#Un balcón viejo de melón, Elena
Yo creo que lo mejor de ser humano, es que puedo cometer errores. Y de esa manera uno puede llegar a volverse casi perfecto, y digo casi, porque uno no puede serlo, es algo contrario a la naturaleza, en ese caso, somos perfectibles.
《Eso no justifica que todo te salga mal》, había dicho Joanna.
-Que cabriolas me trae éste chico. -dije, cruzando la estancia, ondeando el terso vestido limón a la luz solar proveniente del balcón, de puertecillas con cualidad de acordeón, de madera, ligeramente entreabiertas.
《Pero cómo me trae loca. Si tan siquiera pudiera pasar con él un rato más por las tardes, los fines de mes...》
La caoba, su olor, penetraba cada rincón de mi pequeño espacio de descanso. Quedé con la vista en unos cestillos antiguos, al lado de unos floreros con algunos girasoles, ya secándose.
《Es hora》.
Crucé hasta la puerta vieja de roble, con algunas inscripciones que no era claro a quién podían referirse si no fuera yo.
Madeleine ya me esperaba, con una bandeja de plata en la que portaba un platito de fruta y miel con avena, un vaso de madera lleno de ¿jugo?, y un pequeño plato hondo con guindillas y pan recién horneado.
-Señorita Elena, su desayuno ya está listo. Creí que decidiría comerlo aquí arriba, como todos los fines de mes -dijo la mujer, mayor por unos años a mí, guardando una mano en el bolsillo de su delantal. Siempre lo hace.
-Descuida Mady -solía llamarla de aquella forma-, creo que hoy no será así. Prefiero salir a trotar en mi Marfil. Sabes que me encanta -terminé.
-Lo entiendo señorita. Aunque no quedría que ello me metiera en problemas. Podría... ¿podría dialogarlo con su padre o madre?, claro que, es una simple y humilde sugerencia, para evitar inconvenientes.
-Lo haré. Iré con mi padre, aunque si está ocupado, visitaré a mi madre en su pequeño jardín. Y creo que tomaré la comida aquí. Esas guindillas no se acabarán solas.
《El pesar de las mentiras》.
Le dirigí una sonrisa, de esas que Bleir llamaba cálidas. Ella me la devolvió al momento de entregarme una notita color melón, sacada de su bolsillo. Esa aparición sonrojó levemente mis mejillas, por el calor que sentí en ellas. Un ligero escozor surgió en las orillas de mis ojos.
Volví a mi habitación, a saltitos de niña pequeña por las praderas.
Tras comer y dejar ordenados los trastos en mi mesita de noche, avancé y estiré mi mano derecha bajo la cama, para alcanzar el pequeño baúl verdoso que escondía. Soplé el polvillo que había acumulado y lo abrí.
Una mantita cubría un artefacto, un obsequio.
《Necesito salir. No puedo seguir siendo esclava de mi naturaleza》.
Garabateé con mi pluma y un poco de hojas pergamino que guardé en el ropero por mucho tiempo, una nota algo larga;
Madre, padre, no puedo más. El mundo es un caos, y ésto irremediablemente debía ocurrir un día. Lo saben, lo sé. Por favor, no culpen a nadie, ésta es mi decisión
-Con cariño, su hija Elena.
《Un día nos derrubaremos sin tener tumbas》《Un día nos derrumbaremos sin tener tumbas》, siempre lo mencionaba mi padre al darme las buenas noches. En ocasiones me contaba cuentos, otras me contaba mi propio cuento.
Colgué el pergamino en la puerta, por fuera, y, vislumbrando por un momento los valles que seguían más allá de las colinas y montañas escabrosas donde solía haber castillos, tomé la cuerda, regalo de mi amiga Claudi, la amarré a un pedestal del balcón y bajé.
Salí disparada, tras darle un poco de alimento, en mi Marfil, reluciente por su blancura, ante el sol. Algunas callejas de piedra, la mayoría de escalones o rampas, le resultaron pesadas, por el hecho de que tuvo que esquivar muchas personas. Los niños brincaban entre setos, pequeñas tiendas o al lado de sus padres, en restaurantes. Las paletas se les caían a mi paso.
En ese instante ya se habían enterado que me escapé. Debía huir lo suficiente, sin llegar a los reinos aledaños. No quería esconderme de nuevo en la Torre del Alba.
Ya era tarde, unos rizos de luz emanaban de la estrella reinante. La noche bajaría en unas horas.
《Todo el reino ha de ser un caos, lo que realmente siento. El inconveniente es que la sensación de que debía hacer y las consecuencias de mis acciones tenían que fluir, que todo ya estaba escrito. Las palabras de mi árbol lo dicen》.
Permanecí en los jardínes de manzanos y perones al sureste del reino, hasta que los tintes rosas de que el sol quería esconderse coronaron las orillas de césped. Volví a pie al parque central del reino. Muchas personas estaban reunidad ahí, pasando una simple y calma tarde acompañadas de sus familias, sus amores, sus amigos, vecinos, probando los alimentos de los buenos hombres y mujeres que se ofrecían a preparar para la comunidad, y compartir en sus pequeñas mesitas y bares al aire libre, y más cosas. Como globos.
Varios guardias reales del oro vacilaban al verme pasar, como aturdidos.
《Son tan bellos aquí, felices y melancólicos, tristes de maneras que alegran a ellos mismos. Realmente me apena que se vaya a acabar por mi culpa》.
El sol se ocultó.
Mi piel empezó a llenarse de granitos. No de esos rojos que muchas personas llegan a tener; eran verdes.
《La nota》.
Decía, "Querida. Te quiero mucho, pero no puedo seguir. Que no me cuentes por qué no puedes salir conmigo los fines de mes me hace desconfiar". No terminé de leerla, no era la primera vez que me dejaba un amor por esta maldición.
Rompí en lágrimas, cuando todos estaban absortos en mí, parada al centro del lugar. Lo que no permaneció igual de mi cuerpo fue la parte inferior. Bajo las caderas, mis piernas fueron engrosándose hasta unirse en un único torso que seguía, verde, hasta terminar en una cola de víbora.
Oí gritos, pero no me importaban. Los escuderos de mi padre ya se acercaban. Entre la multitud noté a un extraño chico, agarrado de la mano de una chica, que sufría un colapso, una especie se convulsión.
Antes que todos pudieran siquiera expresar su desconcierto, las brumas oscuras, provenientes de los ríos, por lo bajo, invadieron cada rincón, reduciéndonos a gritos desesperados en la oscuridad.
Alguien ensartó su cuchillo de carne en mi vientre. Pude notar que mi sangre era como la de los demás.
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Pesadillas Aún No Planeadas
TerrorRecopilación de los momentos más escabrosos de una chica en un mundo extraño, del que prefiere huir. Aunque su problema es no saber que es el mundo real. Reunión de todos los momentos que han hecho que un chico deje de dormir, pues por la noche en v...