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Estuvo a punto

de rendirse

más de una vez.

Siempre se 

sentía débil.

Mirarse al

espejo,

era un reto

diario,

el cual

no quería seguir

asumiendo.

Siempre tenía 

ganas de llorar,

y muchas veces,

las lágrimas se

desbordaron 

por sus ojos

inundando sus 

mejillas,

sin pedir 

permiso alguno.

Apagaba

sus cigarrillos

con sus muñecas,

porque decía

que quería 

dejar marca 

de un asesino

que la estaba

matando,

mientras ella

hacía lo mismo.

Y siempre,

antes de dormir,

escribía,

escribía y

escribía,

a ver si de algo

servía,

porque ella decía

que eso le ayudaba

a desatar

los nudos del corazón,

pero los de

su garganta

seguían ahí,

y parecía 

que asfixiarse 

con ellos,

no era tan

mala opción. 

Sí todos los caminos llevan a Roma, ¿Cómo se sale de Roma?Donde viven las historias. Descúbrelo ahora