10. Regreso al pasado

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― ¿Hola? ―Había tanto silencio que se formó un eco.

Estaba en un lugar desconocido, sin tener visión posible para saber dónde me encontraba.

Todo era tan confuso.

Temía levantarme de la silla de ruedas y que algo me ocurriera, pero no tenía otra opción. Me levanté y empecé a palpar con mis manos aquel vacío en el que estaba, no me tropezaba con nada.

Caminaba y caminaba, con esperanzas de encontrar una puerta, una salida, pero en vez de eso encontré unas cadenas. Estaban calientes, atadas a algo. Fui palpando más y toqué un brazo, el cual estaba atado a la cadena y provocó que mis manos se mancharan de algún líquido.

En aquellas circunstancias no me imaginaba que líquido sería, podría ser sangre, estando a esas alturas podría ser cualquier cosa, ya que no encontraba lógica alguna de cómo podía haber acabado en aquel lugar en el que me encontraba.

Empecé a tiritar aunque el suelo no estuviera frío.

Estaba nervioso y asustado.

No paraba de recibir malos tratos, malas experiencias, no paraba de salvarme todo el rato yo mismo.

Todos me trataban mal, estaba viviendo una pesadilla interminable.

Me tumbé en el suelo y me acurruqué.

Temblaba mucho, necesitaba calor.

No sabía de dónde provenía tanto frío, pero necesitaba algo que me calentase.

Empecé a llorar desesperado.

Intenté ahogar mis llantos con mis manos, pero no podía, lloraba demasiado, chillaba de dolor, me sentía como un perdedor por no saber luchar, por no saber encontrar una salida.

Era un completo desastre, era consciente.

Pero ¿qué se puede hacer cuando eres como un recién nacido? no sabes nada, no sabes tu nombre, no sabes andar, no sabes hablar, no sabes absolutamente nada.

Te sientes inútil.

Lloras para recibir atención, para que hagan todo por ti.

Te sientes demasiado inútil.

Eso a mí me dolía, era un dolor tan intenso, un dolor emocional que me mataba interiormente. Desde el primer día, desde que había despertado, en mi mente no paraba de repetirme que el dolor emocional dolía más que el físico, porque así era para mí desde el principio.

Paré de llorar e intenté dormir, pero unas luces fluorescentes se encendieron y me cegaron completamente.

Manchas negras tan solo veía.

La luz era demasiado potente.

― ¿Hay alguien aquí? ―Decidí preguntar.

Nadie respondió.

― ¿Dónde estoy? ―Pregunté de nuevo.

― Estás encerrado. ―Respondió una voz.

Una voz terrorífica, parecía una especie de robot, sonaba distorsionada y aguda.

― ¿Por qué?

― No pidas respuestas obvias. ―De nuevo aquella voz.

Me irritaba.

― No sé a qué te refieres. ―Aclaré confuso y tocándome las manos por nerviosismo.

― Gírate. ―Me ordenó aquella voz.

El Experimento AzulDonde viven las historias. Descúbrelo ahora