7. Adicto a dormir

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Después de ordenar varias veces a Kit a que acelerara el paso, con la silla de ruedas, finalmente llegamos a mi cuarto.

Tantas cosas habían ocurrido ahí, y tan solo llevaba un día, durmiendo, despertando. Un día bastante ajetreado. El más ajetreado de mi vida no podría decir, ya que no sé nada de mi vida todavía.

En mi cuarto, Kit me iba a ayudar a levantarme de la silla de ruedas, pero yo me negué.

Me levanté de la silla de ruedas lentamente, apoyando mis manos en los reposa-brazos, mis piernas temblaban un poco, pero la debilidad no impidió que me pudiera levantar.

Caminé hacia la cama, con mis pies tocando aquel suelo frío.

Una vez delante de la cama, me subí a ella. Me costó, pero lo conseguí.

Kit me observaba desde el marco de la puerta, con una mirada triste, como si le diera lástima, como si fuera un perro maltratado y abandonado en un callejón, pero sonreía. Tenía ojos tristes, pero sonreía.

No sé a qué venía aquel estado de ánimo tan extraño, pero me incomodaba. A parte de su estado de ánimo, me incomodaba su compañía. Llevaba un buen rato observando todos mis movimientos, menos en el momento que me dejó con mi amigo en el pasillo, pero en las otras horas, no paraba de observarme. Sé que le habían encargado cuidarme junto con Ayshane, pero prefería antes a mi ángel, que al demonio controlador de Kit.

Me encontraba tumbado en la cama, tapado con las sabanas, me había tapado yo mismo, estaba empezando a dejar de ser inútil.

― ¿Te encuentras mejor? ―Preguntó Kit sonriente. Todavía se encontraba en el marco de la puerta, observándome fijamente.

― ¿A qué viene esa pregunta? ―Le pregunté confundido. Le miré. Él seguía sonriendo.

― Te veía muy cansado en la silla de ruedas. Tan solo querías llegar a tu cuarto. ―Respondió serio.― ¿Por qué tanta prisa?

Principalmente tenía prisa para aprender a caminar mejor, pero también porque estaba cogiendo cariño a aquel cuarto, era como mi templo. Podía hablar solo, pensar mis planes, y sobre todo prepararme para quedar con mi amigo. Pero no le podía decir que había quedado con alguien, el plan sería cancelado y a mí a saber qué barbaridad me harían por hacer lo que quisiera.

― Estoy un poco cansado...―Decidí responder. No tenía mucho sentido ya que había dormido casi todo el día, ni siquiera sabía qué hora era, pero seguro ya era el final de día.

― Has dormido todo el día. ¿Y todavía tienes sueño? Tu sueño no tiene límite. ―Respondió con un tono débil. Casi un susurro.

― Seré adicto a dormir. ―Respondí ingenioso, intentando cambiar de tema.

Él se río levemente, parecía una risa falsa, como si se hubiera reído por reír, tan solo para poner fin a la conversación.

Se despidió de mí con un ligero movimiento de mano, y me cerró la puerta del cuarto con llave. Esperé para asegurarme que no seguía al lado de la puerta, y cuando pasaron 10 minutos, al asegurar que finalmente no estaba en el otro lado, gracias a la gran capacidad auditiva que tenía, me levanté de la cama rápidamente.

Y con los pies en el suelo, empecé a caminar.

Vueltas y vueltas por toda mi habitación, sin mirar por la ventanilla que tenía al final del cuarto, no quería que nadie me viera caminar. Con cada paso mejoraba, mis piernas no me fallaban tanto, descontando las 15 veces que me llegué a caer, descontando las 4 veces que me arrastre en el suelo como una serpiente, descontando todos mis fracasos, estaba mejorando.

El Experimento AzulDonde viven las historias. Descúbrelo ahora