Cap. 1

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      Apenas tenía diez años el pequeño Seungcheol de cabello negro y ojos saltones, llevaba una chamarra abierta y la camisa mal planchada sobre los jeans gastados. Tenía mugre en las mejillas y sus pupilas brillaban mientras su pequeña diestra apretaba un montón de monedas viejas.

Sentado en una silla de la panadería junto a la ventana, miraba el deambular de la gente por las calles. Tomaba un breve segundo para asegurarse de que en la caja seguía una señora de cabello corto y delantal azul. La mujer del mostrador observaba de reojo al pequeño y sonreía al saber la razón de porque no se acercaba a comprar, incluso a veces pretendía no verlo para que el muchacho no se pudiera más nervioso de lo que ya estaba.

El aire era dulce como el azúcar espolvoreado sobre el mesón y aun mas dulce era la sensación que invadía el corazón del pelinegro cada vez que llegaba el hijo de la vendedora a ayudarla con las ventas.

Tan pronto aparecía el muchacho por la puerta con su pequeño delantal rosa, Cheol se armaba de valor y levantaba sus temblorosas piernas para acercarse a penas al mostrador. En la fila habían dos personas antes de el, y mientras esperaba movía los dedos con nerviosismo y sujetaba el dinero que ahorraba para venir a comprar pastel cada viernes después de la escuela. Sus ojos estaban absortos en el chico de su misma edad que atendía el mostrador. Aún así era muy difícil que Seungcheol lo viera a la cara, por lo general, solo enfocaba su vista en pequeños detalles de aquel niño; su lindo cabello castaño que siempre llevaba perfecto, la forma de sus orejas que le llamaban la atención, sus manitos delicadas que con cuidado entregaban los pedidos y también su blanca piel que parecía de leche y que no era para nada similar a la propia. Entonces se sintió avergonzado por su ropa mal cuidada y su apariencia andrajosa. El temor empezó invadirlo poco antes de que fuera su turno y la idea de huir cruzó por su mente pero entonces fue demasiado tarde.

-Seungcheol, que gusto verte hoy.- La sonrisa de la vendedora era reconfortante y a veces lograba sosegar los nervios del niño durante una fracción de segundo. - ¿Hannie, puedes atender a tu compañero?

Casi por inercia sus ojos se desviaron hasta el chiquillo de finos rasgos y ojos preciosos. Este asintió con su cabeza y aunque la sonrisa seguía sobre sus labios, podía verse en su semblante una actitud mas tímida que con los demás clientes. Seungcheol ese día en la mañana lo había decidido, hoy era el día. Se armaría de valor y miraría de frente, cara a cara a Jeonghan por primera vez.

Fue hace un par de semanas, en la clase de matemáticas, cuando la profesora sermoneó a Cheol por provocar bullicio al fondo del salón. Entonces lo mando al frente y lo obligó a sentarse en los primeros puestos "donde mis ojos te vean".

Obedeciendo a la maestra, el pelinegro se sentó en aquel puesto y saludo al chico con quien iba a compartir pupitre. Este le devolvió el saludo pero apenas hablaron durante la clase y no cruzaron miradas ninguna sola vez. Aún así, el revoltoso niño no pudo dejar de pensar en su compañero el resto de la semana. Primero porque creyó que era muy extraño ya que no se comportaba como los demás y después porque le llamo la atención los dibujos que hacia alrededor de su cuaderno y que aunque se sentaba adelante también le costaba entender lo que la profesora enseñaba. Estas cosas lo devolvieron al rango de normalidad, pero aun así Seungcheol creía que había algo importante sobre Jeonghan que estaba ignorando. Fue así como llego a la conclusión de que debía mirar de frente su rostro para conocer la verdad. Lo único que no imagino es que llegado el momento no sabría como reaccionar. Estaba petrificado y con la mirada fija en el rostro del chiquillo, apenas logro abrir sus labios y casi por inercia junto silabas y valor que se tradujeron a una corta frase:

-Quiero que seas mi amigo.

Todos los recreos Seungcheol esperaba a Jeonghan en la puerta del salón para salir juntos al patio e ir donde el resto. Aunque no fue cosa de poco tiempo, Han empezó a sentirse mas cómodo con sus otros compañeros y cada vez le era mas sencillo decir lo que pensaba. A veces se reía a carcajadas y Seungcheol no podía evitar sentirse emocionado. Ahora que Jeonghan era su amigo se divertía aun mas en el colegio, y a medida que esto ocurría el ambiente en su casa era cada vez peor.

A veces iba a la panadería después de la escuela y se juntaba con el castaño para jugar o conversar, además de que la madre de Hannie le ofrecía dulces que no podía rechazar. Fue ella la primera en darse cuenta de los problemas domésticos que enfrentaba el pelinegro. Era normal que los rumores corrieran rápido y aunque por lo general ella no prestaba atención a chismes, cuando escuchaba que el padrastro de Seungcheol volvía cada vez mas tarde y alcoholizado, y que su madre apenas se preocupaba por su hijo, no podía evitar notar la ropa mal cuidada del muchacho, o como no tenía hora de llegada ni manera de comunicarse con su familia a pesar de que fuera de noche.

De todas maneras el pelinegro trataba siempre de suprimir las malas escenas hogareñas y rellenarlas con buenos momentos junto a su amigo. Nada derribaba su actitud juguetona y entusiasta, o por lo menos nada lo hacía hasta que un día apareció frente a la panadería con un moretón sobre su ojo izquierdo.

Por primera vez vio en el rostro de Jeonghan una preocupada y seria expresión como esa. El castaño se quedó sin palabras por un segundo y su primera reacción fue acercar con suavidad su mano a la mejilla ajena para mirar el violeta en el rostro de su amigo.

- ...¿Qué te paso? –sus ojos estaban fijos sobre los del mayor que por primera vez evitaban los ajenos a toda costa.

-No le digas a tu mamá.

Always my heroDonde viven las historias. Descúbrelo ahora