Capítulo 9: Como un niño con un juguete nuevo

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Emma respiraba con dificultad. Miró a su alrededor y, para su alivio,  comprobó que estaba en su habitación. Entonces se dio cuenta de la razón por la que no podía respirar bien cuando un  sorprendido Alec, tendido sobre ella, la miraba aturdido. 

El joven se incorporó visiblemente nervioso, mientras paseaba la mirada de un lado a otro del cuarto, intentando ubicarse.

—¿Qué clase de lugar endemoniado es este? —inquirió mientras agarraba un oso de peluche y lo inspeccionaba con detenimiento. —¿Qué hechizo han usado para dominar a esta bestia?

Emma alzó una ceja desconcertada. Ver a Alec en su cuarto era una imagen que no le desagradaba del todo, pero lo más inesperado era ver al imponente muchacho, tan valiente cuando derrotó al Botse, sorprendido por un peluche.

—¿Es que nunca has visto un juguete? —preguntó burlona, pero la respuesta negativa del muchacho borró la sonrisa de sus labios.

—¿Un juguete? ¿Y eso deja a las bestias en este estado? —lanzó el peluche sobre la cama con urgencia por si acaso era contagioso y eso arrancó una carcajada en Emma. —¿Qué tiene de divertido?

—Lo siento, es que... —se mordió el labio intentando contener otra risa. Si Kai se había encargado de criar a Alec desde pequeño, probablemente nunca le había dado un juguete. En realidad era algo triste, pero el desconcierto del muchacho resultaba divertido. —Eso nunca ha sido una bestia. Pero hay una que sí debe preocuparnos —recordó poniéndose seria de repente.

Emma bajó la voz mientras sus ojos se dirigían a la puerta de su habitación. No sabía dónde podría estar el pequeño monstruito rojo, pero al tener a Alec a su lado, se sentía un poco más segura.

—¿Esta es tu casa? —preguntó Alec observando a su alrededor con curiosidad.

—Sí. El monstruo me atacó cuando estaba en el pasillo, al otro lado de la puerta —dijo señalando en esa dirección y sin atreverse a abrirla ella misma.

Alec se palpó la pierna en busca de su espada, pero para su disgusto, el apremio había hecho que la olvidara en Koh. Bufó contrariado y abrió la puerta despacio, intentando no hacer ningún ruido. Asomó la cabeza y miró a ambos lados, deteniendo los ojos en la mancha de sangre que había en el suelo a uno de los lados del pasillo, identificando el lugar donde Emma había sido atacada. Por el estado en que estaba cuando la encontró, el atacante parecía haberse ensañado con ella. Si la joven estaba en lo cierto y se trataba de un Devoit, había varias cosas que no encajaban. ¿Por qué había sido tan agresivo? Por lo general, eran peligrosos, pero no actuaban por instinto, como la mayoría de la beligerante fauna de Koh. Ellos eran más inteligentes y cuando mataban, lo hacían con un objetivo. En cambio, esa criatura había destrozado la piel de Emma. Sin embargo, eso no era lo peor de todo. Había un pensamiento que ponía los pelos de punta a Alec. ¿Cómo había llegado hasta allí?

Cerró los ojos y trató de concentrarse. Había aprendido a percibir la presencia de un monstruo cuando estaba cerca y, por suerte, allí no había nada. Empujó la puerta con suavidad hasta que se abrió por completo.

—Vía libre —sentenció algo más tranquilo.

—¿Estás seguro? Tal vez está abajo —susurró Emma todavía asustada.

—No tengo dudas, pero por si te quedas más tranquila, echaré un vistazo al resto de la casa.  

Salió de la habitación y, con las manos en los bolsillos, fue paseando con despreocupación, asomándose en cada habitación. Emma lo seguía de cerca, con la vaga esperanza de que, tal vez, su familia ya estuviera de vuelta y se hubieran desecho del monstruo ellas mismas. Pero para su pesar, todo estaba del mismo modo en que lo había dejado. 

Emma y las Crónicas de KohDonde viven las historias. Descúbrelo ahora