Capítulo 11.

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Cat

La lluvia cesó por la madrugada, dejando detrás solo el viento y la suave brisa que movía las ramas de los árboles. El clima era húmedo y frío ideal para dormir acurrucada a Darrel que en ningún momento me soltó y me apretaba a él para mantener el calor de nuestros cuerpos juntos.

Al abrir los ojos me encontré con la dulce mirada de Bruno y con su lengua de fuera. Se apoyó en sus dos patas traseras y las delanteras las puso en el colchón.

—Buenos días —estiré la mano para acariciar su cabeza y hacerle cariñitos —. ¿Tienes hambre o ahora qué quieres? —sus orejitas se elevaron y bajó de la cama.

Se dio la vuelta y salió de la habitación.

Sentí el brazo de Darrel rodearme la cintura y su respiración acariciar la delicada piel de mi cuello. Un cosquilleo me recorrió la piel. Me di la vuelta para encontrarme con sus abismales ojos de color avellana. Eran tan enigmáticos y electrizantes.

—Buenos días, dulce ángel —una tonta sonrisa se dibujó en mis labios.

Nadie me había dicho algo así, nunca, y yo me sentí flotar en las nubes.

—Buenos días, Darrel.

Su cabello negro estaba todo alborotado, con las puntas en todas las direcciones y algunas cayendo en su frente. Se veía tan guapo y atractivo, tenía una masculinidad desbordante y arrasadora. La palabra hermoso sería un insulto para él, porque no era hermoso en definitiva, era guapo y atractivo. Era masculino y encantador. Aunque no era como los otros chicos con los que yo había salido antes, Darrel era serio, reservado, con muchos demonios dentro pero más que nada fantasmas que él no quería dejar.

Yo también tenía fantasmas que me seguían y que no eran tan difíciles en dejar ir, quizá tenerlos con él le recordaban quien era y por eso los mantenía con cerca.

—¿Por qué me miras tanto? Pareces una acosadora.

—Yo no soy una acosadora, ¿por qué lo dices?

—Por esa mirada —se señaló los ojos —. Esa mirada tuya es...rara.

—¿Rara?

—Sí, de demente.

—¿¡Qué!? ¡Oye! —le di un manotazo en el hombro —. Yo no tengo una mirada de demente, mi mirada es dulce y encantadora —parpadeé un par de veces. Cosa que no tuvo efecto en él.

—¿Se te metió una pestaña en el ojo?

—¡Darrel!

Quise darle otro manotazo pero cogió mi muñeca en el aire. En un solo movimiento estaba encima de él, con las tetas de fuera y mi cuerpo expuesto ante él. El pudor pudo más que yo, porque obvio no estaba excitada como ayer en la noche y ahora me daba pena que me viera desnuda, con mis pequeños limones de fuera, ante sus curiosos ojos mirándome.

—Te ves encantadora cuando despiertas, más que nada por tu buen humor —fruncí el ceño —. Por cierto.

—¿Sí?

—Tienes salvia seca aquí —se señaló la comisura izquierda.

—¡Qué vergüenza! —me quise bajar de encima suyo pero sus manos en mis caderas me detuvieron.

Sus manos eran grandes y se sentían como las manos de un hombre, con largos y fuertes dedos, algunos callos y no eran nada suaves. Apoye mis manos en su pecho y me incliné un poco hacia él.

—No es cierto —sonrió.

—Tonto —una de sus comisuras se estiró, levantó la mano a la altura de mi mejilla y con dos dedos me quitó uno de los mechones que caían al lado de mi rostro.

Corromper a un ángel (COMPLETO)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora