En el ocaso del amor;
cuando el Sol de una pasión
se esta poniendo;
y la oscuridad de la incertidumbre
incuba sus primeros pincelazos;
aquellas aves que cantaban a nuestro amor;
se anidaron para dormir en la copa
de un árbol medio entero;
aquellas bellas flores que bañaban de color
nuestros abismos; para mañana estarán marchitas; su olores celestiales perdigados serán en el tiempo...
¿No volverán acaso?;
nuestras acomplejadas almas;
se verán contrariadas por la desesperación
de una batalla infernal,
que con el fin de no perder
lo que la oscuridad de la noche
nos quiere arrebartar...
Se sumergen en las profundidades
de este océano de cambiantes pensamientos;
de emociones muy bestiales...
Se martirizan, enjutadas en la idea
de procear de nuevo ese amor;
de perder de nuevo la razón por las cual se amaron alguna vez con tanta fuerza...
No se rinden,
afrontan deliberadamente al Seol;
y al final de tanta confrontación;
se ven de nuevo frente a una luz;
no tan fuerte como la del Sol,
pero es suficiente para dar calor;
difuminadas también encuentran la
pasión que algún día se perdió;
en lunados; estrellados; así estaban,
allí estaban; amándose de nuevo,
no como antes; porque en cierta forma
la dureza de la prueba les cambio;
pero qué importaba;
un cambio es natural, irreversible...
Habían aprendido a vivir lamiendo
su cicatrices hasta que el dolor menguara;
a besarse la frente hasta que los recuerdos
se enjuiciaran; a tomarse de la mano hasta que las presiones se calmaran...
Habían aprendido a amarse;
apesar del dolor, de las pruebas, de las heridas; apesar de todo...
Encontraron la manera de sacar amor del odio; y a mermar sus penas en las tardes de un café acompañado por una buena poesía.