Capítulo 28.

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Darrel

Existe una delgada línea entre la maldad y la bondad que existe dentro de una persona, para cruzarla solo se necesita un solo acto para dejar de ser una buena persona, aunque tus actos sean lo más nobles. Yo había pasado esa línea desde hace años y tampoco me arrepentía por ello, era algo que había hecho por mis padres, por mi estabilidad y la tranquilidad de mi familia. Yo le pedí a mi tío llevarme a ese lugar, yo se lo pedí porque era algo que tenía que hacer sí o sí: vengar la muerte de mis padres era la única solución para estar tranquilo y saber que quienes les hicieron daño iban a pagar lo sucedido.

Se me enseñó a ser fuerte, a resistir el dolor, a dejar de lado este cuando era más necesario. Se me enseñó a no tener piedad por las personas, mucho menos por quien se me mandó matar. A lo largo de mi vida maté a muchas personas malas, entre ellos pedófilos, asesinos, tratantes de blancas, secuestradores y un sin fin de escoria que merecía morir, nunca me arrepentí de ninguna de esas muertes, nunca me arrepentí de torturar, romper huesos, quemar, lastimar...Tampoco sentía remordimiento en este momento.

Me encontraba cerca de la estación de policía, de esta entraban y salían personas y policías. No me sentía preocupado ni temeroso mucho menos, sentía paz y sabía que lo que iba a hacer estaba bien y era lo correcto.

Miraba mis manos mientras atrás, en la cajuela se escuchaban golpes e intentos de gritos. Tenía la boca cubierta, las manos y los pies bien atados para que no pudiera salir.

Quizá debí matarlo, cortar su garganta y dejar que se desangre, que se ahogara en su propia sangre. Quizá debí cortar uno a uno sus dedos y verlo llorar como a un niño, o tal vez debí torturarlo más de lo que ya lo habíamos hecho, sí, tal vez eso debíamos hacer pero sé que ella no querría eso, ella hubiese querido que se haga justicia por ella y por todas las mujeres que pasaron por sus manos y tuvieron un mal final. Y solo por ella estaba haciendo esto porque para mí lo más fácil era matarlo y desaparecer sus restos así nadie lo iba a recordar y todos lo olvidarán con el paso de los años.

—¿Estás seguro de esto? —preguntó Andrew a lo que asentí con la cabeza —. Sabes que puede salir de prisión tiene muchos conocidos influyentes.

—Y a todos ellos los vamos a cazar también, haremos justicia, Andrew, por primera vez no lo hago por mí —asintió con la cabeza.

Con mis manos rodeé el volante y lo apreté fuerte, solté un suspiro.

—¿Crees que estoy haciendo bien?

—¿Tú crees que estás haciendo bien? —sin dudarlo asentí con la cabeza —. Entonces sí, Darrel. No tienes por qué preguntarlo.

—Ella habría querido eso, lo sé —asentí con la cabeza convencido.

—Entonces hagámoslo —volteé a verlo y tenía una gran sonrisa en los labios.

—Antes de eso necesito decirte algo —baje las manos. El auto se encontraba a oscuras, solo la luz de las lámparas en la calle iluminaban el interior.

—Dime —lo vi desenvolver un dulce y echárselo a la boca.

—Después de cazar a todos los socios de Simón y rescatar a las niñas me voy a salir de esto, ya no puedo hacerlo, Andrew, ya no puedo seguir con esto, me está consumiendo cada día y...—hablaba rápido y sentía mi pulso dispararse.

—Lo sé, eres más susceptible a este tipo de cosas y te entiendo. Yo tampoco quiero hacer esto toda la vida, es un constante peligro, enemigos por todas partes, no tienes una vida estable y es una mierda —dijo al fin —. No creo que haga esto por más tiempo tampoco.

Corromper a un ángel (COMPLETO)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora