Capítulo dos

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Mis papás siempre fueron conservadores. Yo crecí en ese ambiente cristiano pero para mi siempre fue algo hipócrita y falso. Se cerraban las puertas y había desde golpes hasta infidelidades. Era hueco, era vacío. Existía un solo lugar en donde el daño no me podría tocar y era bajo mi cama, era en donde yo sentía paz en medio de la tormenta, era feliz allí. Hasta el día de hoy me escondo allí cuando algo anda mal afuera, nadie puede lastimarme allí.
El cinto bajaba y se oía un "¡Salí de ahí, mocosa! Mientras me preparaban las maletas para dejarme en la calle o en el orfanato según mi mamá.
No quiero entrar en demasiados detalles sólo les brindo un paisaje en el cual puedan imaginar esto.
Gio era como todos sólo que yo estaba ciega. Para mi el era lo más lindo del mundo pero el sólo me miraba cuando algo estaba distinto en mi. Como cuando corte mi cabello o cuando teñí mi cabellera rubia por negra. En fin, cambios drásticos, ni mi cabello llevaba el equilibrio.
En primer año de secundaria una compañera llevaba un buzo cuando hacían treinta grados. Los comentarios recorrieron el aula y resulta que Anto se cortaba. Rasguños no más, ella era gorda y eso bastaba, según todos, para que se autoflagele.
Jamás había escuchado algo así, ¡que atrocidad!, escuche que los emo's se hacían daño como ritual o algo así pero... ¿hacerlo por placer?
Traté de ayudarla pero no entendía así que me aparté.
Un mes después me encontraba en una plástica discusión con mís padres, así que decidí " cortarme". Unos simples tijeretazos no harán dañó. Se sentía tan a gusto. No me había dado cuenta que desde los cinco años me golpeaba en el pecho cuando me dolía algo allí adentro.
Pasaron meses y nada mejoraba, Gio y yo? Eso no existía. Si no me hablaba yo me cortaba, pero ya se veía la dermis y no era con tijera de niños. Nadie se daba cuenta. Cumplí los trece y recuerdo que me autolesioné porque el no me deseó un feliz cumpleaños.
Mis notas bajaban y bajaban aunque a final del último semestre me llevé sólo una, matemáticas, mi gran migraña. Fui a rendir con un buzo como Anto lo hacia anteriormente porque mis brazos no estaban en condiciones.
Todos me reclamaban y no me escuchaban. Después de desaprobar matemáticas me ligué un castigo.
El verano fue insoportable para mí así que, fui al supermercado, compre un tinte negro y me lo eché. Precioso, lejos del rubio, resaltaba mis ojos y mi piel, hasta un parecido con alguna cantante que adoraba.
Llegué al primer día de clases y todas las miradas estaba en la chica "Keity"
Algunos pensaron que lo hice para imitar a alguien pero yo sabía que lo hice para representar como me venía sintiendo últimamente. Y como era de esperar, Gio me miraba mucho, no sorprende ya que el amaba a la misma cantante que yo y para mi sorpresa ya lo tenía enamorado de mí. ¡Al fin!
Las cosas pasaron y hubo problemas entre medio. El era un machista que amaba decirme que yo "era suya", celoso y violento. En cuestión de un mes, todo lo que había sentido por el se había esfumado. Todo lo que había sufrido por el, todo. Sentía que él era igual que mi papá, infiel, violento, posesivo pero ni eso, el era peor.
Había guerra en mi, culpa y odio. El rencor y las ganas de ser mayor se apoderaban de mi como escapatoria a lo que estaba enfrentando.
Había pasado un amor obsesivo y violento con una cinta en mis ojos y oídos.
Nadie se daba cuenta de cómo iba camino al descontrol emocional.
No sabía cómo deshacerme de esto, no podía salir de las autolesciones, y me las agarré con la comida... ¡Vaya!

Los Girasoles De PandoraDonde viven las historias. Descúbrelo ahora