Leyendo la mente

4 0 0
                                    

Escuché cómo la puerta chirriaba al abrirse y pude ver por la luz que se colaba por la ventana el rostro de la anciana que me había salvado la vida. Aun así, no me relajé lo más mínimo. Seguí haciéndome la dormida, pero no me duró mucho tiempo.

-¿Te encuentras mejor?-dijo ella.

¿Cómo sabía que estaba despierta?

-Sí. Gracias por acogerme en su casa-agradecí.

-Oh, no tienes por qué darlas. Estoy mejor en compañía-contestó.

Aun en la oscuridad, podía notar la amabilidad que esa mujer daba a cualquiera que estuviera con ella. Era muy agradable. Me erguí un poco para poder verla mejor. Llevaba un candelabro que le iluminaba la cara.

-Tú también le has visto, ¿verdad?-dijo.

Eso me dejó completamente descolocada. ¿A quién? ¿Al chico que me había dado un sobre hacía un poco? ¿Cómo podía ser que ella lo supiera?

-¿A quién?-pregunté, haciéndome la inocente.

Pero la anciana me miró como si supiera que yo estaba mintiendo. En ese momento, yo me sentía como si mis pensamientos no estuvieran a salvo dentro de mi cabeza. Pero sin embargo, yo no cambié mi versión de los hechos y ella no me insistió.
-Está bien. Me alegro de que te sientas mejor. Te dejaré dormir. Necesitas descansar.
Y me sonrió. Después salió por la puerta silenciosamente y antes de cerrar, me guiñó un ojo.

Después de aquello, no pude dormir en toda la noche. Me quedé pensando, tratando de repasar una y otra vez el momento en mi cabeza. No quería que se me escapara nada. Y a la vez, sentía que cuanto más lo pensaba, más se me escapaba la situación. Pero no por ello dejé de pensarlo. No podía. ¿Quién era ese chico y por qué había vuelto ahora? Tantos años pensando que había sido una simple ilusión que había provocado la desgracia que marcó el destino de mi vida, pero ahora se presentaba de nuevo en mi ventana, tan real como lo había sido para mí en ese entonces, cuando tan solo era una niña.

Poco a poco, fue amaneciendo. Pero el día no se tornó soleado, sino con indicios de ir a haber tormenta. Como entraba frío por la ventana, traté de incorporarme, pero me dolía tanto el costado que me caí de nuevo en la cama. Golpeé el colchón con la mano y rechiné los dientes. No soportaba sentirme débil e inservible. Me tapé la cara con las manos tratando de relajarme, pero tan solo empeoró las cosas. Lo volví a intentar unas cuantas veces más, pero siempre pasaba lo mismo.

Cuando ya me cansé y volví a tumbarme, pude notar bajo la almohada algo duro pero flexible: el sobre. Rápidamente lo saqué de ahí. Tenía miedo de ver lo que había en su interior, teniendo en cuenta que en una sola noche había tenido la sensación de que dos personas me habían leído la mente en contra de mi voluntad. ¿Podía ser algo de mi familia, algo que había enterrado en lo más profundo de mí? ¿O puede que algo de mi vida propia? Tenía tantas ganas de saber lo que había en su interior, que me olvidé de todo a mi alrededor. Cuando me aseguré de que no iba a aparecer nadie, lo miré fijamente y lo abrí.

Has llegado al final de las partes publicadas.

⏰ Última actualización: Apr 10, 2017 ⏰

¡Añade esta historia a tu biblioteca para recibir notificaciones sobre nuevas partes!

Mi última historiaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora