Fragmento 11

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La joven trastabilló hasta la figura de pie en el medio de la habitación, con su vestido negro de falda irregular y borde brillante la dama se alzaba imponente atrayendo la atención de cualquiera que estuviese cerca.
-Estas enamorada de un hombre que nunca te apreciará ni una décima parte de lo que tú a él.
Con un cigarrillo entre los dedos la mujer se volteó, mirando a la muchacha que apenas se sostenía sobre sus pies frente a ella.
-Y sigues obsesionada, fantaseando a cada segundo libre, rechazando cualquier otro sentir por aquel rompecorazones que ni siquiera reconoce tu rostro.
Un trueno rompió la aparente quietud nocturna como si reafirmará lo dicho anteriormente, haciendo que ambas dirigieran la mirada hacia el ventanal donde algunas gotas comenzaban a abrazarse.
-Lo ves en la lluvia, en la música, en todas partes... Y el dolor terminara por consumir tu alma si no decides ser más fuerte.
El tono del monólogo se había vuelto repentinamente lastimero mientras la mujer aún contemplaba la tormenta que se desataba. El cigarrillo ya casi acabado fue arrojado al suelo sin miramientos cuando momentos después ya casi salia de la habitacion y un suspiro cansino fue su única despedida.
La joven, sentada en el sillón de respaldar de terciopelo acariciaba las cuerdas de su dulce instrumento mientras pensaba en las palabras de la enigmática y elegante dama que se había presentado en medio de uno de sus ataques de pánico. La lluvia la había calmado finalmente pero aquellas verdades, tan hirientes como ciertas aún hacían ruido en su cabeza.
Sonrió a la nada, con los ojos perdidos y movimientos automáticos sobre las clavijas del violín en su regazo.
-Si tan solo fuera tan fácil- susurró.

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