El reencuentro

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Como no era de extrañar, tenía una costilla rota. El médico me vendó como pudo y me trató de advertir que debía reposar en durante al menos una semana para dejar que la costilla volviera a su sitio sola. Pero no le hice mucho caso. No podía permitirme el faltar un día al trabajo. Mis clientes no podían esperar tanto y podría perder todo lo que había conseguido erguir en esos últimos años. Es por eso que me alejé corriendo de allí. Debía comprar la medicina que me había mandado el médico antes de abrir el puesto, y sólo me faltaban unas horas para hacerlo.
Me recorrí todo el trayecto de Roberlow a Pletu en menos de lo que esperaba, teniendo en cuenta que la costilla y el vendaje me impedían realizar movimientos bruscos. Cuando llegué, agradecí que el puesto de Ropery estuviera abierto. Él vendía productos de todo tipo: infusiones, medicinas, ungüentos, hechizos... Me acerqué rápidamente antes de que alguien me viera comprar algo. Di gracias al cielo porque no había mucha gente y en el puesto de Ropery aún no había nadie, ya que él siempre suele estar muy ocupado con la cliente!a. En cuanto estuve al alcance de su vista, él me miró y me sonrió. Tenía una de esas sonrisas cálidas que se agradecen de vez en cuando.
-Buenos días, Ropery. Vengo a pedirte un poco de esto, si no es mucha molestia-dije y le entregué el papel.
Él lo examinó con detenimiento y frunció el ceño. Cuando terminó de leerlo, volvió a mirarme. Sabía que preguntaría el por qué de mi necesidad, pero en ese momento no se me ocurrió otra cosa que decirle:
-Alguien me intentó atracar el otro día y al defenderme, me hice una herida. No es nada, tan sólo un rasguño-traté de quitarle importancia.
Pero él siguió mirándome muy serio.
-Pues menudo rasguño que te hiciste para que necesites una medicina tan potente.
Sabía que él sospechaba algo, pero no quise cambiar mi versión de los hechos. En cierto modo, era cierto lo que le había contado. Él lo único que supo decirme fue:
-Mira, Senna, no sé lo que te pasó ni te voy a preguntar. Es problema tuyo y no me voy a meter. Pero te voy a dar un consejo: ten cuidado. Hasta los que están más cerca de nosotros nos dan una estocada. Me caes bien y no me gustaría encontrarte muerta algún día
Yo asentí. Le di las gracias y en cuanto me dio lo que le había pedido, me despedí y fui directa a mi puesto. Sin embargo, el consejo que me había dado resonaría en mi cabeza todo el día, intentando descubrir aquello que se presentaba delante de mis narices y que no lograba ver. Y así, se pasó el día.
Cuando todos empezaban a recoger, se presentó Lin, tan educado y con un traje extravagante. No importaba lo duro que hubiera sido conmigo. Ese hombre estaba claro que era ridículo. No me creía una sola palabra de lo que me había contado. Mi padre no podía ser amigo de alguien así. En cuanto llegó a donde estaba yo, me percaté de que venía borracho. Le pregunté por qué no había venido a ayudarme cuando teníamos un trato y lo único que fue capaz de responder fue:
-Se me pasó.
¿Se me pasó? ¿Esa era la excusa que me iba a poner? Estuve a punto de saltar la barra del puesto y de pegarle un puñetazo para que supiera lo que se sentía cuando se te rompe una costilla. Pero me contuve. No quería llamar la atención de los alguaciles, ya que él lo hacía por sí solo y no quería meterme en sus problemas. Pronto, vinieron a llevárselo porque no paraba de dar voces como si estuviera loco. Y yo no hice nada por impedirlo. Se lo merecía por no haber cumplido su parte del trato. Mientras le escuchaba pedir auxilio a voces, comencé a recoger mi puesto. Pero me detuve. Comencé a percibir un aroma que me resultaba muy familiar, aunque solo lo hubiera percibido una vez. Me di la vuelta y me encontré a la anciana que años atrás se había acercado a mi puesto, cuando yo aún era una niña. Y me pidió que esperara. Como la última vez, le ayudé a llevar las cosas a su casa después de haber acabado de recoger el puesto, esta vez conociéndome mejor el camino. Desde aquel día, había intentado regresar a su casa para comprobar si ella se encontraba bien, pero no había sabido orientarme. Incluso llegué a pensar que había fallecido o que simplemente era un sueño. Pero no, allí estaba de nuevo, después de dos años. Cuando llegamos a esa puerta que tanto me maravillaba, me detuve y observando la casa desde fuera, me contuve las ganas de llorar. Echaba de menos mi hogar y a mi familia. Y ese sitio era tan dulce... Después de un momento de vacilación, entré después de la mujer, sin saber que esa noche no volvería a Yodine ni vería a mis preciados búhos.

Mi última historiaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora