Piel Seca

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Estaba acostada, viendo por la ventana el amanecer. Me sentía segura de que hoy sería otro de esos aborrecibles días, llenos de melancolía. Un día el corazón se agitaba de frustración y desataba cuanto demonio guardaba, en el mundo.

Me coloqué las pantuflas y caminé por el pasillo. Un olor a queso podrido no me dejaba dormir unas horas más. Era como llevar tierra dentro del zapato durante todo el día.

Una puerta rechinó en un lugar bastante alejado. Tenía la certeza de que sólo el viejo profesor de herbolaria, el Sr. Jenkins, estaría despierto, llendo a su jardín para ver sus florecillas y sus plantas medicinales. En ocasiones preparaba jugos y tés con ellas.

El olor se extendió por el pasillo en el que avanzaba. Al voltear hacia arriba noté una viscosidad verde repartida por cada minúsculo punto de lo alto.

-Qué sea esto, no lo sé.

Decidí probar un bocado de chocolate, así que bajé por las dinas escaleras de madera pulida, hacia la cocinita.

De momento, me encontré una cama con laureles y sábanas cayendo a sus anchas. Tenía delicados cojines coloridos, sin caer en la saturación. Creí que podría tener una cabecera, pero al echar un vistazo en su interior, no encontré un final visible. Había más y más cojines en un túnel que no terminaba. Se podía escuchar el latido de un corazón y el fluir de agua. Era una experiencia extraña.

En fin, abrí el refrigerador -muy grande, por cierto- y encontré un vacío. No había nada, más que leche de un cartón. La tomé con la mano, cerré el refri y volví al piso de arriba.

《Se me va a pasar esta sensación. Solo olvida esa cama de abajo...》

Pero ya estaba recostada en ella, ni idea de como. Podía ver por una ventana las gárgolas. Vi a unos chicos que jugaban con balones de fútbol, algos sucios y llenos de tierra seca.

《No puedo levantarme.》

Un ruidito crujió en mi estómado. El hambre me estaba matando. No podía seguir así.

Debes saber que soy quejumbrosa en muchos aspectos. Desearía no serlo tanto.

Al quitar la tapa y beber del cartón, un sabor metálico cruzó mi paladar y lancé el envase contra la ventana. Un chorro que era interminable discurría del cartón. El pasillo estaba inundándose de sangre.

Cuando la sangre ya estaba revolcándose por la planta de mis pies, la viscosidad del techo estaba descendiendo, como hilos extensos de telaraña que estaban cayendo, pero verdes y asquerosos. Entre unos, había insectos muertos, tal cual los mosquitos caen en el jugo de naranja.

Me desprendí de la cama interminable y fui a dar contra la ventana. Se rompió con mi cabeza. Y resultó que la pelota de fútbol estaba sucia porque no era una pelota, sino cabezas de vaca. Y los chicos que jugaban con ellas tenían muchos cardenales y rasguños por su cuerpo.

Corrí hacia mi habitación, chocando con marañas de viscosidad a cada paso que daba. Cerré la puerta para que nada de eso pudiera llegar más lejos, para que no pudiera penetrar en mi espacio.

Me desmayé.

...

Al recobrar la consciencia, contemplé mi habitación llena de conchas de mar. Enormes conchas del color de mi piel.

Me levanté y choqué contra una en mi cabeza. Luego caminé y seguí golpeando unas más hasta salir de ahí, hacia mi cama.

Ya recostada volteé hacia donde yo había estado desmayada, y donde estaban las demás conchas.

Noté un caminito de conchas, pequeñas, que estaban creciendo a una velocidad considerablemente alta. Las que yo había roto con mis movimientos bruscos derramaban un fluido verdoso. Y unos insectos estaban cayendo de sus interiores.

《¿Qué porquería está pasando?》

Zumbaban que producía la misma sensación que si caminaran bajo mi piel.

《¡Mi piel!》

Mis manos estaban descarnándose, como si hubiera estado mucho tiempo en el sol y la piel muerta se pelara, pero a montones.

-Un momento... la piel muerta que dejé en el camino son esas conchas.

Por mis brazos, piernas, abdomen y todo el cuerpo empecé a notar unas bolitas negras que avanzaban bajo éste. Y cómo mi piel se estaba cayendo a montones, y la de mi cara, y ya podía ver hilos de sangre fluir, y lo rojizo de mis músculos surgir, y me estaba regurgitando insectos por la boca cuando me perdí.

Pesadillas Aún No PlaneadasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora