CAPÍTULO III

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Nada salía bien, estaba sola en Argentina, mi padre estaba ausente, me iba mal en el colegio por el tema de las faltas, el año pasado peleé con mi único mejor amigo, no había motivos para sonreír...
Hasta que un día, mientras comía palomitas agridulces, mi padre llamó y me ofreció ir a vivir con él. Con su acento gallego y pegadizo, prometió que nada me faltaría y que seríamos la familia que mi madre siempre quiso, tendría su apoyo y la contención de mis hermanos, porque para ese entonces él ya había formado una familia e irónicamente a mí no me quedaba nadie. Solamente asuntos pendientes por arreglar, debía disculparme con Santiago. Al menos tenía que hablar con él, aunque no lo veía desde aquella discusión en su cumpleaños.
Además yo había faltado varios meses a la escuela, porque mi madre necesitaba a alguien que la acompañara durante su tratamiento y tomé clases complementarias para luego rendir las materias.
Era mi obligación ir al colegio a despedirme antes de ir al aeropuerto.
La decisión estaba tomada.

Ella, Delilah.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora