El olor a orines del callejón era nauseabundo. La oscuridad estaba rota únicamente por la luz indirecta de una farola que apenas si alumbraba. A pesar de todo, Jessica tenía que adentrarse en aquel lugar. Tenía que entrar con su vestido de Dior, sus zapatos Louboutin y el bolso de Louis Vuitton si deseaba encontrar el resultado de sus investigaciones.
Estaba en mitad de una fiesta a la que no quería asistir cuando la llamaron. Cincuenta mil dólares y veinte minutos después allí estaba. Apretando el pequeño bolso negro contra su costado, rezando porque aquella aventura no provocase su muerte o algo peor. Sería un final lamentable para todo su esfuerzo.
El sonido de sus tacones rompía el silencio de la noche señalándola como una intrusa del lugar. Como una extraña en aquel mundo de suciedad y pobreza. Tuvo que llevarse la mano a la nariz para impedir que aquel desagradable olor la venciese, obligándola a replantearse aquella tontería y darse media vuelta sin mirar atrás.
El sitio que le habían señalado tenía una pila de cartones a modo de colchón y una caja, también de cartón, a modo de techo de la que sobresalían dos pies.
—Hola ¿El señor Finger? —preguntó dubitativa.
Al no obtener respuesta Jessica no pudo evitar ponerse más nerviosa de lo que ya estaba. Miró a su alrededor como si un grupo de malhechores estuviesen agazapados listos para saltar sobre ella antes de atreverse a preguntar otra vez.
—Me manda un amigo suyo, el señor Queren. Me ha dicho que...
—Yo no tengo amigos —le cortó una voz desde debajo de la caja de cartón—, así que será mejor que te vayas.
A la mujer aquella idea no le pareció desagradable en absoluto; pero no había hecho un viaje tan largo para nada.
—Me comentó que usted sabe cómo ayudarme, que podría darme lo que busco por una pequeña cantidad.
Con un suspiro cansado el mendigo movió la caja hacia arriba sacando su pequeño cuerpo al exterior. No debía llegar al metro sesenta y sus ojos marrones la evaluaron de una manera tan altiva que bien podía haber sido un rey en lugar de un indigente.
A pesar de todo Jessica tuvo a bien no moverse, esperando su respuesta aguantando la respiración.
—¿Qué es lo que quieres exactamente?
La manera de hablar de aquel hombre era pastosa, como si tuviese la boca seca, y no dejaba de hacer ruidos desagradables chocando la lengua contra su paladar.
Jessica miró a su alrededor para asegurarse de que no la habían seguido. De que aquello no era una broma de mal gusto que la estuviesen jugando. Cuando se sintió preparada empezó a hablar en voz baja.
—Tengo una hija, tenía... —se corrigió acariciándose una ceja con la mano izquierda de manera descuidada—. Un hijo de p... —Se quedó callada al instante, mordiéndose la lengua impidiendo terminar el insulto.
Cerró los ojos. Tenía que impedir que notase su necesidad, su frustración. Era lo primero que había aprendido como mujer de negocios. No revelar sus emociones ante la otra parte. Pero antes era madre que empresaria.
—Un hijo de puta violó y mató a mi hija. No tenía más que catorce años —El dolor que transmitía al hablar la taladró el pecho. Miró a los ojos de aquel hombre mientras dejaba que el odio la dominase—. Quiero que alguien le dé su merecido. ¡Quiero justicia!
El mendigo hizo otro de esos sonidos con la lengua mirándola de arriba abajo. Puso una mueca de asco en su cara, como si viese en ella algo no le gustase.
—Justicia ¿para eso no está la policía?
La mujer esquivó su mirada apretando el bolso con fuerza, como si él tuviese la culpa de sus desgracias.
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Mardröm, el guardián del infierno:
FantasyNo todos los hombres en la tierra son iguales, ni todos los demonios en el infierno. Mardröm es un ser cruel, sin escrúpulos y capaz de lo imposible en su crueldad. Te concederá cualquier deseo a cambio de tu alma inmortal. Pero ¿Merece la pena el i...