Capítulo 13: Verdad al descubierto

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Emma salió de la habitación y cerró la puerta tras de sí con un sonoro golpe. De entre todas las personas del mundo, tenía que haber sido Laura la que apareciera por allí. Era la persona que más la odiaba en el mundo y lo había dejado claro cada vez que se habían visto. Lo más probable era que si veía la situación en la que estaban, seguiría difundiendo rumores sobre ella, aunque, bien pensado, eso no haría que su vida fuera a peor en ese momento.

Laura subía las escaleras despacio y se detuvo en el último escalón al ver a su compañera de clase con una apariencia bastante lamentable. Estaba despeinada, sudorosa y pálida, y Laura frunció el ceño al pensar en las cosas que podrían haber ocurrido después de que el macizo hubiera subido y se hubieran encerrado solos en la habitación.

—¿Qué está pasando ahí dentro? —se interesó suspicaz mientras acortaba la distancia.

—¡N-nada! —exclamó Emma nerviosa. —Vuelve al salón. Mi habitación está hecha un desastre y no quiero que entres. Yo bajo en unos minutos.

Laura alzó ambas cejas sorprendida. No esperaba que Emma fuera del tipo "salvaje".

—¿Él está ahí? —siguió preguntando ignorando las peticiones de la joven.

—¿Quién? —trató de fingir que no sabía de qué hablaba, pero Laura la fulminó con la mirada. —No está... o sea, sí, pero... —gruñó harta de la situación. Tenía que volver a la habitación cuanto antes y Laura sólo la estaba distrayendo. —Vete de aquí —dijo al fin, dándose cuenta de que no tenía por qué ser amable con ella. Después de todo, ellas nunca lo habían sido.

—¿Qué? —se sorprendió.

—Estás en mi casa y si no quieres que te eche a patadas, más te vale que vuelvas al salón y esperes, como te he dicho —alzó la voz exasperada.

Laura, sorprendida por la aspereza de Emma, comenzó a bajar escalones sin apartar la mirada de la muchacha. Jamás la había escuchado hablarle de esa forma. Por lo general se mostraba tímida e insegura, y siempre hacía lo posible por agradarla a ella y sus amigas. Se preguntaba qué podría estar ocurriendo y se preocupó. ¿Y si Emma había hecho algo al macizo, como había hecho con Kenneth hacía cuatro años, y estaba herido? Aceleró el paso para reunirse con sus amigas y decidir si sería necesario llamar a la policía. Después de todo, si conseguía demostrar que la chica era peligrosa y que lo que pasó con Kenneth no fue un caso aislado, tal vez conseguiría que se marchara de aquel barrio.

En cuanto se aseguró de que Laura ya no podía verla, Emma entró como una exhalación al dormitorio, pero la situación era bastante diferente de como la había dejado al salir. Alec y Eirian habían vuelto a pelear, pero esta vez era el hechicero quien había tomado la ventaja. Había colocado una mano en la espalda de Alec mientras una luz rojiza lo envolvía. Estaba de cara a la pared, con la mejilla pegada en ésta y tratando de liberarse con todas sus fuerzas.

—¿Qué ha pasado aquí?

—Tranquila, Ems —dijo Alec con dificultad. —Está todo bajo control. Le dije al gato que diera al brujo la oportunidad de defenderse.

—¿Bajo... control, dices? —repitió paseando la mirada entre el joven y el hechicero varias veces, tratando de ver dónde estaba el "control" del que hablaba Alec. —¿Qué gato? ¿De qué hablas?

El joven intentó liberarse del agarre de Eirian, pero gimió de dolor cuando sintió que la presión del hechicero aumentaba. Emma conocía esa sensación de primera mano y sabía que si seguía forcejeando sería peor. Tenía que ayudarlo como fuera.

—Venceré a Glynn y me da igual lo que tenga que hacer para conseguirlo —gruñó Eirian apretando los dientes con rabia mientras alzaba la mano que tenía libre. De su palma crecía un aura roja que aumentaba de tamaño e intensidad, llegando a iluminar la habitación y Emma empezó a temer por la vida de Alec.

Emma y las Crónicas de KohDonde viven las historias. Descúbrelo ahora