Abadías y catedrales, iglesias y parroquias, kioscos y parques, burdeles y tabernas, callejones y basureros. Al final, sin importar lo que sean, cada cosa termina destruida por el ente blanco.
Un gato blanco y esponjado permanecía, como posando ante uno de sus sirvientes, mostrando su flojera, rodeado de un halo que lo consumía en un entorno que no podía enfocar. Sus ojos verdes y amenazantes se clavaban apenas en mí, llamándome a su morada, desgarrando mis brazos con sus patas sin apenas acercarse.
...
Desperté. Mi habitación estaba opacada por el caer de las hojas, nítidas a través del cristal de la ventana. El otoño se mostraba reacio muchas veces; esta ocasión se portó amable y nos ofreció un buen espectáculo .
-Un gato cósmico. Nian nian cat. Nian nian cat -recordé al gatito en una rebanada de pan o algo así, que dejaba un camino de colores a su paso. Solté una risita y me dije-. Creo que estos sueños vienen del pasado. Un inmensurable pasado.
Algunas arrugas pudieron cruzar por mi rostro. Las arrugas de una mujer que ha vivido muchas cosas y aún no pisaba la edad adulta.
-Muy bien, iré a preparar un poco de café. Diálogos inmortales de una chica de pesadilla -susurré con una sonrisa.
-Vaya, creo que también tuve una pesadilla que tenía que ver con Lovecraft. Qué extraño. Ya no debería leer tantos libros -solté una mirada al refrigerador, con estampitas de recuerdos y algunas notas de colores-. Nah, no dejaré de hacerlo.
Ya por la tarde, volví a mi habitación, a leer un libro, esperando a mi Dilan. No noté cuando llegó, y lo sé porque pude sentir el momento exacto en cuando se cerraban mis ojos para ya no estar en el mundo normal.
...
Brumas gelatinosas rozaban mis brazos cuando avanzaba por una caverna parcialmente hundida en la negrura. Tenía algunas aberturas por donde hilos de luz entraban, cegando mi vista ya acostumbrada a la oscuridad.
Algunos huevos de piedra, de aura azul, surgían de diversos rincones, iluminando ligeramente, a medida que me adentraba más en lo profundo de ese tenebroso lugar.
Podía percibir mis extremidades contra el frío del lugar inhóspito. Como si mi piel raspara contra la roca de alrededor, a pesar de que llevaba ropa y los pasillos no tocaran mi cuerpo.
《Oh, chico, cuánto te quiero》.
En un mundo lleno de destrucción, algo de humanidad era bien recibida. Sentía una punzada en el corazón, sin tener idea de lo que significara. Podía percibir los pasos de miles de almas buscándome para exterminarme, sin saber la razón.
En el fondo sentía que lo sabía y que tenía sentido, que lo merecía, y sin embargo la idea no aparecía.
El suelo de volvió muchos brazos esqueléticos, con la piel tan pegada, flácida y seca que podía pisarla y examinar con mi planta del pie los dedos que estaban pudriéndose, de la misma manera que una pequeña silla fuera devorada por millones de polillas.
La sensación me dio un escalofrío que recorrió mi espalda hasta que por fin, llegué a un cuadro de piedra en el suelo. Era una especie de alberca, que en vez de tener agua podías ver estrellas.
En sus esquinas -en cada una-, tenía bastones que sostenían huevecillos de piedra azul fosforescente, que en realidad no se sostenían, estaban flotando sobre ellos. Cavilé mejor en el fondo de esa cosa y vi pasar miles de vidas; yo me metí en la piel de muchas personas, viví sus pérdidas, sus logros, sus deseos, sus sueños rotos, su felicidad, su melancolía, sus amores, sus... sus...
《...Sus miedos》.
Una capa blanca ondeaba, perdida en el vacío, sin buscar nada en particular. Por lo que llegué a razonar después, yo también vagaba sin rumbo, aunque mi objetivo estaba fijo en ver ese pedazo de tela moverse en la nada, sin querer algo, sin desear, sin tener lo que tantas personas en alma y en físico podían experimentar.
《Será mejor que te detengas. No quedrás que este mundo te machaque como lo ha hecho con aquellos que se creen superiores y han decidido enfrentar su destino. Estás mejor ahí. Toda bonita. ¡TODA ROTA!》.
Voces se arremolinaban en mi mente.
-La víbora. Había una reflexión sobre una, esa maldita que era tan glotona y decidió comerse a sí misma. La llamaban, ¿cómo la llamaban?, ya recuerdo. ¡¡IGUAL QUE TÚ, NIÑA ESTÚPIDA!!
-Calle perdida. Un chico camina por ella. Un hombre se hunde en ella. Unos extraños bailotean borrachos en ella. Una mujer, sólo una, esa eres tú, y morirás.
-Todos han temido a los cuartos oscuros, abajo de sus camas, en rincones como el ropero entreabierto, incluso una esquina de una habitación. Incluso a las cuencas de ojos vacías.
-¿A qué le temes, eh?, ¿a qué porquería podría una mujer como tú, temerle?
-Dime tus secretos. Te diré que nadie más los sabrá, pero cuando ya no seas nada para mí, cuando no nos hablemos, cuando te haya olvidado, los diré porque tu serás nadie, y los secretos serán vanos recuerdos.
-Yo no te quiero en mi vida...
Una langosta cruzaba una playa, llena de cuerpos putrefactos, mosqueándose, naciéndoles bacterias y hongos, los animales dejando sus huevecillos dentro de los cráneos. Unos olores de muerte me dejaban sin respiración. Los cadáveres se levantaron y empezaron a ahorcarme uno a uno hasta que todos me aplastaban entre un amasijo de bichos.
Insectos entraban por mi boca, mis orejas, por mis ojos, mi nariz. Devoraban mi cráneo...
-¿Ahora lo has visto?, ¿Has visto todos esos horrores?, ¿Te has preguntado por qué? -un hombre, vestido de blanco, como si quisiera ser un gato, avanzó hacia mí, que yacía recostada en un suelo transparente, bajo el que se podía contemplar una ciudad en llamas.
-¿Quién eres? -dije.
-Soy quien adora a la muerte. El paisaje abajo de tí es mi favorito. Miles mueren de maneras tan absurdas y horrendas ahí que simplemente no puedes evitar descubrir algo nuevo, como las teorías que los sobrevivientes se hacen después de la matanza, sobre cómo ocurrió, y se olvidan de vivir, comienzan a domesticarse para ser alimento para la muerte. Yo soy quien puede crear todas esas cosas.
-¿De dónde has venido?
-Yo no existo. Tú me has permitido existir al poder verme y contemplar mis perversidades. Ya va siendo hora de que te enseñes. Te mostraré tu mayor miedo, pero no te daré el placer de saber por qué lo es. Que te carcoma la consciencia en el más allá.
Una ola enorme, de mar, aunque parecía hecha de cloro, o algo blanco, llegó como un tsunami, y me dio con toda su fuerza. Casi me ahogé cuando el agua se dispersó en la superficie. Llegó a la altura de cinco centímetros...
Me levanté rápidamente, todo era oscuro excepto el suelo, de líquido blanquecino. Mis pies empezaron a hundirse como si estuviera sobre arenas movedizas. Pero el líquido no se inmutaba, entonces, ¿qué estaba pasando?
Me empezaron a escocer los pies, hasta que dejé de sentirlos. Luego mis piernas. El agua boanca estaba deshaciendo mi ser como ácido, y lo peor es que no moría.
-Por Dios, ¡mátenme!, ¡mátenme!
Se supone que debí hundirme entera, pero la verdad no llegué a saberlo. Me derretí como un soldado de plomo en fuego, y sinceramente es el mayor tormento, porque nunca acabó, ni siquiera recuerdo haber despertado...
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Pesadillas Aún No Planeadas
TerrorRecopilación de los momentos más escabrosos de una chica en un mundo extraño, del que prefiere huir. Aunque su problema es no saber que es el mundo real. Reunión de todos los momentos que han hecho que un chico deje de dormir, pues por la noche en v...