capítulo diecisiete

20 3 1
                                    

Es blanco o negro, todo o nada.
No tengo neutros, ni grises. En mi vida, hasta ahora, no había intermedios, y lo desgastador que era, que era.
El cumpleaños de quince había sido una bomba, las luces, el alcohol y la comida riquísima. Nada mal para mí que siempre estaba aburrida en mi casa deprimiéndome.
Lo que no sabía era que vendría un cambio tan brusco en mi día,no lo venía venir. Tan extremo, tan negro.

Me levanté exahusta con miles de cosas en la cabeza por hacer, la tarea del colegio, un trabajo práctico y así.
Entre gritos de mi papá y en especial de mi hermano menor. Enseguida me levanté, encendí el T.V y me puse a escribir asuntos de instituto.
Me taladreaba la cabeza, definitivamente estaba con un humor del demonio.
-¿podes bajar la voz querido? -le dije a mi hermano casi gritando
-yo bajo la voz si se me canta la Reverenda gana

Mi mamá intentó intervenir pero de mucho no sirvió así que intenté seguir con mis deberes pero no duró mucho porque tuve que poner la mesa para poder comer. Comí poco, estaba empachado de tanta comida de la noche anterior. Estaba viendo una película en Disney Channel porque los Domingos... sólo hay películas del 2003. En un abrir de ojos, mi papá me cambió; reaccioné mal y mi mamá le dijo que volviera a donde estaba.

Decidí irme al living a ver otra Película porque mi hermano sólo molestaba y no me dejaba escuchar. Pasé por el pasillo y ahí estaba ella: Leticia, mi doble yo. Me agarré de su mano aunque se que sólo yo puedo sentirla, escucharla y verla.
Mi hermano me insultó y me tiró el regalo que yo le traje de la fiesta del sábado, así que reaccioné y le di una patada en el trasero. Enseguida largó el llanto y mi mamá corrió al rescate. Ni me importó, el estaba molestando hace tiempo, así que entre a la sala de estar con mis apuntes.
Mi papá vino a decirme que bajara los cambios en un tono amenazante, defendiendo cada acción de mi hermano poniendo a Dios como excusa (cuándo no) y mi otro ser empezó a enervar energéticamente.
-No, basta, no me activen, no sigas - dije gritando
- Tu enfermedad (nótese) no nos va a prohibir que hacer, tu carácter no tiene nada que ver con el TLP.
Sin pensarlo, impulsivamente agarré el jarrón de cristal, -ese que mi bisabuela le había regalado a mi mamá antes de morir- y lo arrojé al suelo, mi papá intentó detenerme pero sólo empeoró la situación.
Se abalanzó sobre mi y aunque el mide un metro ochenta y cinco y es grande, logre salir debajo de él y pegarle. Al defenderme metí mi dedo en su ojo, dejándolo en el suelo. Me senté en el rincón llorando tanto que se me salían los pulmones. Mi hermano lloraba implorando "¡el jarrón no!"
En ese instante se paró mi angustia convirtiéndose en dolor.

¿El jarrón importaba más que yo?

Has llegado al final de las partes publicadas.

⏰ Última actualización: Aug 09, 2016 ⏰

¡Añade esta historia a tu biblioteca para recibir notificaciones sobre nuevas partes!

Los Girasoles De PandoraDonde viven las historias. Descúbrelo ahora