Niebla Viva

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-El chico de las pesadillas-

Caminaba en una avenida poco transitada, consciente de que estaba en un sueño. A mitad de calle solo había un faro encendido, y todo lo demás estaba a oscuras, casi como si aparte de ello, no hubiera más caminos por donde ir. Era un lugar vacío, probablemente lleno de las almas espectrales de personas que murieron atropelladas al cruzar la calle.

-Siento que lo que pienso no viene de mí. Yo ni siquiera tengo un vocabulario tan extenso -bueno, no es variado, pero ni de loco pensaría tanto-. El sueño quiere que tenga miedo, aunque sus ideas sean de las más usadas por el cine.

Solo, un chico camina lento por la calle, rozando el pavimento con sus pies, como si hubieran machacado sus músculos y piernas y tuvieran que deslizarse.

《Tú me necesitas, me deseas, quieres que sea tu dueño para que puedas sentirte más libre》, susurraban voces de grabaciones hechas con celular, dentro de mi cabeza, entrecortadas y unidas con cinta adherible.

Un libro permanecía abierto en una página, a la luz del faro. La primera palabra expresaba muerte.

Seguí hasta cogerlo entre mis manos frías, leyendo esa misteriosa página abierta casualmente, pero no por suerte, y lo casual era algo vago para serlo.

Mi imaginación se mezclaba con la exaltación de alguien que está a punto de asesinar, no por placer ni gusto, sino porque necesita hacerlo, debe hacerlo si quiere conservar un poco de felicidad.

Un hacha translúcida cruzó el aire, cortando un inexistente cuerpo humano por la mitad. Entre más seguía, más sangre dejaba de correr por mis venas. Me debilitaba. Tenían que morir más para que yo pudiera vivir.

Un hilillo de sangre corrió por mi brazo hasta que noté una herida extensa y horrible, llendo del hombro al codo, mostrando tiras de músculo atravesado y vistazos de hueso humano.

Gotas caían de mis ojos convertidas en fuego, haciendo arder mi rostro, al tiempo que se lograba divisar un esqueleto, arrastrándose como serpiente, constituido aparte de huesos, de una masilla oscura que le permitía moverse sin desmoronarse. Me quería en una estaca.

Nieblas brotaron de una alcantarilla y, como tentáculos avanzaron repartiendo oscuridad, por el aire.

Cuando me tocaron, no podía hablar, como si no tuviera voz, como si no tuviera boca.

Un hedor de rosas cruzó el aire cuando noté la escaramuza hecha por miles de insectos, saliendo de una agujero en la pared de ladrillo.

Lo último que ví fue un cráneo y oscuridad...

Pesadillas Aún No PlaneadasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora