Emma entró en la casa. Ya había anochecido y estaba helada, así que agradeció la calidez del fuego que Alec había encendido en la chimenea. Durante el viaje, éste había cazado algunos animales pequeños y estaba asándolos en el fuego.
El ambiente era extraño. Alec observaba en silencio la carne cocinándose, mientras Jutin y Eirian echaban un vistazo a los libros de Kai. Los ojos de Emma se clavaron en Jutin. Era un ser misterioso y a la vez poderoso. Pero si era tan poderoso, ¿por qué había permitido que su familia desapareciera? Él debió estar ahí también. Él debió formar parte de sus vidas todo ese tiempo y, sin embargo, era un ser totalmente desconocido para ella.
—¿Por qué has permitido que estén en peligro? —Emma rompió el silencio y los tres alzaron la cabeza a la vez para mirarla. Jutin, sintiendo que la culpa le atormentaba, apartó la vista en seguida. —¿Qué tan poderoso eres? ¿Por qué no has hecho nada para evitarlo?
—Emma... —respondió el aludido con un suspiro. —No es algo que yo he permitido, ¿de acuerdo? No se me ocurrió pensar que ellas no serían capaces de protegerse solas. Vinieron para encontrarme y yo lo sabía, pero pensé que no sería un inconveniente que hicieran un viajecito a Koh y vieran cómo estaba todo. Creí que volverían en seguida...
—Pero no lo hicieron.
—No. Sin embargo, me consta que están vivas.
—¿Qué quieres decir?
—Vosotras tres tenéis una conexión que no puedes imaginar, Emma. Sois como un mismo ente. No es solo una relación familiar. Si alguna de ellas hubiera muerto, tú lo sabrías al instante, como si hubieras perdido un brazo o una pierna —explicó el protector.
Emma hizo un poco de introspección, pero no sintió nada como lo que él describía. Eso la dejó un poco más tranquila, sin embargo, no dejaba de pensar que el que estuvieran vivas no significaba que no estuvieran heridas o en peligro.
Jutin se puso en pie y se paró frente a Emma, colocó las manos sobre sus hombros y la miró con gesto compungido.
—Lamento no haber conseguido protegerlas a ellas también. Haré todo lo que esté en mi mano para ayudarte a salvarlas. Lo prometo.
Emma asintió notando un nudo en la garganta.
—Por cierto, pequeña kimu. Estás helada. —Jutin frotó las manos por los brazos de Emma para ayudarla a entrar en calor. —Alec, ¿No tenéis algo de té o infusión? Esta chiquilla necesita tomar algo caliente.
Alec seguía con la mirada perdida en las llamas, y uno de los animalillos que estaba cocinando empezaba a tomar tonalidades insalubres.
—¡Alec! —exclamó Jutin alzando la voz. El aludido se sobresaltó y al darse cuenta de que la comida se quemaba, la apartó del fuego rápidamente.
—Ah, maldita sea... —farfulló, mientras dejaba la carne sobre una mesa que no estaba del todo limpia. —Bueno. Eso es lo que hay para cenar. Quien quiera, que coma.
—Oh, gracias —Jutin echó un vistazo con desagrado a los pequeños trozos de carne carbonizados y decidió ignorarlos. Tampoco tenía tanta hambre. —Te preguntaba si no tienes algún té que podamos dar a Emma para ayudarla a entrar en calor. De hecho, a todos nos vendría bien tomar algo... ingerible.
—Creo que Kai tiene algo en la despensa. Pondré el agua a calentar.
Alec abandonó la estancia y Emma observó de reojo al hechicero, que seguía enfrascado en la lectura de uno de los pesados tomos que guardaba Kai en su extraña biblioteca. Su corazón palpitó con fuerza de nuevo al pensar en lo que debía hacer y volvió a cuestionarse si era lo correcto.
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Emma y las Crónicas de Koh
FantasíaEmma, una joven introvertida que lucha por conectar con los demás, experimenta un giro radical en su vida el día de su cumpleaños. Un misterioso poder despierta dentro de ella, transportándola a un mundo mágico lleno de criaturas fantásticas y pelig...