Las apariencias del que aparenta

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Con quince años, yo ya estaba hecha una mujer. Seguía siendo como siempre. Había logrado mantener el negocio de mi padre, y creo incluso que lo mejoré. Yodine se había vuelto un poco pequeña para mí, pero seguía viviendo allí porque era donde me sentía segura. Y creo que ya habréis averiguado que mi familia aún no había dado señales de vida. Yo me olvidé prácticamente de ellos. Pero no como pensáis. Simplemente, mi mente decidió cerrar esos recuerdos bajo llave para que no sufriera más de lo que ya lo hacía.

En cuanto a los búhos, vivían conmigo. Se habían adaptado tanto que se habían convertido en mis mascotas, aunque seguían siendo libres. Los pequeñines ya no eran tan pequeñines, e incluso más de uno encontró pareja. Pero seguían volviendo a mí, como si hubiera desarrollado la capacidad de ser un búho más. Los adoraba. Eran mi debilidad. Incluso había veces en las que se venían conmigo a trabajar. Hablaba a menudo con ellos y sentía que me entendían, y que incluso me contestaban. Claro que en público les trataba de otra manera para que no pensaran que estaba loca.

La verdad era que llevaba sin hablar con alguien de verdad mucho tiempo. Más allá del negocio, no había vuelto a entablar una conversación con nadie desde que tuve que dar explicaciones a mis vecinos sobre lo ocurrido. Aunque creo que esa explicación se había quedado pequeña después de dos años.

Sabía que circulaban rumores sobre mí y mi familia. Pero era mejor así. Si la gente me tenía miedo, no se me acercaba. Y así podía vivir en paz. Y si sentía compasión, conseguía más dinero del habitual. Seguramente, la mayoría creerían que me habían abandonado por ser como era. Y otra gran mayoría me habría creído una asesina. Pero no me importaba. La gente seguía viniendo a comprar, por lo que eso significaba que les daba igual lo que dijeran los rumores.

Me atrevería a decir que vivía mejor que antes, pero he de admitir que solo había una boca a la que alimentar, y no seis. Supongo que si mi padre hubiera sido uno, habría pasado lo mismo.

Me había vuelto famosa en Pletu, el pueblo en el que vendía. Gente de distintas partes venía para comprar diferentes productos de mi puesto. Al parecer, ese tal Main tenía los mejores alimentos que se pueden probar. Hubo un tiempo en el que traté de buscarlo. Incluso me quedé en la tienda para ver si conseguía verle. Pero jamás me lo había cruzado. Fuera donde fuera donde estuviese, le agradecía todo lo que estaba haciendo por mí, aunque él no lo supiera. También amplié mi gama de artículos. Comencé a vender también productos que se necesitaban en cualquier hogar, lo que había aumentado considerablemente el número de ventas.

He de decir que había gente que me tomaba por un chico. Y yo tampoco lo impedía. Había personas que se habían sorprendido al ver que la persona que llevaba el puesto era una mujer. Y había oído rumores acerca de chicas que habían sido forzadas contra su voluntad y maltratadas. No quería que eso me pasara, y por eso dejaba que la gente pensara que era un chico. Además, desde que mi cuerpo se había desarrollado, varios chicos habían intentado cortejarme. Pero no era lo suficientemente "dama" para ellos. Y a mí no me interesaba tener una relación con alguien. Y más en el estado mental en el que me encontraba. Tan solo vivía para el trabajo y los búhos. No me había parado a pensar en ningún momento lo que estaba haciendo con mi vida. El colegio lo había dejado desde hacía mucho. Me suponía una pérdida de tiempo. Todo lo que se daba resultaba que yo ya lo sabía porque lo vivía cada día. Matemáticas, geometría, lengua... Incluso conseguí aprender un idioma nuevo: rewu. Uno de los comerciantes me había enseñado lo básico para que supiera hablar con los clientes que no eran de Rise.  Y me había sido de gran ayuda. Como veis, todo me iba bastante bien hasta una noche de mayo en la que volvía del trabajo.

Poco a poco, había ido cogiendo confianza, y a veces volvía a casa a altas horas de la noche. Me entretenía observando las estrellas y pensando en mis cosas. A veces incluso me paraba a comerme una manzana. Pero esa noche jamás la olvidaré. Fue la noche en la que toda mi suerte se vino abajo. Iba caminando por la carretera, cuando unos muchachos de no más años que yo se cruzaron conmigo. Como de costumbre, me confundieron con un hombre y siguieron avanzando sin fijarse mucho en mí. Mientras oía cómo se alejaban, pude divisar una sombra en el borde del camino. Fue tan solo un segundo. Noté el golpe tan fuerte que pensé que no era real.

Un señor de unos treinta años me había visto andar y había decido seguirme. Yo pensé que me iba a maltratar, como a las otras chica y me maldije por no haber tenido más cuidado. Pero lo que me dijo me dejó sin aliento:

-¿Quién eres y por qué estás robando el trabajo a Rob?

¿Podría ser Main, el tipo que le debía un favor a mi padre? Estaba tan aturdida por el golpe que tan solo pude decir:

-¿Qué?

Sentía el sabor de la sangre en mi boca. Como poco, me había partido el labio. Me volvió a golpear, esta vez en la tripa. Supongo que pensó que le estaba tomando el pelo. Caí al suelo de rodillas, tratando de cubrir la tripa con los brazos.

-No te lo volveré a preguntar. ¿Quién eres y por qué robas el trabajo a Rob?-dijo, amenazadoramente.

Esa vez saqué las fuerzas suficientes para contestar.

-No le estoy robando el trabajo-escupí sangre y proseguí-. Se lo estoy guardando.

Y volvió a golpear. Me dio una patada en las costillas y sentí que algo crujía por dentro de mí.

-Te he dicho que no te lo volvería a preguntar. Has hecho mal en mentir.

Antes de que pudiera volver a golpearme, me levanté como pude y empecé a correr. No llegué muy lejos. Caí al suelo. Cuando le vi acercarse hacia mí con esa sonrisa en la cara, supe que iba a ser el fin. Pero aún así, le miré a los ojos y le dije:

-¿Qué quieres que te diga? ¿Que soy una ladrona que va robando los puestos a la gente? ¿Es así como me ves?

Por la expresión de su cara, me di cuenta de que no se había percatado de que era una chica. Utilicé esa ventaja, haciendo como si me hubiera equivocado y actuando como lo haría un hombre.

-Yo no le robo nada a nadie. Rob me dijo que le guardara el puesto y yo lo he hecho. Ahora si quieres seguir golpeando, hazlo. Cuando él se entere, no tendrás campo para correr.

Eso le relajó considerablemente, lo que me permitió explicarle lo ocurrido. Claramente, mentí. No le dije que era una chica. Eso habría estropeado la gran actuación que estaba haciendo. Le dije que Rob había desaparecido hacía un tiempo sin dar explicaciones y que me había dejado a cargo del puesto. Como no había conseguido localizar a nadie de su familia, me quedé tan sólo yo cuidando la tienda.

Para mi gran sorpresa, el hombre me creyó. Pero sin embargo, no era el tal Main.

-Soy Lin. Un amigo de Rob. Le conocí hace muchos años cuando habíamos servido juntos al rey. Como hacía bastante tiempo que no le veía, decidí venir a visitarle. Sabía que tenía una pequeña tienda en la que trabajaba, aquí en Pletu. Cuando te vi ocupando su puesto, pensé que le había pasado algo malo. Pero si estás a cargo de su negocio quiere decir que volverá en algún momento, ¿no?-preguntó.

Yo volví a mentir como pude.

-Sí, eso me pareció. Yo no pienso quedarme a cargo de su negocio eternamente, y él lo sabe. Se lo dejé bien clarito.

Lin y yo acordamos en que él me ayudaría a llevar el puesto de mi padre. Grave error que no podré enmendar jamás. Cuando volví a la cabaña sentía cómo al menos una costilla se me había roto. No entendía cómo ese hombre había sido capaz de hacerlo, pero notaba un pinchazo cada vez que pisaba con el pie derecho. Tendría que ir al médico al día siguiente, cosa que no me hacía mucha gracia. Si alguien se enteraba de que estaba gravemente herida, los rumores negros se extenderían más rápido que la pólvora. Por ello, decidí que iría antes de abrir el puesto. Eso implicaba levantarme más pronto que los búhos y era muy complicado. Lin me había pedido perdón, pero no era suficiente para mí. Le vigilaría cada segundo que estuviera con él. Subí a Yodine, me tumbé, y dormí dos horas antes de partir de nuevo.

Mi última historiaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora