Capítulo 12.

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Darrel

Miraba el mar, mientras Cat sostenía un libro el cual leía. La brisa salada movía sus cabellos de un lado al otro. Estaba en medio de mis piernas, con tan solo un short que cubría la mitad de sus piernas y una blusa de tirantes que dejaba ver sus delgados hombros.

Bruno dormía al lado, con sus patas traseras estiradas y su hocico encima de sus patas delanteras. Todo era perfecto, todo esto me gustaba en demasía y no quería que se terminara.

Cat pasó la hoja para seguir leyendo y fue cuando mi móvil empezó a sonar, estaba encima de la mesita junto con el de Cat. Me estiré para cogerlo y en la pantalla apareció el nombre de Devan Hawke.

Hacía mucho que no sabía nada de él, desde que lo dejé en el hospital recuperándose.

—Devan, ¡hola! ¿Cómo estás?

Darrel, yo estoy bien ¿y tú cómo estás?

—Bien —apoyé mi barbilla en el hombro de Cat.

Llamo para invitarte a la fiesta de Daveth.

—¿Daveth? —rio.

Sí, así se llama mi hijo.

—Oh, no lo sabía.

Hace mucho que no hablamos, Darrel. Siempre te desapareces.

—Sabes que mi vida es muy ocupada.

Lo entiendo, pero tienes que venir a Chicago. Alease insistió mucho para que te llamara y que vengas. Le dije que no era nada seguro, pero ya sabes como es ella.

Asentí.

—Sí, ya la conozco.

¿Entonces? —lo pensé.

—¿Puedo llevar a alguien?

¡Claro!, puedes traer a quien tú quieras.

—Bien, ¿cuando es la fiesta?

Este fin de semana, ¿crees que puedas venir?

—Sí, yo creo que sí.

Bien, es la misma dirección de la otra vez solo que tuvimos que remodelar todo, desde los cimientos.

Recuerdo como quedó la casa de los Hawke, solo escombros quedaron de aquella magnífica construcción.

—Entonces nos vemos este fin de semana.

Pero vienes, eh, sino me voy a enojar contigo —sonreí.

—Por supuesto que sí, ahí nos vemos.

Hasta luego, Darrel.

—Hasta luego, Devan.

Deje el móvil encima de la mesita. Cat dejó su libro y se giró un poco hacia mí con el ceño fruncido.

—¿Quien es ese Devan?

—Un conocido y amigo, se puede decir.

—Mmmh.

—¿Qué?

—¿Y vas a ir a su casa?

—Vamos —le di un toquecito en la nariz, la cual arrugó a mi contacto —. Vamos a ir a Chicago.

Sus ojos se abrieron con sorpresa.

—¿Vamos, tú y yo? —asentí —. ¿A Chicago?

—Ahí vive él —parpadeó.

Corromper a un ángel (COMPLETO)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora