Capítulo 10 (+18)

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Darrel

El sonido del mar me tranquilizaba, escuchar las olas chocar contra las rocas, el graznar de las gaviotas, el viento chocar contra la madera de la casa y colándose entre la puerta moviendo las cortinas, trayendo consigo lo salado del mar.

Abrí los ojos de golpe al escuchar los ladridos de Bruno, quien rasguñaba la puerta de la habitación, al voltear la cabeza lo pude ver mirándome, con esos enormes ojos perrunos, soltaba chillidos de suplica y tuve que ponerme de pie para abrirle la puerta, a la vez que me frotaba los ojos con los nudillos.

Salió moviendo la cola y fue entonces que me di cuenta de donde me encontraba y quien estaba dormida en la cama, dándome la espalda. Retrocedí y choqué contra la puerta, llevándome una mano a la boca. Cat estaba de espaldas a mí, con su cabello castaño desparramado por toda la almohada, sus hombros descubiertos y los cobertores blancos cubriendo sus piernas.

Abrí la puerta con cuidado de no hacer ruido y salí, cerré de nuevo con mucho cuidado y di la vuelta sobre mis talones, para ir a mi habitación. Para mi mala suerte me tope con Andrew que tenía algo entre las manos.

—No me mires así.

—¿Así cómo? —levantó una ceja y miró a ambos lados —. ¿Yo? —se señaló.

—Sí, tú —lo señalé y entré a mi habitación.

Detrás de mí venía Andrew.

—No quiero que empieces a hacer suposiciones.

—Pero yo no supongo nada, solo digo lo que veo y te vi salir de la habitación que ahora mismo está ocupando —entornó los ojos —. Y no son suposiciones.

—Ayer se sentía mal.

—Eso ya lo sé —apoyó el hombro en el marco de la puerta.

—Y me quedé con ella para asegurarme que estuviera bien.

—Ajá —le dio una mordida a lo que sea que estaba comiendo.

—Y nos quedamos a ver televisión.

—Que interesante.

—Nada más eso.

—Te creo —dijo en tono neutro.

—De verdad. Lo digo enserio.

—Te creo, Darrel, no tienes que repetirlo.

—¿Y por qué me miras así? —lo señalé.

—¿Así cómo?

—Como sino creyeras en lo que te digo —se asomó al pasillo.

—Porque no puedo creer que no hayas aprovechado que no estuvimos e hicieran ñiqui ñiqui —fruncí el ceño.

—¿Hacer qué?

—Ya sabes, tener sexo.

—Eres un depravado, Andrew.

—Y tú no eres la madre Teresa de Calcuta —me señala.

—No, pero no pienso solo en sexo, como tú —me di la vuelta para buscar un poco de ropa, me quería dar un baño y bajar a desayunar.

—Y es raro para mí ya que pasaste muchos años encerrado en ese lugar como para no pensar en solo querer vivir y disfrutar.

—Cat no es solo sexo —me di la vuelta hacia él.

—¿Entonces qué es? ¿Le vas a decir que te pagaron una jugosa cantidad por cortarle la garganta? ¿Qué crees que haga cuando lo sepa?

Se llevó una mano a la barbilla, pensando.

Corromper a un ángel (COMPLETO)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora