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El colegio no me quedaba lejos, relativamente. Los días soleados de verano, como hoy, me gustaba ir caminando hacia allá. En invierno le pedía a mi madre que me lleve, o les pedía a mis amigas que pasen a por mi.
Llegué y me encontré a Pilar y América esperándome en la puerta. Corrí hacia ellas porque me hacían señas que llegábamos tarde.
Ibamos al mismo curso, yo me sentaba junto a Pilar y Mer se sentaba atrás nuestro, al fondo del salón. Nos sentíamos seguras y podíamos charlar sin que se dieran cuenta, aunque algunas veces caíamos y nos retaban, pero no fueron muchas.
Tenía la mochila colgada en la espalda con el hombro derecho y sostenía el celular con la mano izquierda. No tardamos mucho en llegar al salón, el colegio no era muy grande como aparentaba desde fuera.
Entramos y nos sentamos en los bancos y nos pusimos al día.
Entro el profesor apurado, e intente poner atención a lo que decia, pero sentía los párpados cansados, me estaba durmiendo... Pilar me despertó con un codazo
-Mia, te estás durmiendo, se va a dar cuenta, despertate.- me dijo en tono autoritario, la mire y desvié la mirada al pizarrón.
Así transcurrieron las clases hasta que al sonar la campana para irnos, brinque del asiento con una sonrisa en mis labios.
-Quieren salir esta tarde?- les pregunté a las dos.
Ellas se miraron y me sonrieron, asintieron. Les di un beso en cada mejilla a las dos y salí feliz del colegio. Era viernes, necesitaba dormir, los cafés ya no me mantenían despierta.

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