Capítulo 24.

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Darrel

Cuando salí de La Fortaleza me sumí en una profunda sed de venganza que no me llevó a nada bueno. Los años que pasé ahí me sirvieron para llenar mi corazón de coraje y maldad, todo ese tiempo ayudó a hacer de mí uno de los mejores asesinos que habían salido de ahí, pero me había dejado corromper y en ese momento ya no había salvación para mí. Cuando salí lo primero que hice fue buscar a los malnacidos que mataron a mis padres y al responsable que mandó aquella orden.

Los busqué y los cacé como los animales que eran, me aseguré de hacerlos sufrir cada segundo de sus miserables vidas o lo que quedaba de ellas. Los hice pagar por matar a mis padres, por la crueldad que usaron al hacerlo, por como los hicieron sufrir antes de acabar con sus vidas. Los hice sufrir a tal grado que muchos de ellos me pidieron parar ya con su sufrimiento, pidieron de rodillas, con lágrimas en los ojos, suplicaban para que terminara ya con esto que ellos habían empezado y aún así no lo hice, alargué su castigo lo más que pude y al final les di la muerte que se merecían. Para el final deje al malnacido que mandó matarlos, hice que viera como mataba uno a uno de sus matones para que supiera lo que le esperaba a él también.

Fueron años muy oscuros para mí y por eso me aleje de Hazel y Max, no quería arrastrarlos en mi mundo, no quería que fueran como yo, no quería hacerles daño, más del que ya habían tenido que pasar con la muerte de mis padres.

Ahora tenía tanto miedo de regresar a ser ese hombre que fui, tenía miedo de dañar a mis hermanos, de alejarme de ellos porque ellos me necesitaban pero yo los necesitaba mucho más a ellos. Ya no quería volver a la oscuridad que estaba detrás de mí pero a la que intentaba ignorar a como dé lugar.

Desperté con la boca seca y la garganta me ardía, mi pecho subía y bajaba, tenía la frente perlada en sudor y las manos en puños. Al mirar a mi alrededor me di cuenta de que estaba en mi habitación, en mi cama, en mi casa. Tenía lágrimas en las mejillas y sentía una gran opresión en mi pecho que no me dejaba respirar bien. Recogí mis piernas con mis brazos y las apreté fuertemente. Derramé un par de lágrimas más, antes de limpiarlas con mis dedos, el miedo me recorría el cuerpo completo y sentía escalofríos que atenazaban mis huesos, estaba jodido y para mí ya no había salvación, quise hacer las cosas bien pero no pude, nunca pude hacerlo y siempre jodía todo lo que me importaba.

Esta noche no pude dormir por más que quise, así que me quedé despierto toda la noche hasta que el sol salió y era hora de levantarme de la cama. Antes de que Hazel y Max se fueran yo ya estaba en la cocina, preparando el desayuno. La primera en entrar fue Hazel, al verme frunció un poco el ceño y se acercó a mí.

—¿Qué pasa? —le pregunté cuando con su mano bajó mi barbilla para verme mejor.

—No has dormido bien y no me digas que sí porque tienes ojeras. Darrel...—la detuve antes de que dijera algo más. No tenía ánimos para lidiar con esto ahora.

—El desayuno ya está —me zafé de su agarre y di un paso atrás.

—No me esquives.

—No te estoy esquivando —me di la vuelta para dejar el tocino en los platos —. No quiero hablar de eso.

—¡Nunca quieres hablar de eso! Siempre te cierras para mí y para Max, siempre te metes en esa burbuja en la que no dejas entrar a nadie y eso me molesta, me jode que no nos digas nada, que seas así —al darme la vuelta me estaba señalando.

—Soy así, Hazel, no hay más.

—Sí hay más, siempre hay más, Darrel. Tienes que dejarla ir —suspiró —. Sé que la amas pero...

—No puedo —dejé la sartén encima de la mesa —, no quiero dejarla ir, ella es mi luz, Hazel, en toda esta oscuridad ella era mi luz.

—Pues no voy a dejar que esa oscuridad te corrompa, Darrel, ya no.

Corromper a un ángel (COMPLETO)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora