Capítulo 2: Amenazas

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Fue directo a la arboleda que estaba justo detrás del hostal, si alguien había huído, había sido por allí y no por las amplias y despejadas calles de la aldea.

Haku saltaba de un árbol a otro con movimientos gráciles, dando a parecer que era un ejercicio fácil. Nada más lejos de la realidad, pues las ropas que vestía en esos momentos no estaban pensadas para el ejercicio físico de un ninja. El kimono azul masculino se lo había puesto aquella mañana sin imaginar que tendría tal contratiempo.

Alcanzó un claro del bosque, un paisaje idílico inundado de flores silvestres. Bajó del árbol en el que se encontraba, y dando su misión por perdida se detuvo a contemplar el lugar. Lamentaba no haber sido de ayuda para Zabuza.

—¿Tú también vienes a por flores? —Le preguntó una voz aterciopelada.

Sobresaltado, Haku buscó a quien le acababa de dirigir la pregunta. Allí, en medio de las flores, había una hermosa mujer con un enorme ramo en las manos, ¿cuándo había aparecido? La desconocida lo examinó con sus ojos felinos, y una repentina ráfaga de viento agitó sus cabellos azabaches y vestido gris. A Haku le recorrió un escalofrío.

—No conocía esta parte del bosque, esta mañana recogí unas orquídeas más al este.

—Oh... —Sonrió, como si algo fuera muy divertido.— Aquí crecen las mejores flores, tenlo en cuenta para la próxima vez.

—Lo tendré en cuenta, gracias.

La mujer no le granjeaba ningún tipo de simpatía, tenía la ligera sospecha de que fuera quien estuvo husmeando en el hostal. Pero claro, sin pruebas no iba a atacarla, podía equivocarse.

La desconocida se le acercó, ofreciéndole una flor azulada de su ramo. El joven no sabía el nombre de la flor.

—Toma, es un regalo. —sin saber muy bien por qué, la aceptó.— Ten cuidado, las muchachas como tú no deberían ir solas... si aparece un peligro, aquí tan apartada de la aldea, estarás indefensa y desamparada.

Las palabras que arrojó por su boca iban cargadas de malicia, conocía lo suficientemente bien a las personas para saber cuando iban con mala intención. Aquella mujer podía no estar enfrentándose a él en un combate cuerpo a cuerpo, eso era un enfrentamiento verbal.

—Soy un chico. -corrigió Haku, antes de que esta se marchase.

—¿Lo eres? Ah, claro, qué tonta soy. -lo examinó de arriba a abajo, como el que mira un mueble viejo.

Cuando desapareció, volvió dando un paseo a la aldea. Se sentía algo dolido, y eso que nunca le había importunado ser confundido con una mujer. Era más bien el desdén con el que pronunció sus palabras lo que le alteraba.

De vuelta a la habitación del hostal, comprobó que Zabuza nuevamente había salido. Dejó la flor que le había regalado junto con las orquídeas, en el balcón de la ventana. Desde allí, vio a Zabuza conversando con alguien en la calle, ¿quién era?

Aguzó la vista, y comprobó que no era otra sino la mujer que había conocido hacía tan solo unos minutos en el bosque. Lo miró directamente a los ojos un instante, y volvió después a su animada charla con Zabuza.

—¡Maldita sea! —maldijo para sí.

Quería avisarle de que esa mujer no era de fiar, pero no podía. Así que con rabia, esperó a que la conversación terminara entre ambos y que Zabuza volviera.

Una vez hubo vuelto a la habitación, el joven abordó el tema.

—La mujer con la que hablabas, ten cuidado con ella.

—¿Por qué? Solo me estaba dando las gracias por aceptar los encargos de los aldeanos. —explicó Zabuza.- Al parecer los tipos de los que nos hemos estado librando los estaban asfixiando. Hay muchos bandidos por la zona. -prosiguió, al tiempo que sacaba algo del bolsillo y se lo mostraba a Haku.— Me ha dado esto como muestra de agradecimiento.

Le mostró la misma flor que ya le había regalado a Haku aquella mañana.

—A mí igual, señor Zabuza.— Le indicó señalando la suya, en el jarrón.— Alguien nos estuvo espiando y no pude dar con él, sin embargo esa extraña apareció de la nada, ¡ni siquiera noté su presencia! Entonces fue cuando me dio la flor, creo que tiene algún tipo de significado.

Zabuza cerró los puños aplastando los delicados pétalos en su mano.

—Son demasiadas casualidades como para ser solo eso, casualidades. Me debería haber dado cuenta antes.

Los temores de Haku eran confirmados, aunque no terminaba de comprender a qué era a lo que se refería Zabuza.

—Continúa. — le instó a explicarse.

— Esto. —Zabuza abrió el puño ante el, dejando caer lo que fue una flor.—No puede haber recogido esta flor de los alrededores, la tenía preparada, pues solo crecen hasta finales de verano y estamos en otoño. Es una amapola azul, las amapolas simbolizan la muerte. Nuestra recién conocida amiga nos acaba de mandar una discreta advertencia.

— Una amenaza, diría yo.

Zabuza resopló, fastidiado, y se dejó caer en una de las dos camas de la habitación. Haku vio cómo arrugaba las sábanas, y que muy a su pesar no era la cama de Zabuza sino la suya. Esa noche dormiría entre sábanas arrugadas. En fin, Zabuza a veces era un descuidado.

—Recoge todo, Haku. Nos vamos mañana mismo.

—¿Qué? ¿Olvidas que el boticario nos pidió escoltar a su hijo a la aldea del bosque y proteger la mercancía? —protestó Haku de forma impulsiva.

—Nos vamos, y no admito discusión.— fue tan tajante, que Haku se mordió el labio para evitar volver a protestar.— No hay necesidad de un enfrentamiento innecesario.

Haku no estaba de acuerdo. Si alguien pensaba hacerles daño no creía que marcharse rápidamente lo persuadiera, aquello no había hecho más que empezar.

Protegería a Zabuza, ante todo. Si alguien osaba atacarle, se arrepentiría.

Al día siguiente empaquetaron todas sus pertenencias en dos enormes mochilas que cargaron a la espalda. Haku se disculpó con el boticario a pesar de que su compañero insistió en que no era necesario, pero a él le gustaba hacer las cosas bien.

—Eres demasiado bueno, te lo digo muchas veces. –Le regañó Zabuza cuando se reunió con él a la salida de la aldea.— Tú mismo, la gente no es agradecida, no esperes que cuando necesites ayuda un alma caritativa esté ahí para tenderte la mano.

El joven se acomodó la mochila en los hombros, que le dolían un poco.

—No lo hago esperando nada a cambio. — respondió sinceramente.

Zabuza suspiró y le sonrió, sabía que no podía cambiar su manera de pensar. Juntos caminaron hacia el sendero de la colina, si atravesaban las montañas, con suerte, llegarían a la siguiente aldea antes de que el frío llegara.

Orquídeas (Zabuza x Haku)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora