Capítulo 21: Vacaciones.

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Capítulo 21: Vacaciones.

Inglaterra era magnifica. Había soñado con visitar aquel país desde que en mi manos cayó Romeo y Julieta, quería conocer el lugar donde había vivido el gran Shakespeare.

En cuanto llegué al aeropuerto Heathrow cogí mis maletas y me dirigí, con la ayuda de los carteles informativo, a la parada de taxis. Me subí en el típico taxi londinense; elegante, negro y antiguo, aunque por dentro era otro cantar, la apariencia añeja del exterior desaparecía.

Me hospedé en un hotel en el centro de la ciudad. En cuanto vi la inmensa cama de la habitación no pude resistirme a dejarme arrastrar a los mundos de Morfeo. El viaje y toda la extenuación del fin de semana me cobraron factura.

A la mañana siguiente mi móvil fue el encargado de despertarme a las nueve en punto. Mel llamaba para preguntar como me había ido el vuelo y como me encontraba, simplemente le dije que todo estaba bien, no sabía si le mentía o por el contrario me encontraba bien. Ni yo misma conocía mi estado de ánimo. Durante media hora hablamos y hablamos, le pedí que no le dijera a nadie donde estaba y que no llamara, pensaba apagar el móvil, desconectarme de mi vida y disfrutar. Le prometí que  al menos me pondría en contacto con ella una vez al día para asegurarle que todo iba bien.

Entusiasmada me preparé y fui a conocer la capital de Inglaterra.

Con un café en la mano caminé por que aquellas calles, parecía que me hubiese transportado a otra época. Londres siempre me había parecido un lugar con la elegancia de los años veinte. Mientras andaba imaginaba una historia de amor, un beso perfecto bajo la luz de la luna, con la antena mirada del Big Ben y la preciosa estampa del Támesis. En cuantos mis ojos captaron aquella imagen saqué una pequeña libreta y un bolígrafo de mi bolso, me apoyé en un muro del puente Westminster y comencé a escribir, únicamente levantaba la vista de la hoja para observar a alguna gaviota que sacudía su alas cerca de mi.

Mi estómago rugió, miré la hora y me sorprendí al ver que había pasado más de cuatro horas escribiendo.

Comí en un bar acogedor. Me decanté por el típico plato ingles “Fish and chips” que consistía en una merluza rebozada y patatas fritas, con un rodaja de limón. Entre el hambre que tenía y que la comida estaba buenísima, lo engullí en menos de cinco minutos.

Volví al palacio de Westminster, pero aquella vez decidí entrar y conocerlo por dentro. Era simplemente espectacular.

Estaba disfrutando como una niña pequeña en aquel país, alejada de todos mis problemas, pero todo el esfuerzo que había hecho por mantener a Ryan fuera de mi mente se fue abajo en cuanto la noche cayó.

Me senté en un pequeño bar cerca de la orilla del Támesis, los enormes ventanales me permitían observar a los viandantes y las tranquilas aguas del río.

Imaginé que Ryan estaba sentado frente a mi, mirándome a la vez que sonreía con picardía y se llevaba la copa de Whisky a los labios, unos labios que echaba tanto de menos que me dolía recordarlos. Imaginé como un mechón de pelo le caería por su frente, como su sonrisa de ampliaría al yo, con dedos temblorosos le colocaba aquel mechón juguetón en su sitio.

Pegué un largo trago a mi Whisky, le empezaba a coger el gusto a aquella bebida, y observé como en el exterior la gente comenzaba a correr intentado resguardarse de las gotas de lluvía. Volví a sacar la libreta y volví a escribir hasta que el camarero me avisó que cerrarían en breve. Volví al hotel.

Encendí el móvil, acurrucada bajo el edredón y el aviso de veinte mensajes apareció en la pantalla.

Dos eran de Mel, pidiéndome que la llamara cuanto antes.

El desconocido.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora