Capítulo 7: Hermanos

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Vuelta a empezar, eso fue lo que pensó Haku cuando llegaron a la aldea Rikalin, vuelta a empezar durante un brevísimo periodo de tiempo en un lugar nuevo. Era agotador, pero era la vida de nómadas que habían elegido.

A veces Haku le insistía a Zabuza para cambiar de situación y elegir un bonito y tranquilo pueblo donde establecerse y ser los ninjas protectores del pueblo, los cuales eran muy apreciados por los habitantes. Sí, tendrían que labrarse una reputación y no sería fácil ¿pero era más fácil ir de un sitio a otro dando tumbos?

-¿Buscamos dónde hospedarnos? - propuso con desgana, echando un vistazo alrededor.

-¿A qué viene ese tono? - preguntó Zabuza

Como respuesta, el joven tan sólo se encogió de hombros. Desde su último encuentro con la mujer misteriosa, estaban resentidos el uno con el otro. Habían discutido sobre el enfrentamiento, echándose en cara qué deberían haber hecho o no el uno u el otro. No llegaron a nada en claro. El estrés de todo aquello les estaba afectando.

Zabuza caminó en silencio y Haku le siguió, pero ambos se pararon el seco a mirar un cartel que captó su atención. Decía tal que así:

"Feria local de Rinkelin, disfruta de las festividades y no olvides regalar una amapola azul a tu ser querido."


-¿Una amapola azul? -Preguntó para sí Zabuza malhumorado.- ¡Todo esto parece una puñetera broma! ¡Qué se vayan todos al infierno!

Cómo no, varios viandantes lo escucharon y no ocultaron sus caras de desagrado. 

-Estupendo, otro sitio donde acabamos de llegar y ya nos odian. Gracias, señor Zabuza.

- No quiero escuchar tus lamentos.

Y así acabaron la conversación. A Haku no le apetecía hablar con Zabuza para intentar calmar los ánimos, y estaba claro que Zabuza tampoco lo iba a hacer. Así, caminaron juntos pero sin dirigirse la palabra.

Las calles estaban adornadas con carteles anunciando la festividad, lazos azules, y amapolas de ese mismo color. Había ajetreo, un grupo de jóvenes sacaban de las bolsas sus kimonos con tonos azules que acababan de comprar y se lo mostraban con orgullo a sus amigos, un equipo de trabajadores se subían a las escaleras para coronar con lazos y flores los tejados, y una banda de música tocaba una festiva melodía con gran ímpetu mientras caminaban por las calles.

- Ya te podrías contagiar un poco de todo este buen humor, que estás que no hay quien te aguante.- Soltó el joven ninja a su compañero, con una pizca de culpabilidad por sus duras palabras.

- Si tan poco me aguantas, puedes irte cuando quieras. Nadie te obliga a seguirme.- Respondió Zabuza sombrío.

Entraron en la posada, donde en recepción les recibió un hombre flacucho y desaliñado que no paraba de fumar. A Haku le recordó a una chimenea.

- Una habitación, por favor.

-¿Sólo una para los... dos?- preguntó en un tono incrédulo, levantando una ceja al mirarles como intentando leerles la mente.

- Sí.- contestó Haku tajante.

-¿Qué son? - Ahora les empezaba a parecer un impertinente.- ¿Acaso sois...? Ya sabéis...

El recepcionista se rió un poco, aunque la situación sólo le debía de parecer graciosa a él. 

-Somos hermanos. -Mintió Zabuza con desgana, zanjado aquella conversación.

-¡Aaaaah, hermanos! -Exclamó aliviado el empedernido fumador y soltó una carcajada.- Ya creía yo que erais de esos. 

Haku resopló, no quería disimular el desagrado que le producía esa conversación. Sí, podría haber hecho como si nada, pero no le apetecía, y puso mala cara.

Terminaron la inscripción dando nombres falsos, como siempre, y fueron a su habitación. 

-¿Por qué le has dicho que somos hermanos?- Le echó en cara Haku muy enfadado, dejando caer el equipaje al suelo Para hacer ruido.

-¿Qué mosca te ha picado? ¿Por qué te molesta tanto?

-Porque parecía que te daba vergüenza que te relacionaran conmigo... de otra forma.

- No quería llamar la atención de ese idiota y le he dado la respuesta que quería oír. No hay más.

Escucharon ruido fuera y unas luces azules alumbraron la habitación. Ambos miraron fuera a través de la ventana, se había hecho de noche sin que se hubieran dado cuenta y habían empezado unos fuegos artificiales azules.

Por un momento, olvidaron sus diferencias. Todo aquello era demasiado bonito como para estropearlo.

-Ojalá y no fuéramos... -empezó a decir Haku, apoyando su cabeza sobre el hombro de Zabuza. - No se... ¿hermanos ficticios?

-¿Y qué podríamos ser sino?- Preguntó Zabuza apesadumbrado.

Se miraron el uno al otro y quedaron en silencio unos instantes que parecían eternos. Los fuegos artificiales iluminaba sus rostros, y Zabuza pensó que Haku era realmente hermoso.

- Pues...

Alguien empezó a llamar a la puerta estruendosamente y ambos dieron un respingo por la sorpresa.

-¡Servicio de habitacioneeeeees! ¡Que entro!

Se separaron el uno del otro casi de un salto, como si se hubieran quemado. Lamentablemente se había echado a perder el momento.

Entró en la habitación el recepcionista, quejándose para sí pero en voz alta para que pudieran escucharlo.

-¡Hay que joderse! Con esto de las fiestas estamos cortos de personal y me toca a mí estar en todos sitios. -Les dejó toallas limpias y un ramo de flores de plástico azules.- Las florecillas son un detalle de parte de la casa, las toallas por si las necesitáis.

Se encendió un cigarrillo y salió de la habitación con tanta rapidez como había entrado, y para hacer énfasis en las pocas ganas que tenía de trabajar, lo hizo dando un portazo.

-El servicio deja mucho que desear.- se quejó Zabuza, volvía a estar de mal humor.- Me voy, necesito despejarme. 

Y dicho esto se dispuso a abandonar la habitación. 

-Espera, voy contigo.

- No. -Respondió bruscamente, pero pareció arrepentido y miró a Haku suplicante, con una mirada que parecía pedir disculpas.- Lo siento, necesito estar sólo. Pensar. Cosas mías.

Y se marchó sin añadir nada más. Haku se dio cuenta de que que nunca lo había visto mostrándose tan vulnerable.

La música del exterior interrumpió sus pensamientos, las risas y el jolgorio seguramente durarían toda la noche. 

-Bueno, no tiene sentido que me quede aquí sólo cuando todos están fuera disfrutando.

Decidió arreglarse, ponerse un kimono masculino a juego con la festividad: blanco con estampado de flores azules. Se recogió el pelo en una coleta baja a un lado y salió a pasear. Llevaba consigo el colgante que era su amuleto especial, una obsidiana.

Iba tan sumido en sus pensamientos que no se dio cuenta de que le seguían.

Orquídeas (Zabuza x Haku)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora