-¿Por qué piensas eso, Silvia? - pregunté siguiendo a la figura de Manu con la mirada. - ¿porque le gusto?
-No - se paró un momento a pensar - sí. Lo ha hecho para que nos separemos. Además, ¿no has visto cómo me ha mirado? Ana, es él.
-Silvia... -susurré - no lo sé... No lo puedes culpar solo por tus intuiciones...
-Ana, ¿y qué piensas hacer?
-¿Se puede sabe qué quieres que haga? No puedo hacer nada.
-Al menos mostrar un poco de tristeza porque no nos vamos a ver, ¿a lo mejor?
-Silvia, tenemos los fines de semana - aseguré mirándola fijamente
-¿Te conformas con eso? - preguntó malhumorada.
-Claro que no, sabes que no. Pero no podemos hacer nada.
-¡Deja de decir que no podemos hacer nada!
Justo en ese momento las puertas de el ascensor se abrieron y Silvia salió como una bala. Empecé a correr detrás de ella también pero la acabé perdiendo. Fui a paso rápido hacia su casa y llamé al timbre, pero no obtuve respuesta. Subí al portal ya que aún tenía las llaves y me encontré a Silvia sentada delante de la puerta con la cabeza entre las rodillas.
-Silvia, entremos en casa, venga - le supliqué cogiendo su brazo con suavidad.
Silvia no opuso resistencia y dejó que la ayudara a levantarse para entrar en casa. Una vez dentro, preparé un té caliente y se lo llevé al sofá. Ella seguía sumergida en sus pensamientos y me senté a su lado cuidadosamente. No dejaba de negar con la cabeza y mirar hacia abajo.
-Ana, ¿tú me quieres?
Respiré hondo ante su pregunta. Claro que la quería, no entendía a que podía venir ahora. Asentí con mi cabeza e hice que levantara la suya poniendo mi dedo debajo de su barbilla y subiéndola para que me mirara.
-Silvia, claro que te quiero, y tú lo sabes.
-Entonces... No sé por qué no...
-¿Por qué no me pongo triste? - la interrumpí- Por qué no me enfado ni replico? Porque sé que no vamos a solucionar nada así. Cariño, te prometo que haremos lo posible por estar juntas, me quedaré un rato por la oficina para verte algunas días. No voy a dejar que semejante estupidez nos separe. Los fines de semana los pasaremos juntas, prometo no separarme de ti ni un momento. Prometo que iremos al cine, a pasear, a la piscina, prometo que haremos mucho el amor y prometo seguir cuidando de ti cada día. ¿Qué me dices? ¿Dejas de ser tan testaruda?
-Que sí quiero - susurró con una leve sonrisa. - y no soy testaruda - replicó cruzándose de brazos.
La abracé y ella me devolvió el abrazo aún más fuerte. Sabía que la situación iba a ser difícil para las dos, pero de verdad que sentía lo que decía. Sabía que las cosas se iba a poner tensas y complicadas, pero tenía la certeza que nada cambiaría lo que sentíamos la una por la otra. Nos había costado construir una relación así y no la íbamos a echar a perder.
Mi chica se durmió en mis brazos y la llevé a la cama intentando que no se despertara. A la mañana siguiente ya empezó nuestro nuevo horario. No quise despertarla porque sabía que no aguantaría el horario, así que me duché sin hacer ruido y me fui de casa antes. Llegué a la oficina unos cinco minutos antes y fui a secretaria a pedir información sobre mi nuevo apartado. Me llevaron a la cuarta planta y me enseñaron el nuevo apartado de trabajo. Era más de lo mismo que el que tenía en la planta de abajo. Mi compañero o compañera aún no había aparecido, no tenía ni idea de quién podía ser.
-¿Ana? - oí que alguien decía mi nombre.
-¿Manu? ¿Eres tú mi nuevo compañero?
Asintió, sonrió y se sentó a mi lado. Ahora me sentía impotente porque veía lo que Silvia había visto ayer. Había sido Manu, me quería a su lado y lo había conseguido.
-¿Fuiste tú? - le pregunté en un momento de silencio.
-¿Yo? - levanté una ceja - yo no he hecho nada Anita, nada de nada.
Le lancé una mirada fría y dura y seguí a lo mío. Lo que más me cabreó fue con la seguridad y la ironía con la que me respondía. Cada vez veía más factible que hubiera sido él quien lo hubiera dicho. Y yo desconfié de Silvia... Me sentí aún peor conmigo misma, si cabe. Miré el reloj y eran las 17:28. Genial, ya se ha acabado mi turno. Me cobro los dos minutos que he ganado por la mañana y me voy. Corrí hacia la tercera planta y le pedí a la de recepción que entregará un papel a Silvia y me fui a esconder.
En unos cinco minutos oí como la puerta se abría y como echaba el cerrojo. Sonreí y salí del baño, no antes de comprobar que de verdad era ella.
-¿Cómo está yendo el trabajo? - pregunté con voz sensual.
-Madre de dios - dijo Silvia mirándome impactada.
-¿Qué? - pregunté intentando sonar inocente - qué pasa, ¿no te gusta lo que llevo puesto?
-No, no es eso, eso me encanta. - sonrió, vino hacia mí y de un salto hizo que rodeará su cintura con mis piernas. Mi morena preferida empezó a darme placer en ese mismo instante, ya que yo no llevaba nada de ropa encima. Nuestros besos me sabían a elixir de la vida, y sus suspiros eran música para mis oídos. Hicimos el amor en ese baño pequeño, incrementando nuestras ganas cada vez más. Si hubiera podido, no hubiera dejado que Silvia se fuera a trabajar, pero era lo que tocaba. Resignada se fue vistiendo y cuando ya estaba lista, rodeó mi cuello con sus brazos y se pegó a mi.
-Te quiero, gracias - sonrió.
-No las des. - le devolví la sonrisa
-Ahora no podré esperar para volver a besarte... - miró mi boca disimuladamente - ni a volver a repetir lo de ahora...
-Sabes... - susurré - eso de dormir está sobrevalorado..
Después de darme un beso se fue a su puesto de trabajo, y yo me vestí y me fui a casa. Iba a dormir la siesta para así cuando volviera podría disfrutar del amor de mi vida toda la noche.