Capítulo 13: Y llegó...
–Tengo que contarte algo– le dije apoyando la barbilla en su pecho, nuestros ojos se encontraron en la oscuridad del prado–El martes iré a cenar con César. Y antes de que digas nada, recuerda que solamente te quiero a ti.
Su mirada se perdió en el cielo observando las estrellas, el silencio calló sobre nosotros. Creía que se pondría hecho una furia pero para mi sorpresa respondió con voz calmada:
–Esta bien ¿Me llamaras después de la cena para dormir contigo?
Sonreí y me acerqué a sus labios, dándole un fugaz beso.
–¿Solo dormir? – pregunté con picardía.
Ryan soltó una carcajada y con un rápido movimiento se puso encima de mí, besando mis labios para luego bajar por mi cuello.
–Cuando estoy a tu lado se me hace muy difícil contenerme. Quiero estar todo el tiempo besándote, acariciándote…–besó uno de mis pechos para luego morder la cima– Quiero adorar tu cuerpo día y noche. Te deseo como nunca imagine poder desear a nadie.
Busqué sus labios con desesperación, nuestras lenguas bailaban un tango en nuestras bocas mientras nuestros cuerpos volvían a calentarse a pesar de que la temperatura debía estar en unos quince grados. Ryan volvió a hacerme el amor bajo el manto de estrellas. Entraba y salía de mí arrancándome gemidos con cada embestida. Mi cuerpo ardía, el suyo me quemaba, su boca era mi perdición. Una, dos, tres, treinta veces entró en mi con dureza y cuando no pude más clavé mis uñas en su espalda, chillé llenando el silencio del prado. Él no tardó mucho en seguirme con un gruñido gutural. Me abrazó pegándome todo lo posible a su cuerpo, mientras sus dedos recorrían mi espalda, me encantaba el cosquilleó que dejaban a su paso, erizándome la piel.
–Deberíamos irnos– susurró cuando empecé a temblar debido al frío.
Asentí y empezamos a vestirnos. Recogimos la manta y antes de marcharnos me aseguró que volveríamos pronto.
Aquella noche dormimos abrazados, con Pelusa a los pies de la cama. Me encantaba ver a Ryan jugar con Pelu, el perro movía la cola feliz por la atención y mi profesor le prodigaba caricias y mimos.
El lunes Ryan se había marchado después de nuestro desayuno, quedamos en que nos veríamos por la tarde ya que ese día no podía dar clase por un asunto urgente que tenía que solucionar , no me dijo cual era el “asunto” pero tampoco pregunté, si no me lo contaba era por que sabía que estaría mejor sin saberlo. Aquel día tenía dos exámenes, y mientras los hacía no podía dejar de pensar en el fin de semana, tenía un mal presentimiento pero opte por ignorarlo.
Mel me pidió que le contara lo sucedido y así lo hice, no se tomó muy bien que no aclarara las cosas con Ryan, le mentí y le dije que lo haría pronto, me sentí culpable por hacerlo pero como le explicaba que tenía claro que terminaría eligiendo a Helena y yo seguía empeñada en seguir con aquella locura, era algo que ni yo misma podía entender.
En la cafetería Amaya me contó que estaba organizando un viaje con sus hijos, quería llevarlos a Francia, entusiasmada me habló de los lugares que quería visitar. Los clientes eran muy pocos pero nos entreteníamos limpiando mientras nos reíamos al ver a Celina detrás del Jefe. La rubia se había desabrochado tres botones de la camisa del uniforme, mostrando sus exuberantes pechos, a lo que mi jefe respondió relamiéndose los labios.
–Creo que vamos a tener que limpiar sus babas– se carcajeó Amaya.
–Como siga así nos inunda.
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El desconocido.
Ficción GeneralVicky buscaba olvidar en aquella noche, con lo que no contaba es que apareciera el hombre que turbaría sus sueños. En la habitación del hotel más cercano se desató una pasión que terminaría a la mañana siguiente, cuando al despertar halla una triste...