Fragmento 4

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Lo mas incomodo era la pequeña presión en el pecho, en el lado izquierdo, como si una pequeña mariposa de plata se hubiese quedado detenida e invisible sobre la piel blanca de la chica. Aquella molestia le perseguía, sin descanso, a cada momento y cuando no lo hacia era una clase extraña de nostalgia lo que la devolvía casi al momento, sin embargo, ese liviano recordatorio volaba lejos cada vez que se enfrentaba a aquella mirada misteriosa, dejando un dolor profundo quemando en cada latido del corazón y un amargo mutismo en la garganta.
¿Que es esto, tan incomodo y tortuoso que siento? Se preguntaba intentando calmar el ritmo de la sangre en sus venas y la inquietud de su mente.
El adiós de cada tarde le dejaba la boca con sabor a todas las palabras calladas y dichas, junto con las mejillas hirvientes y temerosas.
No fue hasta aquella noche, en que el sueño huía con pasos de su nombre que ella lo noto, quizá fuera ese el sentir del que tanto se hablaba, el enamoramiento sutil y poderoso a la vez que parecía tomar las mentes de todos, ahora la suya.
Y en todas las madrugadas que le sucedieron a esa la conclusión fue tan dolorosa como la sensación misma de verle aparecer ante sus ojos; ese sentimiento, tan inocente y puro, que por mas intento de por medio, se negaba a corromperse era no mas que equivocó y errado pues nunca podría florecer.
¿Que podría hacer, mas que sólo lamentarse en silencio e intentar esconderlo?
Esa misma negación solo le hizo mas daño, creando un torbellino en su estomago y mil historias inventadas involuntariamente en las alas de la mariposa cada vez mas pesada.
¿Cuanto más durara? ¿Que tanto me torturara mi propia humanidad?

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