XLIX

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Los días fueron pasando y yo evitaba el tema. No lo evitaba porque no quisiera casarme, sino por la simple razón que tenía preparada una sorpresa para ese día. Silvia tampoco quería hablar del tema, supongo que la cansé demasiado torturándola acerca de la boda, ella no es mucho de preparar las cosas. Aunque esa es una de las cosas que más nerviosa me ponen de ella, amo ese defecto como si fuera su mayor virtud. Supongo que eso es el amor, ¿no? Yo mientras le voy dando vueltas todo el día para saber como engañarla para que me acompañe al juzgado sin que sospeche nada.

-Silvia, ¿mañana haces algo? - pregunté cuando llegó a casa.

-Sí, tengo planes, ¿por?

Mierda, pensé. ¿Y ahora qué hago? No puedo pedirle que renuncie a sus planes para acompañarme a ir a cualquier sitio. Miré a todos los lados algo nerviosa, eso me había estropeado todo lo que había pensado.

-¿Y dónde irás? - pregunté intentando disimular mis ganas de romper a llorar.

-Pasaré el día con mi futura mujer, que mañana hace un año que empezamos a salir - me sonrió.

-Tonta - sonreí aliviada - pensaba que te habías olvidado. - Silvia vino a sentarse en mi regazo y rodeó mi cuello con sus brazos y se acercó más a mi.

-Como me iba a olvidar, imbécil - me dio un beso en la nariz - ese día fue cuando empezó el resto de mi vida a tu lado, hay que celebrarlo. 

Sonreí por la cursilada y le di un beso en la nariz. Noté como le dio un escalofrío y volví a besarla. Otro escalofrío recorrió su cuerpo y yo sonreí. Le acariciaba la espalda suavemente mientras ella repartía suaves y dulces besos por mi cuello. Seguimos un rato dándonos mimos, fuimos a cenar y a la cama en seguida. Mañana sería un gran día, aunque Silvia no se lo imaginara.

Me levanté la primera como de costumbre y preparé desayuno para las dos. Lo llevé en una bandeja y desperté a Silvia con besos, como a ella le gusta. Abrió los ojos lentamente y me sonrió.

-Buenos días - me susurró - feliz aniversario, mi amor - se reincorporó y juntó nuestros labios.

-Te he echo el desayuno - dije señalando con la cabeza hacia la mesilla de noche donde había puesto previamente la bandeja.

-Prefiero desayunarte a ti - de un giro brusco me tumbó en la cama y me eché a reír porque me hacía cosquillas y me daba besos mientras se desprendía de mi pijama rápidamente.

Desayunamos y fuimos cada una a la ducha. Le dije a Silvia que íbamos a ir a dar un paseo y a hacer un picnic, pero en realidad tenía hora con el juez en menos de tres cuartos de hora. Íbamos andando por la calle, yo dirigiendo por dónde íbamos. Estaba muy nerviosa, las piernas me temblaban y me sudaban las manos. Pasamos por delante del juzgado y me detuve.

-¿Qué pasa? - preguntó incrédula.

No le dije nada y usé el pañuelo que llevaba para venderle los ojos. - es una sorpresa. -Di una vuelta a la manzana para despistarla y volví a dirigirme al juzgado. Subimos las escaleras a pasito lento hasta que llegamos arriba. Suspiré hondo y le dije a Silvia que volviera a andar. Nos subimos al ascensor y bajamos a la primera planta. Iba andando hacia la oficina cuando algo me tapó los ojos.

-¿¡Qué pasa?! ¿Quién anda ahí? - pregunté aterrorizada.

-Soy el coco - me respondió una voz terriblemente familiar.

-Alex, ¿qué te crees que estás haciendo? - pregunté cabreada.

-¿Qué te crees, que eres la única que sabe planear una boda secreta? - esa era Silvia.

-¿Silvia..? - pregunté confusa  -¿qué está pasando aquí?

-Que tienes una futura mujer muy lista - dijo Alex detrás de mí. - enseguida descubrió lo que ibas a hacer por ella y decidió intervenir. Fue taaaan bonito - dijo él con énfasis - me llamó y me dijo que quería hacer una boda a lo grande solo por ti. Así que no tuve más remedio que contarle tu plan.

-Eres un bocazas - refunfuñé

-Cállate, tonta - me recriminó - y se conmovió por lo que ibas a hacer por ella. Y como soy Alex, el cupido de Silvia y Ana, decidí intervenir. Así que Silvia, cariño, te vuelvo a poner la venda.

-¡Pero....! - oí que Silvia se quejaba pero se dejó hacer.

-Ya ni una sorpresa te puedo hacer! - me quejé. Oí a Silvia reírse y Alex nos llevó a un servicio separado y empezó a desnudarme.

-¡Oye! Almenos invítame a una copa antes - me quejé.

-Claro, me atraes taaaaanto - no le veía la cara pero sabía que había rodado los ojos. Me reí y me quedé quieta como un maniquí mientras me vestía. Noté como me enfundó en un vestido pomposo y me puso algo en el pelo. Estaba sonriendo como una tonta aunque no viera nada de nada. Estuvo un rato jugando con mi pelo y me sentía una completa barbie, hasta que tiró de mi brazo y me guió a otra sala. Caminamos un par de minutos hasta que se paró en seco y se puso detrás de mí: "te lo mereces" me susurró en el oído. Me quitó la venda y me empujó dentro. Miré mi vestido primero. Era blanco y de palabra de honor, exactamente como yo lo quería. Llevaba un velo que cubría mi cabello y un ramo en las manos. Miré adelante y no vi a mucha gente, tampoco es que esperara a nadie. Vi a mi familia y a la familia de Silvia. Nadie más. Alex me sujetaba el vestido por detrás mientras yo andaba y no dejaba de mirar al centro de la sala y del pasillo, donde estaba ella. Parecía que un rayo de sol la iluminara, y para mi en esa sala solo estaba ella. Iba con un vestido parecido al mío, pero sin velo. Me acerqué a ella y entrelacé nuestras manos mientras nos sonreíamos embobadas. Apareció el juez y hizo lo propio. Nos dio los papeles que firmar mientras sonreía y nosotras los firmamos encantadas. Nos pusimos los anillos y aunque no dijeran nada del beso, nosotras nos lo dimos igual.

-Venga, voy a tirar el ramo - sonreí y me giré. Lancé el ramo y cayó en manos de Alex, él sonrió y me guiñó el ojo.

-Ya está cariño, ya somos mujer y mujer. - dijo mirando su anillo.

-Después de todo, lo hemos conseguido. - sonreí y volví a entrelazar nuestras manos.

El valor de las palabrasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora