CAPÍTULO 2

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Después de hacer las impresiones de la hoja de Contabilidad para estudiar para el examen cruzo la calle, hacia donde hay sombra para guardar mi libro y la hoja del examen. Intento guardarlo lo más lento posible.

Del otro lado, a una calle, está Cindy. Despidiéndose, de su novio por supuesto. No queriendo ver eso, regreso hacia el lado de la calle que estaba para seguir mi camino a la parada del bus.
En mi bolsa todavía tengo las monedas del cambio de las impresiones, es una moneda de veinticinco centavos fabricada en el 2013 con un escudo algo desgastado y brillante en la parte de adelante. La primera vez que la lanzo cae escudo, pero las proximas seis veces que la lanzo cae cara, como si fuera una cara por cada mes que resta del año. Cada vez que cae cara acorto los pasos y bajo la velocidad con la que muevo los pies, en una vaga, pero funcional técnica que me permite reunirme con Cindy a mitad del camino.
He avanzado un poco más que una calle cuando Cindy aparece por mi lado izquierdo. Con un fútil intento de acelerar mi paso, ella se va deteniendo poco a poco hasta que al final coordinamos nuestra velocidad.

Le cuento las cosas que fueron importantes para mí este fin de semana: mi regalo de El Señor de los Anillos La comunidad del Anillo y Las Dos Torres, el cumpleaños de mi hermana que fue el domingo y otras cosas con menos importancia. Ella escucha atenta, con una brisa de brillo en sus ojos, cómo si le estuviera contando los secretos del universo.

Cuando ya no sé que decir, siento la moneda de veinticinco centavos en mi mano derecha. Todo este tiempo estuve dándole vueltas con los dedos índice, pulgar y el medio.
Se me hace tentador arrojarla por los aires. La arrojo, y cuando cae, sin ver la moneda, le pregunto sin ninguna expresión:

-¿Cara o escudo?
Ella lo piensa, como si de eso dependiera su vida.
-Escudo-escogió al final.

Abro mi mano ante lo que había caído cara, <<Mala suerte>> dije para mis interiores pero al mismo tiempo sentí algún tipo de orgullo por alguna razon relacionada con que no hubiera adivinado.
-Otra vez -le dije en tono burlón-. Vamos a medir tu mala suerte.
A lo que arrojo la moneda otra vez y sin haber formulado una pregunta ella me responde:
-Escudo-esta vez sin pensarlo tanto, respondió, dejando que mi mano se abriera.
Abro mi mano lentamente y ella la observa con ojos como platos. Una vez más se equivocó. La moneda muestra una reluciente nativa maya. El lado contrario al escudo.
-¿Para que haces esto?-preguntó con duda sincera.
-No lo se. Solo tengo una moneda. Y tú - dibujando una sonrisa en mi rostro, terminé-. Tú sólo tienes mala suerte.
Nos reímos.
-La última. Sólo tres veces- le dije.
-Está bien. -suspiró y sin que yo hubiera lanzado la moneda, continuó-. Cara, aunque sé que si digo cara va a caer escudo -dijo con una sonrisa.
Lanzo la moneda. Pero antes de desplegar mi mano, le digo:
-Pero entonces, es como si escogieras escudo, ¿no?
Abro la mano. Y ,ella, equivocandose por tercera vez sólo se rie.

Al llegar a la estación del bus empiezo diciendo:
-Creo en el destino. Cuando tengo una duda sólo le pregunto a la moneda para que responda "Sí" cuando es cara ó "No" cuando es escudo. Muchas personas dirían que eso es dejarlo al azar, pero yo, yo creo que si el destino no cambia, él hace que las cosas sigan el rumbo específico. Como lanzando una moneda que caerá cara si el destino así lo quiere.
Se queda pensando un momento.
-Sí. Es cierto -dijo lentamente, terminando de analizarlo.
<<El silencio de cuatro segundos es incómodo así que debes romperlo en tres>> recordé las palabras de un actor en una película de soldados.
-Pregúntale algo a la moneda -le dije sin pensar.
Ella se queda observando la moneda mientras en su cabeza se formulan cientos sino es que miles de preguntas al mismo tiempo. Pero solo dice:
-No se que preguntar -observando con la mirada fija en la moneda- ¿Qué debería preguntar?- terminó, volviendo su mirada hacía mis ojos.
-No lo se, cualquier cosa sirve, no tiene que ser nada importante.
Yo se, que que si tienes una pregunta, es importante. O al menos para ti lo es. Pero dije eso para hacer parecer que no tendría mucho valor la pregunta y que se animara a preguntar cualquier cosa.
En el fonde de mi ser, yo quería que preguntara algo relacionado conmigo.
-Pero no tengo ninguna pregunta- dijo, dudando de si eso era lo que en realidad pensaba.
Llegó el bus.

Lanzo la moneda otras tres veces y vuelvo a preguntar:
-¿Qué quieres saber?, algo que sólo necesite un "Sí" ó un "No". Cara o escudo.
Lo piensa un momento y me dice, como si necesitaramos de un manual para lanzar la moneda:
-¿A quién tengo que dirigirle la pregunta? -dijo, viéndome a los ojos.
Lo pienso un momento. La pregunta no va dirigida hacia mi... Va dirigida hacia el destino. Hacia él. Tercera persona, pero la pregunta no me la iba a hacer a mí.
-Hacía una segunda persona. -hablo sabiendo que entenderá.
Volteó la mirada, como si intentara ver al destino frente a sus ojos y poder preguntarle.
-Tienes que ser específica con tu pregunta -le digo para que recobre la concentración.
-¿Qué tan específica? ¿Tengo que decir el nombre de la persona?
Está pensando en alguien. Quiere saber algo de un tercero. Y eso es justo lo que dice.
-Es sobre un tercero. Quiero saber algo sobre un tercero -redunda diciendo-.
-Pues pregunta -dije dándole vueltas a la moneda entre mis dedos.
-Pero,-hizo una pausa- ¿Tengo que decir el nombre?
-No es necesario. Mientras pienses en él o ella cuando hagas la pregunta.
Sonríe, como si estuviera aliviada. Como si acabara de desactivar una bomba de tiempo.
Me vio por ultima vez antes de desviar su mirada hacia el frente. Cómo diciéndome que lanzara la moneda.
En efecto eso hice. Y ella coordinadamente con mi moneda preguntó. Algo simple. Dos palabras. Que de una u otra manera podía significar muchas cosas.
-¿Le gusto?
La moneda cae. Cerrado mi puño. Si existiera la mínima posibilidad de que preguntara sobre mi, yo sabía que la moneda estaría en cara. Pero que cayera cara no significaba que hablara de mi. El destino sólo lo estaría insinuando.
Veamos lo que pasa. Le doy la vuelta a mi mano. Le digo a ella que estire la suya. Y mientras eso pasa, deseo con todas mis ganas que la moneda muestre una brillante nativa maya sobre ella. Y no el escudo de armas con el acta de independencia que está en todas las monedas.
La moneda.
Muestra cara.
Cierro mis ojos aliviado durante un segundo. Luego los abro y la observo. Sonriendo.
-Le gustas.
Afirmo eso de tal manera como si se tratara de mí la pregunta. Aunque no era seguro.
-Le gustas. Tarde o temprano vas a darte cuenta. La moneda no se equivoca.
Fuera quien fuese el sujeto de la pregunta. No importaba que fuera yo. Deseo que se cumpla. Para comprobar que el destino decide.
-Ahora te toca a ti preguntar -me dijo riendo.
Me sacó de mi trance ahora no se que preguntar. Esa pregunta hizo que mi cerebro colapsara de emoción.
- No se que preguntar -dije citando las palabras que ella había dicho al principio-. ¿Debería preguntar algo?-dije y lancé la moneda al tiempo que ambos cruzabamos miradas.
Escudo. La moneda decía que no debería preguntar nada.
-No debo. Pero no quiere decir que no pueda -dije contradiciendo astutamente al destino- Así es como se debe interpretar el destino-terminé.
-Entonces pregunta...-hizo una pausa y entonces dice ordenandome- Entonces yo pregunto algo por ti-dijo, persuasivamente. Y no pude negarme.
Entonces comencé a darle vueltas a la moneda, preguntándome qué preguntaría por mi ella.
-¿Deberías tener novia?-pregunto. Casi afirmando mis sospechas de que la pregunta que ella hizo, era sobre mí.
-No, no. Tienes que ser más específica. Podría ser "¿Debería tener novia <<éste año>>?"-enfatizando en las últimas dos palabras.
-Sí. Bueno. Entonces pregunta.
Arrojé la moneda al aire. Pareció tardar más de lo normal en descender. Al momento de caer no sabía que esperar. Un: "Sí, deberías tener novia este año" ó si por el contrario, caeria un rotundo no.

¿Qué significa esa pregunta? No se si interpretarla de la mas positiva manera o de la peor manera. Donde la mejor sería que yo también le gusto, y quiere creer en lo que creo, o si por el contrario quiere deshacerse de mí, para que no moleste mas. Aunque si fuera la segunda su sonrisa no sería tan grande ante la premisa de la moneda que sostengo en mi mano.
Entrecierro los ojos.
Sí. La moneda cae de cara y por alguna razón siento un alivio y no puedo evitar sonreír.
Llegando a dónde debía bajarme le digo:
-Bueno. Le gustas y debo tener novia.
Al escuchar esto, ella puso una cara de sorprendida. Esta última oración sonó como si fuera la misma. persona de quien hablara. Aunque yo no estoy seguro de si es así.

AMOR DE ENSUEÑODonde viven las historias. Descúbrelo ahora