No dejaban ambos de comer ni de tomar café; pero, sobre todo, no dejaban de mirarse y de sonreírse el uno al otro.
-Flavio, un servicio: La cuenta. – Le dijo al oído a su amigo trabajador.
Y presuroso, Flavio le aproximó el pedazo de papel que contenía el gasto: treinta y dos soles.
Tomo su billetera y sacó dos billetes de veinte soles. "Luego vuelvo por el vuelto..." le susurró al oído a Flavio.
-Muchas gracias, todo ha estado muy exquisito. – dijo Fiorella al mesero amigo.
-Cuando guste señorita. Vuelvan los dos más seguido. – Se despidió Flavio, no sin antes susurrarle a Johan: "Se les ve muy bien juntos". Johan solo lo miró con cierta extrañeza pero con una sonrisa cómplice.
Fiorella le dijo que tenía que estar en su casa lo más rápido posible, así que montaron la moto de Johan y salieron a toda prisa. Eran ya las nueve y treinta de la noche. Vivía en un sitio que para muchos puede parecer "pituco" y para otros es un justo estándar social.
-Es allí, donde está el Bentley.
-Listo. Cuídate y nos veremos mañana.
-Okay, cuídate
Y se despidieron con un insignificante (hasta ese momento) beso en la mejilla. Partió hacia su departamento para dormir, no sin antes tomar una copita de vino.
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Los años y el Esclavo
RomancePrólogo del relato Me pareció buena idea escribir sobre lo que alguna vez transcurrió en aquellos hermosos, grises, despejados y tormentosos años; como lo vivió el gran Johan, que bien podía aparentar ser un adulto muy bien formado, maduro para su n...