Fragmento 17

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¿Cuán solos estamos en el mundo?
¿Cómo saberlo?

He alcanzado mí punto máximo, cuanto ya no queda nadie a quien le importe cuántas horas lloras en la noche, nadie que quiera prestarte su hombro y nadie que quiera saber la razón de tus lágrimas.

Me odio por ser así, una niña triste que pide y espera demasiado.
Lo lamento, en serio, no sabes cuánto.
No puedo evitarlo, los gritos me arrancan sollozos que no puedo frenar y el miedo a la oscuridad me atosiga en las noches.

Pero esto ya pasaba hace años, ¿Porque ahora parece enormemente peor?
Quizá sea porque me acostumbré a palabras de aliento, a personas que enjuagaban mis lágrimas y que hoy son las mismas que me lanzan dagas de hielo.

Y quisiera enojarme, odiar esa tradición y odiarlos por el dolor que me causan. Pero no puedo, no puedo porque la huella del amor que les profesaba (y quizá todavía profeso) solo me permite sentir dolor, un agudo dolor.

Dolor que parte en pedazos mí voz y me hace querer rasgar mi ser para ya no existir.

Ni siquiera sé que me sostiene a esta existencia.

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