hecho los apuntes de hoy... ni las tareas...
—No—negó Yuya—, no las has hecho, pero ahora mismo vas a dormir. Tienes muy mala cara y no quiero que sigas de esa manera.
—Pero el colegio...—el de ojos rojos le puso una mano en el hombro y se calló de inmediato.
—No te preocupes—le dedicó una media sonrisa—. Todo va a estar bien, solo duerme. Te ayudaré con lo demás—Yuya caminó un poco hasta ponerse en la espalda del otro y empujarle suavemente—. Anda, ve a dormir.
—Yo...—dudó aun murmurando, suspiró—Dormiré un rato—el de ojos rojos dejó de empujarlo y le sonrió suavemente. Yuto se acercó por si solo a la cama y la desacomodó un poco más de lo que ya estaba. Se volvió entonces a su acompañante que solo lo observaba—. Y Yuya...—se acercó a él—Gracias por todo—e hizo algo que tomó al chico por completo desprevenido. Le intentó besar la mejilla.
Pero él no se dejó, se alejó ligeramente evitando en contacto.
—Yuto...
—Lo siento—se disculpó instintivamente. Sin más, sabía que había hecho mal y entendía aquel gesto.
—No es nada, yo...
—Iré a... dormir—se volvió a la cama sin ser capaz de verle a los ojos a Yuya. Este último agarró la maleta de Yuto y la llevó afuera. Con monotonía y sin ser capaz de decir palabra. El de ojos grises se acostó sin más y el de ojos rojos cerró la puerta saliendo así del cuarto.
Suspiró. Se hizo a un lado. Se dejó caer sobre la pared. Se deslizó hasta el suelo. Se abrazó sus rodillas. Tembló por un rato. Le dolía. Se sentía idiota. Se sentía bien. ¿Era correcto? ¿No lo era? Quizá sí debería permitírselo. Quizá debería dejarle en claro que no quería que hiciera eso. Porque solo eran amigos. Porque no quería más. Porque no sentía nada más. No deberían hacer esas cosas. Pero la mirada de Yuto en ese momento fue de espanto. Yuya no quería permitirle hacer esas cosas. Yuya quería ser su amigo. Yuya no deseaba más. Pero el sentimiento de culpa lo dañaba. Esa mirada del otro. No quería verla. Él no se merecía eso. Él era demasiado bueno.
Pero Yuya se sentía tan malo.
-.-.-.-.-.-
Al despertar lo único que vio fue el fondo de su habitación temporal. Aquella que no quería tanto como debería. Aquella que no duraría para siempre. Y lo deseaba. Deseaba que aquella habitación fuera suya por siempre, porque no quería volver. No quería tener que seguir estando con sus padres, no quería que le siguiesen diciendo que hacer. No quería seguir en natación, ni entrenar, nada salvo leer y pasar tiempo con Yuya. Sin cagarla tan estrepitosamente.
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Vías
FanfictionYuya siempre que sale de clases se va por el mismo camino recóndito y escondido al lado de las vías del tren local. Justo en ese trayecto es cuando todos sus pesares afloran y sus sentimientos tocan la luz del día. Ese día no era diferente, pero est...